sábado, 31 de octubre de 2009

El Aula (5) Aquellos maestros

Acabo de terminar “Mal de escuela” de Daniel Pennac (Mondadori 2009), una inmersión apasionada en el pequeño/gran universo de la docencia. Pennac es un consagrado escritor francés que en “Mal de Escuela” se autodefine como un alumno zoquete destinado al más clamoroso fracaso. Escribe Pennac: “Los profesores que me salvaron –y que hicieron de mí un profesor- no estaban formados para hacerlo. No se preocuparon del origen de mi incapacidad escolar. No perdieron el tiempo buscando sus causas ni tampoco sermoneándome. Eran adultos enfrentados a adolescentes en peligro. Se dijeron que era urgente. Se zambulleron. No lograron atraparme. Se zambulleron de nuevo, día tras día, más y más… y acabaron sacándome de allí. Y a muchos otros conmigo. Literalmente nos repescaron. Le debemos la vida”. Este texto de Pennac nos reconcilia con la profesión. A veces uno tiene un complejo de notario, es decir, de alguien que “certifica” que este u otro alumno tiene esta u otra capacidad, que ha obtenido esta calificación o muestra tal comportamiento. Pero apenas hay margen para el cambio, la transformación, la mejora. Es en esto casos cuando la escuela vuelve a sus esencias.
No puede decirse que haya sido un alumno “zoquete”, tal y como lo define Pennac. Al contrario, siempre fui lo que los profesores denominan “un buen alumno”, aunque con tremendas carencias en matemáticas que se proyectaron luego en materias como Física y Química. De todos modos, era un típico especimen de letras: buen lector desde pequeño, con notable capacidad para la expresión verbal y escrita, apasionado de la historia y de una buena discusión pseudointelectual (entre otras cosas). Es curioso y lamentable comprobar cómo hoy en día el bachillerato de letras ha quedado reducido a un bachillerato de descarte o de segundo nivel. Qué pena.
La escuela era toda mi vida. Estudié en el mismo centro desde los 4 a los 17 años, de tal forma que algunos profesores, sobre todo aquellos que te daban clase año tras año, se convertían en algo así como padres y madres con todos los derechos. Mis amigos eran todos del colegio. Para mí el verano era un fastidio puesto que todo lo interesante ocurría en los nueve meses de clases. La profesora que me dio clases de Lengua y Literatura durante varios años era una mujer metódica y formal. Tenía la habilidad de hacernos pensar sobre el lenguaje. Ponía una frase en la pizarra y nos pegábamos una hora dándole mil vueltas sin que decayera nunca el interés. Seleccionaba un texto y las interpretaciones del mismo daban lugar a un apasionado debate hermenéutico. La profesora de Historia era meridianamente clara en sus exposiciones y planteamientos, pulcra y meticulosa no dejaba escapar nada y terminaba por inculcarte esa pasión por el detalle. La profe de Ética y Filosofía, sin embargo, era todo lo contrario. Era un producto del mayo del 68 y su visión de la escuela estaba en la línea de una auténtica comuna. Era una mujer que, en su actitud completamente transgresora, no dejaba indiferente a nadie. O se la odiaba o se la quería sin límites. Yo oscilaba entre los dos extremos. Pero un común denominador a estos y otros profesores es que para todos ellos sus alumnos eran personas con nombres y apellidos, conocían sus capacidades y limitaciones, sus necesidades y sus potencialidades. Hoy en día la gran mayoría de estas profesoras están ya jubiladas. Con los años, al igual que le ocurrió a Pennac, me he dado cuenta de que mi forma de ser profesor es una curiosa combinación de todos ellos. Al final, ¡cuánto le debemos a la escuela!

lunes, 26 de octubre de 2009

El cazador de libros (7) El hombre desplazado y otros libros leídos

“El hombre desplazado” por Tzvetan Todorov. Taurus 2008. Todorov es uno de los intelectuales europeos más interesantes del momento. De origen búlgaro se exilio de su país huyendo del régimen stalinista y se afincó en Francia desde 1963. En este libro Todorov hace una denuncia de la lógica del terror totalitario, de sus instrumentos de control y represión y del aprendizaje de la democracia. “El hombre desplazado” es una imagen que Todorov gusta de utilizar para calificarse a sí mismo. Un hombre a caballo entre el Este y el Oeste. Es un ejemplo de lo que denomina también “transculturación”, o lo que es lo mismo, de la síntesis y superposición de culturas en un nuevo todo mucho más rico e interesante. Supone además, cosa en la que comulgo por completo, una cierta superación de los nacionalismos, fuente de incidias y violencias. Recomiendo vivamente este libro, sobre todo para los amantes del pensamiento en libertad.
“Entrevista a Noam Chomsky (la situación política en EE.UU)” por Vicenç Navarro. (Anagrama 2008). Resulta ya un tópico calificar a Noam Chomsky como el único intelectual de izquierdas de EE.UU (con permiso de James Petras) y algo de eso debe haber. Como otros tantos, hace años conocí en primer lugar al Chomsky lingüista y luego constaté con asombro y satisfacción al mismo tiempo el desarrollo de su demoledora crítica política y social. En este pequeño libro Vicenç Navarro entrevista a Chomsky en los momentos previos a la elección de Obama como presidente de los EE.UU. El libro incluye además un texto de Navarro titulado “Cómo entender la situación política de los EE.UU”. El tono del libro contribuye a rebajar un tanto las expectativas sobre EE.UU por mucho que Obama llegue al poder. No en vano el entramado económico y los poderosos lobbys que operan en núcleo de los centros de decisión ya se encargan de que “todo cambie para que todo siga igual”. Una vez expresada mi admiración por Chomsky a continuación no puedo dejar de plantear una pregunta que siempre me viene a la cabeza: ¿por qué los libros de Chomsky son tan endiabladamente caros? ¿no hay forma de sustraerlos, al menos en parte, a la voracidad del mercado como un pequeño acto de coherencia ética?
“Guía del autoestopista galáctico”, por Douglas Adams (Anagrama 2008). Adelantando considerablemente la lista de libros por leer abordé la lectura de este ejemplar motivado por una extrema curiosidad. Sin embargo, he de reconocer que, pese a su evidente genialidad, no pude con él. Siempre he tenido una especial querencia por la literatura del absurdo. Me encanta Inoesco, Alfed Jarry y demás “patafísicos”. ¿Qué absurdo más delicioso que los Monthy Phyton? Pero con Adams la cosa llega a desbordar. La continua sucesión de situaciones y personajes a cual más excéntrico termina por descolocar a cualquier lector no prevenido. El arranque de la novela con la destrucción de la tierra y las diferentes entradas en la guía galáctica son sencillamente geniales. Pero a media novela, francamente, ya no sabía dónde me encontraba, de donde venía y hacia dónde me encaminaba. Quizás me pilló desentrenado. Pero hay que insistir con Douglas Adams. Tuvo que ser un tipo extraordinario.
“Hipatia”, por Clelia Martínez Maza (La Esfera de los Libros, 2009). Estamos, indiscutiblemente, ante un libro oportunista, publicado al calor del estreno de “Ágora”. Pero dentro del abanico de ofertas recientes éste sobresale notablemente. Este ensayo realiza una aproximación muy completa al mundo de Alejandría, a su historia y contexto filosófico y cultural y, por supuesto, a la figura de Hipatia. Lo hace acudiendo a las fuentes disponibles y huyendo de tópicos. En este sentido constituye un trabajo riguroso. Y como se trata de dejarse llevar por las circunstancias es el complemento perfecto de la película. Tanto antes como después, entre uno y otro, terminamos sumergido en aquella prodigiosa época.
“La II Guerra Mundial en comic” por Mark Bryant (Libsa, 2008). No suelo ser partidario de los productos de la editorial Libsa porque, con todos los respetos, siempre me han parecido, muchos de ellos, auténticos “refritos”. Su imagen de marca suele ser libros de gran formato a bajo precio (y por algún lado tienen que ahorrar). Sin embargo, con este libro nos encontramos con una notable excepción. “La II Guerra Mundial en comic” es un título que lleva a engaño. Se presta a pensar en la obra de algún dibujante resuelto a contar este episodio de la historia a un público juvenil. En absoluto. Se trata de un repaso a la ingente producción de cartelería, viñetas y propaganda política producida por los distintos contendientes. Es la selección muy acertada de un especialista como Bryant. Y por eso el resultado es muy interesante. A lo largo de cada año de la guerra vamos asistiendo a la evolución de los mensajes y de los recursos gráficos y propagandísticos en función del desarrollo cambiante de la conflagración.

jueves, 22 de octubre de 2009

Arte a todas horas (5) Lucian Freud

Considero, humildemente, a Lucian Freud uno de los pintores vivos más interesantes. Cualquier vistazo a su producción pictórica no deja indiferente al espectador. Nieto del gran Sigmund Freud, Lucian está dotado, como buen artista, de una personalidad arrebatadora que se traslada inevitablemente a sus cuadros. Su encaje no es fácil, como casi todo el arte actual, pero algunos lo sitúan en la órbita del realismo. Una vez más comprobamos cómo el género artístico se vuelve muy limitado a la hora de aprehender los hechos. El realismo de Freud es, en todo caso, tan personal que trasciende esta clasificación. Sus retratos (la mayoría desnudos) que tanta fama le han dado son una muestra de una visión única de las cosas. A diferencias de otros realistas (me viene a la mente como caso canónigo el de Antonio López) no está preocupado por captar el matiz último de las cosas, no es un espejo en el que se refleja el objeto; al contrario, su mirada filtra de tal modo lo que capta que lo que termina por reflejar en sus lienzos es una elaboración intensamente psicológica de la realidad. Hay, además, en este pintor inglés de adopción una voluntad provocadora y transgresora. Sus modelos, sus poses, sus actitudes impactan en el espectador y tienen la virtud de sacudirnos un auténtico mazazo. En su lienzo “Rose” (1978) retrata a una de sus hijas ya mayor completamente desnuda y tumbada en un sillón. Frente al enorme escándalo social que se produjo Freud respondió que él sólo era un pintor y que el problema en todo caso era del público. Y, desde luego, hay que mirar la obra de este artista con otros ojos. En “Durmiendo bajo un tapiz con dos leones” (1996) retrata a una mujer desnuda con obesidad mórbida. El resultado es un cuadro impactante y a la vez cargado de humanidad. Una de sus obras más célebres, “Retrato de su majestad la reina Isabel II” (2000), que reproducimos en esta entrada, supone una auténtica innovación en el género. No sabemos si fue del gusto de su graciosa majestad, quizás acostumbrada a un estilo más victoriano, pero, desde luego, cuando se puso delante de su pincel sabía a lo que se exponía. Ole por la reina.

lunes, 19 de octubre de 2009

Acción solidaria (6) Pequeña historia de Issak

Acabo de recibir un gran regalo. Issak, un joven mauritano de 17 años, llegado hace poco más de un año a Tenerife en un cayuco, me ha regalado un maravilloso barquito de cartón hecho por él mismo. Me lo trajo una “madre adoptiva” que Issak ha tenido la suerte de encontrar en esta isla. La vida está llena de encuentros casuales y de sorpresas a la vuelta de la esquina.
El pasado curso vino a mi centro educativo un grupo de menores inmigrantes africanos, integrantes de un grupo denominado “Música Solidaria”. Todos ellos viven en unas condiciones bastante precarias en uno de los centros para menores inmigrantes de Tenerife. La mañana que pasamos con estos chicos fue verdaderamente especial. De entre el grupo destacó Issak desde el principio. En una de los encuentros que tuvimos con nuestro alumnado Issak contó su pequeña/gran historia.
La historia de Issak es la de un chico que quiere reencontrarse con su padre. Este, que había emigrado hacía un tiempo a Francia, no quería bajo ningún concepto que su hijo saliera de Mauritania. Pero Issak se consumía por las ganas de volver a verlo y de iniciar esa vida venturosa que Europa promete falsamente. Así que Issak se subió a un cayuco. El trayecto se convirtió en un infierno. Las pesadillas de un mar que los engulle acompañarían a Issak durante mucho tiempo después. Olas enormes, un mareo constante, la imposibilidad de moverse, la sensación de un peligro terminal eran un peaje excesivo para un chaval de su edad. Cuando Issak y sus compañeros se toparon, literalmente, con la isla de Tenerife, no sabía dónde estaban. El chico pasó de las inmensidades abiertas de África al mundo cerrado y claustrofóbico de un centro de menores inmigrantes no acompañados.
Issak se emocionó hasta las lágrimas cuando contó su relato. Una de mis alumnas, que luego se convertiría también en su “hermana adoptiva”, empezó a llorar igualmente en medio del aula abarrotada. Y ahí empezó un encuentro feliz que llega hasta el presente. Issak es un chico bajito pero de constitución fuerte, firme y sensible al mismo tiempo. Te mira directamente a los ojos cuando habla. Tiene un cuerpo atlético capaz de piruetas imposible. Lleva todo el ritmo de África en las venas y de hecho quiere ser cantante. Es el alma de su grupo musical. A diferencia de muchos de sus compañeros mauritanos Issak no se calla lo que piensa. Esto le ha causado problemas en su centro y, sobre todo, con sus compañeros magrebíes. Pero Issak ha salido airoso de esos trances. Y gracias también a la familia tinerfeña que ha sabido hacerle un hueco en sus corazones. Estas son las historias que no se conocen, las que no salen en los periódicos, las que hablan de solidaridad y humanidad. Issak me ha hecho un regalo que no merezco y se lo agradezco.

viernes, 16 de octubre de 2009

Cine a solas (6) Ágora

¡Una obra de arte! No se me ocurre otro calificativo para “Ágora”, la última película de Alejandro Amenábar. Este hombre-prodigio nos ha legado otra obra para la posteridad. El profesorado de Filosofía, Matemáticas o Cultura Clásica, los amantes de la Historia de la Ciencia, de la Astronomía, los estudiosos del papel histórico de la mujer, los cinéfilos en general, tenemos una deuda con este creador. Sobre todo porque reconstruye con un guión magnífico y con imágenes de gran belleza e impacto una época histórica fundamental, huérfana hasta ahora de referencias de esta clase. Pienso que esta película está llamada a desempeñar el mismo papel que “El nombre de la Rosa”, de Jean-Jacques Annaud, con la ventaja añadida de los recursos técnicos de nuestro tiempo.
Se trata de una obra redonda, tan perfecta como la circularidad que obsesiona a Hipatia, a la que no le sobra nada. Las licencias cinematográficas están plenamente justificadas desde la lógica interna de la película. Se sabe, por ejemplo, que Hipatia murió a una edad mucho más avanzada que la que narra la película o que su intuición sobre la órbita elíptica de los planetas y sus inclinaciones heliocéntricas no están en absoluto documentadas, aunque abordara una revisión crítica de la Astronomía de Claudio Ptolomeo. Hay que tener en cuenta que no se conserva ninguna de sus obras y que los comentaristas posteriores no se ponen de acuerdo en muchos aspectos. Ya habrá quien se dedique a un estudio minucioso sobre su rigurosidad histórica o falta de ella pero el resultado final sitúa a la película por encima de estas disquisiciones.
La elección misma del tema refleja una gran altura de miras. En cierto sentido, la destrucción definitiva de la biblioteca de Alejandría y la muerte de Hipatia simbolizan el final del Mundo Antiguo y el comienzo de la oscura Edad Media. Esta fue una tragedia cultural sin paliativos puesto que un enorme legado acumulado durante siglos se perdió irremisiblemente.
La sensibilidad extraordinaria de Alejandro Amenábar queda acreditada a lo largo de toda la película, pero si hay un momento fundamental en este sentido es a la hora de abordar la horrorosa muerte de Hipatia, salvajemente torturada antes de morir. Amenábar la transforma en una escena bellísima y a la par plena de dramatismo, evitando en todo momento el fácil recurso al morbo.
Hay también en Amenábar un plano ético que me parece muy interesante. Ya se vio claramente en “Mar adentro”. De nuevo este joven director explicita una serie de valores donde prima un claro humanismo (que podríamos calificar de “ilustrado”) frente al dogmatismo intolerante y cerril. Es, por tanto, un autor que no tiene miedo a tomar postura y dejar claras sus apuestas personales. Cosa que es de agradecer frente a tanto producto “políticamente correcto” y descafeinado.
Como muy bien Amenábar se ha ocupado de señalar, no es una película contra el cristianismo, sino contra el fanatismo del signo que sea. Los parabolanos muy bien podrían ser los talibanes de nuestro tiempo. Lo cual deja claro que el fanatismo es un mal que corroe, en un momento dado, a todas las grandes religiones en su intrínseca tendencia a considerarse únicas depositarias de la verdad suprema en lucha a muerte contra las otras. Quizás a muchos católicos les falta asumir que su práctica religiosa es el resultado de las luchas intestinas en el seno del cristianismo durante la Edad Media y en la que siempre primaron cuestiones de poder político y económico antes que teológicos. Amenábar pone el dedo en la llaga y, como era de esperar, ya están, por lo visto, los “lobbys” ultra afinando los cuchillos contra la película, a la que acusan de maniquea y manipuladora. En fin…
La película está llena de símbolos y metáforas desbordantes: las constantes referencias astronómicas, la pequeñez de la tierra y el ser humano frente a los misterios del universo, el fanatismo integrista como fuente de todos los males, la transformación de la biblioteca real en un establo... En este punto no pude por menos que acordarme de aquellas palabras del poeta alemán Heine: “quien empieza por quemar libros termina quemando personas”. “Ágora” es una contribución más a la lucha de unos pocos contra la sinrazón que atraviesa la historia de la humanidad. Por cierto, creo que muchos, en el futuro, no podremos dejar de pensar en Hipatia sin ponerle el rostro de Rachel Weisz. Sencillamente perfecta.

domingo, 11 de octubre de 2009

El impertinente (8) El virus de la corrupción

Mi colaboración de este mes con la revista Tangentes trata de la corrupción política. No les voy a negar que está hecho al calor de la actualidad.


El pasado mes de junio la prensa nacional publicaba una noticia que, disimulada en las páginas interiores, no parecía tener demasiada trascendencia. Y, sin embargo, era una noticia verdaderamente inquietante. Según un estudio de la Universidad de Essex, España es un país “relativamente corrupto”, sobre todo en relación a los estándares europeos.
Entrando en la letra pequeña el panorama que dibuja es para echarse a llorar. Entre las causas citaba la elevada concentración de poderes políticos en manos de un mismo partido, la acumulación de poder de los alcaldes y la consolidación de redes clientelares y de corrupción. No recuerdo que este informe haya suscitado ningún debate social ni haya ocupado una mínima parte del tiempo que los medios dedican a las aventuras de la hija de la famosilla oficial de las sobremesas. ¿No será que nos estamos acostumbrando al espectáculo del “trinque” de unos y de otros?En cierta ocasión conocí a un candidato a concejal que, en un acto de imperdonable indiscreción, me confesó que su principal motivación era que no le llegaba el sueldo para pagar su hipoteca. Cuando, por fin, alcanzó su ansiada concejalía no pude por menos que pensar en la mejoría de sus cuentas bancarias a cargo del erario público. Desde luego, no tengo ningún dato que me permita pensar que esta persona haya caído en oscuros manejos, pero cabe suponer que si ésta fue su principal motivación para dedicarse al noble arte de la política constituye todo un perfil de alto riesgo. Parece que a estas alturas lo de la vocación de servicio público para optar a un cargo político es un eslogan que pocos ya se creen. Es una pena. La corrupción es como un virus. Se extiende de manera imparable, infecta a individuos proclives y a más de uno con fama de incorruptible. Necesita de la administración de antídotos y de individuos con los anticuerpos suficientes como para ser inmunes a la codicia y a las mil y una tentaciones que rodea hoy en día a cualquiera que dispone de una mínima capacidad de decisión. El desempeño de un cargo político debe tener fecha de caducidad, se debe salir igual que se entra, se debe estar dispuesto a actuar desde la más estricta legalidad y con transparencia pero, sobre todo, debe ser la expresión de un compromiso con unas ideas, un proyecto y con la ciudadanía. Actualmente, la primacía de los partidos-empresa sobre los intereses generales es fuente de todo tipo de disfunciones. El objetivo fundamental suele ser mantener a toda costa las cotas de poder partidista y tener a bien al entramado económico adyacente. ¿Se imaginan ustedes a un político que diga abiertamente “he agotado mi proyecto y por tanto me voy” (antes de que lo echen, lo procesen o pierda unas elecciones)? ¿que se atreva a decir públicamente y por propia iniciativa “tal persona o entidad ha tratado de sobornarme”?
Ahora que todo el mundo palidece frente al virus de la gripe A hemos descuidado éste que sí que tiene efectos verdaderamente devastadores. La corrupción provoca una progresiva desafección en la ciudadanía respecto a nuestro sistema político, crea un caldo de cultivo propicio para la destrucción del tejido social. Lo peor de este rosario de casos que van saliendo en los medios de comunicación, de sospechosos, imputados y condenados no es su número creciente, es que nos acostumbremos a ello. Que pasemos de un claro repudio y condena a quien se enriquece ilícitamente y se demuestra a terminar por aceptarlo y hasta comprenderlo, que pasemos de una tolerancia cero frente a la corrupción a que haya colas interminables para terminar de depredar lo público. Lo penoso es cuando se empieza a oír cosas tales como “cualquiera haría lo mismo”, “al fin y al cabo no es para tanto” o “total, todos son iguales”. Es en ese momento cuando el virus ha entrado hasta el tuétano de la sociedad y cuando más difícil es erradicarlo.

jueves, 8 de octubre de 2009

La II Guerra Mundial (5) Lidice

Si pudiera hacerse una clasificación de las maldades e iniquidades humanas quizás lo sucedido en el pueblo checo de Lidice el 10 de junio de 1942 ocuparía los primeros puestos. Una vez que no sólo Moravia y Bohemia habían caído bajo la dominación nazi sino, vulnerando los pactos de Münich, el conjunto de Checoeslovaquia, la represión llegó a cotas dramáticas bajo el mandato del “Reichprotektor” Reinhard Heydrich, apodado “el carnicero de Praga”. Un comando de guerrilleros checos, entrenados en el Reino Unido, e introducidos clandestinamente por la RAF atentaron contra Heydrich en una de las vueltas de la carretera de acceso al Castillo de Praga. Heydrich, lugarteniente del todopoderoso Himmler, jefe de las SS, sonaba en algunos círculos incluso como posible sucesor de Hitler al frente del Reich alemán. Su muerte desató la cólera del Führer quien ordenó las más terribles represalias. Los ojos de los dirigentes nazis se fijaron en un pequeño pueblecito cercano a Praga que se había significado por ser el lugar de procedencia de numerosos partisanos. En la fecha fatídica ya señalada tropas alemanas rodearon el poblado de Lídice, cerrando todas las salidas. Toda la población fue acorralada. Fusilaron a los hombres. Numerosas mujeres y niños fueron llevados a campos de concentración donde muchos encontraron la muerte. Algunos de los pequeños, suceptibles de ser “arianizados” fueron llevados a Alemania. En total se calcula en unos 340 muertos que sumadas a la oleada de represión en el conjunto de la región da una cifra de unas 1.300 personas asesinadas. No contento con estos los nazis demolieron por completo el pueblo hasta los cimientos de cada casa y removieron las tumbas del cementerio con el fin de, literalmente, “borrar del mapa” Lidice. En estas fechas los Alemanes estaban todavía convencidos de su victoria final y grabaron y fotografiaron estas escenas como testimonio de la “justicia” nazi. Estas imágenes aún se conservan y pueden verse en http://www.youtube.com/watch?v=O1PTzlxWBpc
En mi ya comentado último viaje a Praga tuve la ocasión de comprar un libro extraordinario. Se trata de “Lidice, the Story of a Czech Village” de Eduard Stehlik (The Lidice Memorial 2004). Este libro es una rigurosa historia del pueblo, de sus habitantes, de su modo de vida anterior a 1942 y de los terribles acontecimientos que allí tuvieron lugar. La profusión de imágenes, documentos, ilustraciones de objetos de la vida cotidiana y testimonios del desastre hacen de esta publicación un material imprescindible como recuerdo y advertencia a las jóvenes generaciones. Merecería, además, una edición en español, tan escasos como estamos de material de este tipo. En la actualidad, donde estaba el antiguo pueblo de Lidice, hay una verde pradera salpicada de árboles que en nada hacen presagiar que allí ocurriera una de las grandes ruindades de la II Guerra Mundial.

domingo, 4 de octubre de 2009

El aula (4) El valor de la divulgación

Mi alumnado sabe que uno de mis retos es promocionar la lectura del ensayo, de la divulgación de los distintos ámbitos del saber y no sólo de la Filosofía. Como lectores potenciales y autónomos de este género irían más que servidos. Ahora bien, uno es consciente de que no es una tarea fácil. En principio todo está en contra. Si ya es difícil promocionar la literatura cuánto más no va serlo un género que requiere, quizás, de un poco más (pero sólo un poco) de esfuerzo y en ocasiones de un lápiz en la mano. Los que pensamos que los beneficios y gratificaciones de toda índole que proporciona multiplica con creces el pequeño esfuerzo invertido tenemos el reto de convencer a quienes tienen por toda lógica el par “divertido/aburrido”.
Actualmente la divulgación en general goza de la mayor consideración. Ha quedado claro que tan importante como la investigación es la socialización del conocimiento. Sobre todo cuando esas líneas de investigación han sido posible con financiación pública. En otros tiempos se pensaba que lo verdaderamente serio era el lenguaje cerrado, críptico, sólo a disposición de cenáculos exclusivos e hiperespecializados. Y aunque ese nivel de investigación sigue siendo imprescindible para el progreso, sobre todo, del universo científico-técnico, no es menos cierto que su “traducción” para el gran público resulta cada vez más perentoria. Un ejemplo de esto es Stephen Hawking, quien encaró el reto de escribir un libro sobre los secretos de la cosmología sin emplear una sola ecuación, pues calculaba que una sola de ella disuadiría a la mitad de los lectores potenciales. Fruto de esta iniciativa fue la celebérrima “Historia del Tiempo” (1988), y alguna secuela posterior, que se convirtió en un superventas y popularizó los agujeros negros y los avatares de la “flecha del tiempo”. En cierto sentido, el enorme presupuesto que consume la investigación astrofísica y la exploración espacial se sostiene en la fascinación e interés que suscita en el conjunto de la ciudadanía (al menos en algunos países, claro). ¿Para quién va dirigido, en principio, este tipo de libros? Podríamos decir que para alguien con estudios medios, es decir, el grueso actual de la población. Por supuesto que esta consideración habría que acompañarla de otra no menos importante: el escaso índice de lectura en países como España que, por cierto, no se corresponde con su enorme producción editorial.
Quizás haya sido Isaac Asimov, en el pasado siglo XX, quien más popularizó la divulgación científica (aunque también se dedicó con enorme éxito a la Historia y la Ciencia Ficción). Su producción, estimada en más de 500 obras, hizo pensar a más de uno que en realidad debía tener a un equipo de incansables investigadores trabajando para él. Aún hoy muchas de sus obras son imprescindibles para dar los primeros pasos en este ámbito. Otro referente fue el astrónomo Carl Sagan, conocidísimo por su serie de TV “Cosmos” que en los años 80 batió record de audiencia. Muchos recordamos aquella inquietante frase suya: “somos el medio para que el Cosmos se conozca a sí mismo”. Pero también fue un pionero en la exobiología (búsqueda de vida extraterrestre) en una época en lo que esto era casi un anatema. En España quizás los más populares sean en la actualidad Eduardo Punset, José Manuel Sánchez Ron y el grupo de investigadores reunidos en torno a Atapuerca y su inacabable fuente de sorpresas.
Es imposible hacer un recorrido exhaustivo por el campo de la divulgación científica así que ahora permítanme hacer una breve parada con la Filosofía. Igualmente esta “vieja señora” ha descubierto la necesidad de acercarse al común de los mortales (con permiso de Heidegger). Ya decía Ortega que “la claridad es la cortesía del filósofo”, así que por esta senda han transitado con enorme fortuna mi admirado Fernando Savater, José Antonio Marina o Javier Sábada. Llama la atención en un país de tan poca pasión por el pensamiento el éxito de estos y otros autores. Todos conocemos al noruego Jostein Gaarder y su famoso “El mundo de Sofía”, traducido a no sé cuantas lenguas y que le proporcionó un retiro dorado de sus clases de Filosofía en un instituto de Oslo. Particularmente soy un seguidor del francés Michael Onfray quien a una edad relativamente joven para estas lides ya tiene una obra amplia, polémica y popular. Calificar a un autor de “divulgador” no significa desproveerlo de una voz propia, reducirlo al mero papel de traductor de obras ajenas. Todos estos autores suelen tener un propósito personal en su producción, muchas veces relacionado con una suerte de pedagogía social, a la manera de ilustrados de nuestro tiempo. Quizás esto los haga extraordinariamente valiosos, al margen de que comulguemos o no con sus intenciones particulares, puesto que en los tiempos que corren luchar contra el avance de la estupidez es un imperativo inaplazable.
Así que se supone que el alumnado de bachillerato, una vez concluido sus estudios, “debería” tener la competencia suficiente para convertirse en un potencial lector de ensayo a nivel divulgativo, ser capaz de abrir la ventana a ese mundo fascinante del conocimiento que nos espera ahí fuera. Pero ¿ocurre realmente?