Hay toda una colección de tópicos sobre China que expresan un temor casi atávico. Quizás su gigantismo poblacional y su cultura tan distinta de la nuestra han causado siempre una cierta aprehensión. Vaya por delante mi admiración por la cultura china y mi estima por los ciudadanos chinos, como no podía ser de otra manera. Pero el sistema político y económico que se está erigiendo en dominante constituye un verdadero peligro para el futuro de la humanidad. Así de grandilocuente. Antonio Navalón, en su muy recomendable libro titulado “Paren el mundo que me quiero enterar” (Debate 2010) describe la cuestión de un modo muy claro: “¿Qué es el modelo chino? Es en lo social, la vuelta a la esclavitud del siglo XVIII y, en lo ecológico, el mayor procedimiento de aniquilación del planeta Tierra”.
A base de consumir baratijas hemos contribuido a alimentar un gigante que amenaza con devorarnos. Nos sorprenderíamos si nos diera por hacer un inventario de la procedencia de nuestro fondo de armario, aparatos electrónicos o de la figurita aquella a la que nadie le presta atención. ¡Todo está hecho en China! En la práctica podemos observar cómo aquellas tiendecitas de baratijas importadas de China hoy se han convertido en auténticas naves industriales. La pasión del personal por consumir cualquier cosa al precio más bajo posible ha terminado por alimentar un monstruo. No es de extrañar que China sea hoy la segunda potencia económica mundial ¡y subiendo! Pero este modelo chino representa hoy un peligro, incluso para los mismos chinos. Pekín es una de las ciudades más contaminadas del mundo, la libertad de prensa y de información en China posee el triste récord de ser una de las más amenazadas del planeta, los derechos sociales y laborales están bajo mínimos, las ejecuciones por pena de muerte baten récord cada año, etc. La reciente concesión del Premio Nobel de la Paz al disidente Liu Xiaobo, en la cárcel por haberse atrevido a reclamar más democracia para su país, expresa muy bien de qué estamos hablando. Es decir: ¡todo un modelo a seguir!
Seguramente David Cameron, primer ministro británico, no se ha enterado de nada de esto (o lo sabe muy bien). No hace mucho ha proclamado que el modelo económico del futuro para Europa tiene que ser el “modelo asiático”. A esto le ha acompañado la mayor ofensiva ultraliberal que se recuerda en un país al que Margaret Tatchert ya dejó esquilmado: despidos masivos de empleados públicos y venta a mansalva de bosques también de titularidad pública para empezar. Así que para el señor Cameron, y para tantos otros, el futuro pasa por desmantelar todo el sistema de derechos y protección social (el llamado “Estado del Bienestar”) que ha caracterizado a Europa después de la II Guerra Mundial. Esta crisis económica, causada por quienes ahora pretenden seguir marcando el rumbo de las cosas, se ha convertido en la gran coartada. Las oligarquías financieras miran a China frotándose los ojos ante tanta riqueza acumulada, ante tantas oportunidades de negocios. Poco importa que muchas fábricas y empresas occidentales hayan sido trasladas a países como China con el único fin de ahorrar costes y aumentar los márgenes de beneficios. A esto lo llaman “ganar competitividad” y que eso genere más paro en los países occidentales como el nuestro es un detalle sin importancia.
Nadie osa recordarle al gobierno chino que la carta de Derechos Humanos que todos los países miembros de las Naciones Unidas firman es de obligado cumplimiento (bueno, es de justicia admitir que en este caso la lista de países incumplidores es abultada). El negocio es el negocio. La gran paradoja es que el sistema más ultracapitalista del mundo está promovido por un supuesto gobierno comunista, de partido único, y con toda la parafernalia propia del mejor estilo soviético.
Al mundo le conviene un proceso inverso: que China se mire en el espejo de los derechos sociales europeos (antes de que desaparezcan, por cierto), que gane en democracia y en apertura interna, que profundice en el respeto a los Derechos Humanos. Mientras, habría que “ayudarle” haciendo uso de nuestra capacidad para orientar el propio consumo. Vamos, que habría que mirar más el “made in”.
A base de consumir baratijas hemos contribuido a alimentar un gigante que amenaza con devorarnos. Nos sorprenderíamos si nos diera por hacer un inventario de la procedencia de nuestro fondo de armario, aparatos electrónicos o de la figurita aquella a la que nadie le presta atención. ¡Todo está hecho en China! En la práctica podemos observar cómo aquellas tiendecitas de baratijas importadas de China hoy se han convertido en auténticas naves industriales. La pasión del personal por consumir cualquier cosa al precio más bajo posible ha terminado por alimentar un monstruo. No es de extrañar que China sea hoy la segunda potencia económica mundial ¡y subiendo! Pero este modelo chino representa hoy un peligro, incluso para los mismos chinos. Pekín es una de las ciudades más contaminadas del mundo, la libertad de prensa y de información en China posee el triste récord de ser una de las más amenazadas del planeta, los derechos sociales y laborales están bajo mínimos, las ejecuciones por pena de muerte baten récord cada año, etc. La reciente concesión del Premio Nobel de la Paz al disidente Liu Xiaobo, en la cárcel por haberse atrevido a reclamar más democracia para su país, expresa muy bien de qué estamos hablando. Es decir: ¡todo un modelo a seguir!
Seguramente David Cameron, primer ministro británico, no se ha enterado de nada de esto (o lo sabe muy bien). No hace mucho ha proclamado que el modelo económico del futuro para Europa tiene que ser el “modelo asiático”. A esto le ha acompañado la mayor ofensiva ultraliberal que se recuerda en un país al que Margaret Tatchert ya dejó esquilmado: despidos masivos de empleados públicos y venta a mansalva de bosques también de titularidad pública para empezar. Así que para el señor Cameron, y para tantos otros, el futuro pasa por desmantelar todo el sistema de derechos y protección social (el llamado “Estado del Bienestar”) que ha caracterizado a Europa después de la II Guerra Mundial. Esta crisis económica, causada por quienes ahora pretenden seguir marcando el rumbo de las cosas, se ha convertido en la gran coartada. Las oligarquías financieras miran a China frotándose los ojos ante tanta riqueza acumulada, ante tantas oportunidades de negocios. Poco importa que muchas fábricas y empresas occidentales hayan sido trasladas a países como China con el único fin de ahorrar costes y aumentar los márgenes de beneficios. A esto lo llaman “ganar competitividad” y que eso genere más paro en los países occidentales como el nuestro es un detalle sin importancia.
Nadie osa recordarle al gobierno chino que la carta de Derechos Humanos que todos los países miembros de las Naciones Unidas firman es de obligado cumplimiento (bueno, es de justicia admitir que en este caso la lista de países incumplidores es abultada). El negocio es el negocio. La gran paradoja es que el sistema más ultracapitalista del mundo está promovido por un supuesto gobierno comunista, de partido único, y con toda la parafernalia propia del mejor estilo soviético.
Al mundo le conviene un proceso inverso: que China se mire en el espejo de los derechos sociales europeos (antes de que desaparezcan, por cierto), que gane en democracia y en apertura interna, que profundice en el respeto a los Derechos Humanos. Mientras, habría que “ayudarle” haciendo uso de nuestra capacidad para orientar el propio consumo. Vamos, que habría que mirar más el “made in”.
No se puede expresar más claramente. Es evidente que estoy absolutamente de acuerdo. ¿Servirá de algo levantar barricadas?
ResponderEliminarDesgraciadamente pienso que en un mundo donde la materialidad prima, evidente, el materialismo se entroniza, el pensamiento libre atenta contra ello y por tanto....ahí está. Mi pregunta, ahora que la materia de mi cuerpo empieza a distorsionarse, ¿me merece la pena seguir aquí viendo y sufriendo todo esto?
The answer is blowing in the wind, pero te la puedes imaginar puesto que mucho me temo que hemos sobrepasado con creces el punto de no retorno. ¡Y que no me vengan con paños calientes! Ya no, que soy demasiado mayor.
De forma que....disfrutemos de lo que nos quede...hasta que se nos acabe. Un fuerte abrazo.
Dios mio!!!! que alarmista eres, ni que fueras de derechas. No hay peor enemigo que el miedo a lo desconocido, desconocido por que nunca nos ha interesado conocerlo. Precisamente, China no se hace con el poder económico por las baratijas que compra occidente sino por la compra de la deuda a en los países occidentales, dígase EEUU, España, Alemania...(nos tienen cogidos por los huevillos, por cierto, Rusia no compra más deuda española) No olvidemos que China en estos últimos 50 años ha sacado de la pobreza a más personas que todos los países occidentales en cien años. No olvidemos que los mayores desastres ecológico los hace occidente con la venta de armas, promociones de guerras y pruebas nucleares. Sinceramente, prefiero a los Chinos controlando a la banca que no al TEA PARTY marcando pautas de extrema derecha en las relaciones económicas internacionales y en nuestras masturbaciones maritales.
ResponderEliminarGracias Emejota por tu comentario aunque la vida da muchas vueltas y no hay que descartar que a los chinos se les atragante su gigantismo. Anónimo: el problema es que entre los chinos,el Tea Party y los locos de Al Qaeda es como para echar cohetes.
ResponderEliminarAdemás de los detalles económicos de @Anónimo, es curioso observar cómo el miedo a China llega también a la ciencia.
ResponderEliminarSaludos