sábado, 30 de abril de 2011

El Aula (8) Una forma de resistencia

El lema “resistir es vencer” se le ha atribuido a más de un personaje. Es una frase especialmente afortunada en estos tiempos de vacas flacas y muy pertinente en el mundo de la educación. Hay una ética de la resistencia que resulta imprescindible cuando todo se ha puesto en contra y a nadie parece importarle. Frente al desmantelamiento físico y moral de la escuela que se está produciendo por obra y gracia de esta jodida política ultraliberal hay que crear espacios de resistencia, por pequeños que sean. No queda otra. Y ¿eso en qué consiste? Todo gesto que contribuya a mantener el espíritu de ilusión y creación, pero también de denuncia y activismo, es una contribución a la resistencia, a mantener vivo el espíritu de la escuela auténtica. Lo contrario sería incurrir en el puro y duro entreguismo y en la resignación más estéril.
Un gesto de resistencia es también la reciente celebración, contra viento y marea, de la V edición de las Jornadas Maestropasión (promovidas por RECREAS – Rincón para el estudio de la creatividad social). Este pequeño conciliábulo de docentes irredentos se regaló a sí mismo otra sesión de spa profesional. Los que nos dedicamos a la docencia (y casi a cualquier otro colectivo) apenas tenemos ni espacio ni tiempo para hablar de lo que hacemos, de nuestros medios, fines y neuras. Y no es una cosa baladí: decía el viejo Marx que ésta es una de las formas de la alienación y por tanto de deshumanización que se cobra luego un alto precio (así nos va). No es de extrañar, por tanto, que cuando se reúnen algunos viejos y no tan viejos maestros la cosa alcanza un cierto voltaje. Además, si este encuentro está vertebrado por personas como Antonio Rodríguez, profesor de la ULL, José María Toro, maestro de maestros y, en esta ocasión, el joven poeta y antropólogo Miguel Angel Arenas, el resultado termina siendo espectacular. Las Jornadas Maestropasión están concebidas como una forma de insuflar energías para proseguir en esta dura tarea de la resistencia física y anímica. Entre los miembros de esta suerte de secta se elige a algún compañero que encarne los valores colectivos de quienes asisten regularmente. En esta ocasión el reconocimiento Maestrapasión 2011 ha recaído en Victoria Soto, una docente entregada a su profesión y perfecta representante de los innumerables docentes que pueblas las aulas y que realizan una labor callada e insustituible.

martes, 26 de abril de 2011

El Catalejo (12) La lección no aprendida de Chernobyl

En el 25º aniversario del accidente de Chernobyl, la energía nuclear vuelve a estar en el ojo del huracán. ¿Por cuánto tiempo? Pasados los efectos informativos del desastre de Fukushima, que no los reales, probablemente volverán las aguas a su cauce, esto es: quienes controlan el cotarro político-económico utilizarán todas las artimañas posibles para continuar con los programas de energía nuclear como si no hubiera pasado nada. La casualidad ha querido que me encuentre estos día ojeando uno de esos opúsculos que Bertrand Russell dedicó a cuestiones políticas y sociales: “La guerra nuclear ante el sentido común” (Aguilar 1963), adquirido hace poco en una librería de segunda mano. Un libro escrito en plena Guerra Fría pero con un trasfondo aún aprovechable. Desde el comienzo de la era nuclear, inaugurada con el terrible episodio de Hiroshima y Nagasaki, ha existido la conciencia, al menos en algunas mentes pensantes, de que esto constituía una frontera peligrosa, cuyo traspaso tendría consecuencias devastadoras e irreversibles.
Al mismo tiempo otras mentes menos pensantes pero mucho más peligrosas idearon situaciones disparatadas, dentro de la lógica infernal de la llamada disuasión nuclear. Un general norteamericano, por ejemplo, planeó en los años cincuenta la instalación ¡en la Luna! de una base de misiles nucleares que apuntaran hacia la URSS -eso cuando todavía ni se tenía una idea muy clara de cómo llegar hasta ella. Ya se sabe además que detrás de la carrera espacial había una clara intencionalidad militar y que los usos “pacíficos” y militares de la energía nuclear son muchas veces difusos. De igual modo que siempre se dijo que una guerra nuclear sería la última de las guerras, una catástrofe nuclear puede ser también la última de las catástrofes (al menos para las amplias zonas contaminadas por la radiación que pueden llegar a tener escala planetaria).
En su día algunos técnicos militares dedicaban una enorme cantidad de tiempo a calcular el número de muertos (en decenas o cientos de millones o incluso en términos de aniquilación completa de la especie) que supondría una guerra nuclear y la capacidad de los supervivientes para “derrotar” al adversario y “reconstruir” lo que quedara. En este sentido sigue resultando asombroso comprobar cómo todavía hay a quiénes les salen los cálculos del coste / beneficio de la energía nuclear, como si pudiera ser asumible un Chernobyl cada dos décadas, año arriba, año abajo. Suelen ser los mismos que tienen una fe ciega en los progresos de la tecnología del ramo y quienes dan por ineficiente otro tipo de energías alternativas. Es la misma lógica fría del beneficio inmediato y de la incapacidad para pensar en términos del interés de la humanidad y a largo plazo. Lo que asombra de todo esto, y es en lo que Russell siempre ponía el acento, es la ilimitada estupidez del ser humano. Bastaría con un poco de sentido común para poner fin a este completo desaguisado.

sábado, 23 de abril de 2011

El Cazador de Libros (10) Día del Libro futuro

Me pregunto cómo será un día del libro dentro de, pongamos por caso, diez años. Es más, ¿existirá aún la noción misma del libro tal y como lo entendemos hoy? Frente a tanto gurú de las bondades de la era digital soy de los que cree que tenemos mucho que perder con el fin de la cultura material. La digitalización del libro supone paralelamente su desmaterialización o, lo que es lo mismo, su disolución en el maremagno (no exento de polución) que puebla la nube digital. Dentro de diez años, si todavía los humanos no hemos acabado con este cotarro, las terminales digitales de bolsillo tendrán una aplicación marginal donde escritores especializados en relatos hiperbreves ocuparán gran parte del negocio (el formato y la vida rápida no permiten otra cosa). Las librerías habrán desaparecido en su mayoría o se habrán reconvertido en librerías de viejo para un grupo reducido de anacoretas coleccionistas. Las editoriales se habrán transformado en agencias de intermediación en las que un individuo con otra terminal en sus manos negociará lo que se llame en su día derechos de autor. Los índices de lectura habrán dejado de hacerse porque será difícil distinguirlos del tiempo que un usuario dedique a las redes sociales o a las miles de aplicaciones de entretenimiento que ocuparan gran parte del tiempo libre (y no tan libre). Pero, con todo, estoy dispuesto a admitir que esto es una cuestión secundaria. La pregunta fundamental es: ¿esta progresiva digitalización supondrá el comienzo de una nueva Ilustración? Admito también que la cultura material tampoco cumplió con ese propósito pero al menos mantuvo algunos espacios de resistencia. Hay quienes, en el mejor de los casos, auguran una especie de coexistencia entre el libro digital y el impreso. Como ya comenté en algún post pasado estaría dispuesto a admitir una enmienda transaccional: dejemos lo impreso para los productos de calidad. Quizás, entonces, dentro de esos hipotéticos diez años todavía podamos celebrar un día del libro en esas plazas de pueblo con materiales interesantes en estanterías despobladas de toda la basurilla que hoy tenemos que tragarnos.

martes, 19 de abril de 2011

Filosofía de la Mañana (6) Nietzsche manga

La cosa nietzschena sigue dando para mucho. Después de haberlo visto anunciado en una red social conseguí hoy hacerme con un ejemplar de la versión manga del Así habló Zaratustra, de Nietzsche (Herder 2011). Sí, como lo leen, versión manga. Nunca he sido aficionado a este género de cómic, me resulta una estética ajena, fría y cargante. Puede que la tenga asociada a esos infaustos dibujos animados que poblaron las cadenas de TV hace poco o que esté demasiado llenos de prejuicios -que también puede ser. Pero la curiosidad me podía y ahora que ya estamos de nuevo con las clases de Nietzsche en 2º de bachillerato no me resistía a llevarles a mis alumnos este curioso ejemplar.
En este librito se plantea un supuesto Zaratustra joven antes del momento, podríamos decir, que irrumpe en escena con la buena nueva del superhombre. El guionista presenta un conflicto con un hermanastro abandonado y recogido en una iglesia por su padre pastor que personifica la moral de los siervos. La figura enigmática de una joven y voluptuosa mujer, Salomé (nombre nada inocente desde varios puntos de vista) representa el lado carnal y rabiosamente vital que arrastra al joven Zara hacia el otro lado de la existencia. Claramente no puede dejar de ser una historia sobre el conflicto entre los valores cristianos y la nueva moral que proclama Zaratustra, con el anuncio fundamental, la “Muerte de Dios”, como telón de fondo. Es también la historia de la metafórica transformación del espíritu de camello cristiano en el león que se rebela y, finalmente, en el niño que es radicalmente inocente. El joven Zaratustra parece en el cómic una versión dieciochesca del protagonista de La naranja mecánica, violento y destructivo, atrapado inicialmente en las diferentes formas del nihilismo. Supongo que este es el espíritu provocador que le hubiera gustado a Nietzsche, aunque esto sería aventurar demasiado. Hay que tener clara una cosa: al final no deja de ser un cómic con todas las licencias habidas y por haber. Lo bueno es que sabemos que a estas alturas los clásicos están para lo que están: para malearlos a gusto y hacer con ellos mangas si hace falta, con bigotes de Nietzsche de regalo (Herder lo hizo, no es broma, oiga). ¡Como Dios ha muerto viva la iconoclastia!

sábado, 16 de abril de 2011

Arte a todas horas (4) El Coliseo mancillado

El impresentable Berlusconi sigue mostrando el camino. Hace unos días, a cambio de invertir una considerable cantidad de dinero en la restauración del Coliseo, llegó a un acuerdo con un magnate del calzado para que pueda explotarlo durante 15 años, incluida su imagen. Ver asociado un icono cultural de la envergadura del Coliseo a una empresa de calzado es algo que para muchos traspasa todos los límites, que hace encender todas las luces de alarma. Además de otros muchos ejemplos del deterioro en la gestión del patrimonio, Berlusconi no hace sino cumplir con el programa ultraliberal, que no es otro que la entrega del Estado a las corporaciones mercantiles y financieras. No era tanto aquello del “Estado mínimo” cuánto “el Estado para nosotros”. Estamos asistiendo a una ocupación paulatina de lo público por parte de la empresa privada. No solo hemos tenido que contemplar atónitos el espectáculo del desvío de enormes cantidades de dinero público al saneamiento de bancos especuladores sino además vemos ahora cómo el patrimonio histórico-artístico toma el mismo rumbo. Para ello han tratado de convencernos que la gestión pública es onerosa e ineficiente. Lo será siempre y cuando los que tienen la responsabilidad de hacerlo sufran de una alergia declarada a todo lo que no huela a facturación en la caja del amigo. Hasta no hace mucho se admitía que los objetivos de los servicios públicos o de la gestión del patrimonio en sus múltiples aspectos no podían ser los mismo que los objetivos de una empresa privada. Pero el discurso fue cambiando a la par que se extendía esta maléfica marea ultraliberal. Luego se empezó a introducir lo que se llamó eufemísticamente “criterios de eficiencia”, como si la eficacia solo fuera una cualidad propia de la empresa privada. Al mismo tiempo, se fue haciendo hincapié en que el gasto público es, en cualquier caso, una forma de derroche injustificado. Mejor dejar que los de siempre hagan negocio que así al resto nos saldrá más barato. La apelación al bolsillo ha terminado por calar en quienes no tienen nada que ganar en todo esto. El adormecimiento de la población por esta poderosa sociedad del entretenimiento de masas hace el resto. La degradación moral y social de una parte importante de la sociedad italiana, que sigue pensando que el caballero Berlusconi, encarna, al fin y al cabo, una especie de cruzado es verdaderamente alarmante. Pero hay que negar la mayor: la enorme pifiada de la crisis económica, la gestión irresponsable de la cosa financiera por parte de los banqueros, la ceguera provocada por la codicia, por poner solo algunos ejemplos, hacen que haya que tener enormes prevenciones a la hora de confiar en esa sacrosanta gestión privada de esto o aquello. Es preferible una gestión pública, con un importante control ciudadano, sobre todo de aquellos sectores esenciales para la articulación social. Y la gestión del patrimonio cultural no es algo menor, puesto que está en la base de la memoria colectiva. Algo demasiado importante para entregárselo a un magnate de lo que sea. ¿Se imaginan las Meninas protegidas por una cinta de seguridad con el logo de una cadena de supermercados?, ¿a los vigilantes de sala del museo con un peto promocionando alguna bebida refrescante?, ¿comprar una entrada para una importante exposición temporal en la que figure la imagen de alguna marca de chorizos?, ¿lo veremos?

jueves, 14 de abril de 2011

El Cazador de Libros (9) Las armas y las letras

Hoy, en el ochenta aniversario de la proclamación de la II República Española, acabo de leer las últimas páginas de un libro impresionante: “Las armas y las letras” de Andrés Trapiello (Destino, 2010). Se trata de una edición corregida y aumentada de una primera edición aparecida en 1994. Este es un estudio en profundidad de la Literatura que surgió en torno a la Guerra Civil Española. Pero no es un estudio cualquiera. Es una obra absolutamente personal y comprometida, que no se anda a medias tintas, con ánimo polémico desde el primer momento, un tanto iconoclasta, incluso. Trapiello pone el acento en las miserias humanas, a las que no son ajenas los escritores, sus contradicciones y constantes vacilaciones. Pone de manifiesto la difícil convivencia, muchas veces, entre el compromiso político y los principios literarios, en un tiempo en el que solía fundirse la propaganda con la literatura. A veces al lector, como es mi caso, le resulta un tanto duro admitir las pequeñeces y mezquindades de autores como Ortega y Gasset o Gregorio Marañón, las sombras de escritores admirados como Pío Baroja o el lado oscuro del mítico Rafael Alberti o de Pablo Neruda. Pero también reconforta la admiración del autor por Miguel Hernández o Clara Campoamor, entre otros muchos. No es de extrañar, por tanto, que “Las armas y las letras” haya sido un libro polémico desde el principio, recibido con entusiasmo por unos y con exabruptos por otros. Una de sus grandes virtudes es que es un libro que remite permanentemente a otros libros, que abre el apetito por profundizar en autores desconocidos para el gran público o en obras consideradas menores. No en vano el autor hace gala de una erudición extraordinaria en este tema y al mismo tiempo de una prosa personal y agradecida para quien lo lee. La presente edición de Destino es todo un lujo, con abundante material fotográfico e ilustraciones intercaladas entre las páginas que contribuyen al goce visual y a una lectura aún más agradable. Recomendable para quienes disfrutan tanto con la Literatura como con la Historia.

martes, 12 de abril de 2011

El Catalejo (11) Islandia

¿Qué pasaría si empezara a extenderse el rumor de que hay una salida a la crisis al margen de las recetas ultraliberales?, ¿que esta salida, lejos de ser alguna consigna ideológica, se está aplicando con éxito en un país?, ¿que las milongas que nos han contado sobre la necesidad de rescatar a los bancos y a las grandes corporaciones financieras como el requisito ineludible para salvarse de la quema es pura bazofia? Pues este rumor está tomando cuerpo en la pequeña Islandia. Los escépticos dirán que al fin y al cabo Islandia es un país pequeño, poco influyente y representativo. Pero el caso es que este país atlántico fue propuesto en su día por el FMI como todo un ejemplo a seguir después de que se lanzara desenfrenadamente por la senda del capitalismo financiero y especulativo. Esto llevó a Islandia a una auténtica bancarrota. Y lejos de seguir esta vez las recomendaciones hechas por los mismos responsables de todo este desaguisado los islandeses optaron por romper la baraja. Después de un referéndum, forzado por la misma ciudadanía, el 90% de los votantes bloquearon el pago con dinero público de la deuda bancaria. ¡Toma ya! Se acabó la inversión de dinero público en sanear a la banca, en seguir engordando las cuentas de resultados de los altos ejecutivos de los consejos de administración bancarios. Dado que los bancos jamás socializaron sus beneficios los islandeses se han negado ahora a socializar sus pérdidas. Y no contentos con esto la Fiscalía del país ha abierto una investigación contra los banqueros responsables de esta historia. Algunos pueden acabar en la cárcel y no faltan ya quienes han puesto tierra de por medio. Pero lo verdaderamente bueno de esta historia es que, lejos de los pronósticos agoreros frente a semejante atrevimiento, Islandia está saliendo de la crisis -tal y como señalan la mayoría de los indicadores macroeconómicos. Es decir: hay vida más allá del recetario ultraliberal, hecho a medida de quienes están acostumbrados a llenarse los bolsillos a manos llenas. Además, Islandia ha decidido fortalecerse socialmente encarando un nuevo proceso constituyente caracterizado por un procedimiento de democracia directa, al margen de los partidos. Una nueva revolución pacífica a la que, sin embargo, se está silenciando de manera vergonzosa. ¡No sea que cunda el ejemplo!

domingo, 10 de abril de 2011

El Catalejo (10) Por qué "Sí se Puede"

En una de nuestras interminables charlas políticas en la mesa de la cafetería del centro, hubo un momento en que pensé: “esto de hablar y hablar está bien pero ¿y qué?”, “¿he conseguido algo más que un momentáneo desahogo?”, “¿vale la pena dedicar tantas energías a análisis de salón?”, “¿se consigue algo a base solo de arrebatos de indignación?”. Esta tendencia mía a complicarme la vida me llevó a pensar seriamente en que habría que hacer algo más. Eché un vistazo al catálogo de posibilidades. Se puede contribuir a la construcción de una sociedad más justa desde diversas perspectivas, eso es indudable. Hasta ahora la militancia política era un tema tabú para mi por pura alergia al concepto mismo de “militaris”. Habría que buscar algún lugar donde la jerarquía y el ordeno y mando fuera una cuestión residual. Tampoco he sido nunca un ácrata así que toca tirar por el término medio, haciendo caso al viejo Aristóteles. Democracia y compromiso, cooperación y organización, asamblearismo y responsabilidad -estas podrían ser la salida. Luego viene la cosa ideológica (que no parece tan muerta como algunos quisieran). Mi autoconcepto como eco-socialista (definido a trancas y barrancas a lo largo de los años) cierra un poco el terreno, no cabe duda. En ese momento entra en escena mi desconfianza absoluta por los grandes partidos (los partidos / empresas), que funcionan como testaferros de oscuros intereses y en los que todos compiten por despistarnos con matices que disimulen su coincidencia en lo esencial. Como, obviamente, no hay nada más lejos de mi que medrar en alguna de estas organizaciones (lo que no quiere decir que todo el que pertenezca a las mismas lo haga, cuidado), me encanta mi trabajo y no sueño con ningún coche oficial a corto ni a larguísimo plazo habría que buscar entre algún tipo de organización pequeña y diferenciada. Es deseable que esta organización esté en un proceso aún de construcción (los procesos a este nivel son más interesantes), que desprenda entusiasmo y capacidad de aglutinamiento, que no haya perdido el espíritu de la utopía y la sensibilidad de lo cercano, que aspire a un proceso de transformación social desde abajo... Demasiados requisitos, lo sé. Pero ¿hay alguna opción con un campo de búsqueda tan restringido? Sorprendentemente la hay: Alternativa Sí se Puede. Y aquí me tienen, embarcado en esta pequeña nave que aspira a llegar al puerto de la democracia, el regeneracionismo, la justicia social y la defensa del medioambiente. Un grupo de “irreductibles galos” que tratan de mantener vivo el llamado “Espíritu de Vilaflor”: un histórico episodio en el que toda una isla se echó a la callé para parar uno de tantos desaguisados medioambientales que la oligarquía gobernante pretendía llevar a cabo en esta Ínsula de Barataria. Una contestación social que desembocó en la mayor manifestación que ha visto esta tierra jamás y que descolocó completamente a los prebostes locales. De ahí nació una confluencia de ciudadanos y colectivos que apostaron por una política auténticamente de izquierdas y no por el ejercicio del marketing, el cinismo y la mediocridad. Un proyecto que entienda que la economía debe estar al servicio de las personas y no las personas al servicio de la economía. Que tenga el punto de mira donde debe: en el bienestar ciudadano y no en proteger los intereses del gran capital. Que camine hacia un nuevo “pacto” con la Naturaleza, sabiendo que de ello depende nuestra supervivencia como especie y nuestra viabilidad como comunidad. Que recupere la política como el ejercicio natural de la ciudadanía y no como el oscuro oficio de personajes de dudosa calaña. Hay que pensar que introducir espacios de cambio y transformación real es posible, que con argumentos, transparencia y honestidad es factible convencer a la ciudadanía de que otro modelo económico, otra manera de entender la política y las relaciones sociales, otro acercamiento al medioambiente que nos sustenta es necesario y en ello nos va el ser o no ser. En definitiva: que “Sí se Puede”.

viernes, 8 de abril de 2011

El Impertinente (4) Más democracia

Ahora que, gracias a nuestros vecinos árabes, la palabra “democracia” parece que ha vuelto a ponerse de moda conviene aprovechar el impulso. Hemos vuelto a “descubrir” que la democracia es algo fundamental, una forma de vivir por la que claman muchos pueblos. En estos lares nos sentimos a salvo de esas convulsiones. Vivimos (aparentemente) instalados en un régimen democrático que podría ser la envidia de los demás. Pero ¿es esto exactamente así? ¿qué hay debajo de la alfombra? Con las elecciones a la vista resulta desalentador comprobar de nuevo algunas cosas. Por ejemplo: ver a las mismas personas presentarse una y otra vez a los mismos puestos (o a otros, que lo importante es pillar algo). Es uno de nuestros males endémicos: la profesionalización de la política o, lo que es lo mismo, la desvirtuación de la democracia. Hay algunos políticos de toda la vida que le tienen pánico a verse sin el coche oficial, volver al anterior trabajo (si lo tiene) o abandonar la parcelita del ordeno y mando. Además, más de uno debe pensar que sin él deviene el caos. Alguno debe haberse planteado el reto de salir con los pies por delante del despacho. ¡Con lo bien que se vive sabiendo que uno no es imprescindible! En esta sociedad del ultraliberalismo globalizado los ciudadanos cada vez pintamos menos. Se nos ha dicho que algo tan esencial para la vida del personal como la política económica escapa a nuestras entendederas y a nuestra voluntad. Eso es cosa del Banco Central Europeo o del Fondo Monetario Internacional -argumentan. Es decir, que al final quienes toman las decisiones importantes no han sido en ningún modo elegidos por la ciudadanía. Bonita forma de democracia. Muchos querrían reducir la cosa al cumplimiento del voto cada cuatro años y, además, entre tres o cuatro partidos (que votar a otros es “desperdiciar” el voto). Partidos que para encontrar entre ellos diferencias de fondo habría que hacer un concienzudo estudio con lupa. Al final tenemos otra forma de perversión: la partitocracia, que es a la democracia lo que la arteriosclerosis a la circulación de la sangre. La partitocracia, el reparto del pastel entre los partidos de siempre, estrangula el libre juego de la democracia y constituye una forma sutil de control social. De esta manera los partidos se comportan más como empresas que como fórmulas de representación social e ideológica. Particularmente, a quien suscribe, le resulta desagradable asistir al desempolvamiento de las mismas pancartas por estas fechas pre-electorales. Presenciar de nuevo el pulso entre las distintas estrategias publicitarias, técnicas de mercadotecnia política, arrebatos de entusiasmo ciudadano, caravanas de coche con las mismas sintonías elección tras elección y las viejas y desgastadas banderitas al aire, propósitos de enmienda o de cambiarlo todo para que al final todo siga igual. Cansino, muy cansino ¿no les parece? Si de verdad se quisiera profundizar en la democracia se avanzaría en cosas tales como: listas abiertas (¿por qué no votar directamente al candidato a un puesto de representación entre los que presenta un partido y no únicamente al que encabeza la lista?), programas participativos (si uno tuviera que suscribir el cien por cien de un programa electoral para votar a un partido jamás pasaría del voto en blanco), fomento de una auténtica participación ciudadana (¿por qué no permitir que sean los administrados los que decidan directamente las prioridades del gasto público?), limitación estricta de la duración de un cargo político (una porrada de años de una misma persona al frente de un mismo puesto no puede ser bueno, se termina pensando que el ayuntamiento o lo que sea es una extensión del patio de su casa) y un largo etcétera. En fin, estas y otras cosas, supondrían una auténtica “regeneración democrática”. Una palabra que escasamente se oye pero que es más necesaria que nunca. Así que visto lo visto me parece que no estamos aquí para tirar cohetes ni para dar demasiadas lecciones de democracia. El único camino posible entonces es profundizar en ello. Hace falta ¡más democracia! Y menos propaganda.

miércoles, 6 de abril de 2011

El Aula (7) Bachillerato segregado

El “Bachillerato de excelencia” que la Comunidad de Madrid se ha sacado de la manga está, lógicamente, dando mucho que hablar. A primera vista podría parecer una de esas medidas de calidad que tan perentoriamente necesita el sistema educativo pero a poco que acerquemos la lupa la cosa empieza a oler a chamusquina. Lo habitual en la derecha es la formación de las élites sociales, esto es, de sus propios vástagos, normalmente. Aunque el acceso a ese bachillerato pueda ser gracias a una nota media lo cierto es que, a poco que se haga un estudio rudimentario, podrá determinarse claramente la variable posición socieconómica / rendimiento académico. Por eso estas medidas, a la postre, si no vienen insertadas en una política más amplia de carácter social (cosa a la que es alérgica la derecha) terminan convirtiéndose en otro espejismo más de los muchos a los que estamos acostumbrados en nuestro sistema educativo. Un problema nada menor es que conceptúa al resto del bachillerato, sobre todo aquel que se imparte en los centros públicos, como un bachillerato de segunda. En un momento en que los recursos públicos (dicen) son tan escasos canta un poco que se destinen partidas a montar centros de élite en vez de contribuir a elevar el nivel medio de la enseñanza en general. Para que luego digan que en estas cuestiones la ideología no es importante. Un centro educativo al igual que debe atender al alumnado con dificultades de aprendizaje debe (o debería) hacerlo con el alumnado con un rendimiento excepcional. Pero, al final ¿por qué no se hace? Este es el tipo de reflexión que habría que hacer y al que también suele ser ajena la derecha. Desvelaría seguramente las carencias del sistema. Y estas no se resuelven creando una red paralela de centros exclusivos -receta facilona y que en el fondo no arregla nada, por lo menos de lo sustancial. No se trata, además, de que cuestionar esta medida suponga atrincherarse en el igualitarismo propio de la izquierda. Se trata de que esto atenta, sencillamente, contra la necesaria pluralidad del aula. Una de las cosas que más daño le ha hecho a la escuela pública han sido los conciertos educativos. Esto provocó una huida importante de las clases medias hacia una escuela, anteriormente privada, a la que siempre consideraron, con fundamento o no, como un lugar de excelencia. La consecuencia fue un “empobrecimiento” (digámoslo de esta manera) de la escuela pública, al menos desde su configuración socio-económica. El papel que se le asignó fue prácticamente asistencial. Y para “cuidar” al conjunto de la población no hacen falta tantos recursos. Con esta nueva filosofía pasará otro tanto: la segregación del alumnado más brillante tendrá como efecto un aumento de la brecha con el resto en la que la parte más débil siempre termina siendo la más perjudicada. Prefiero la filosofía del “educarnos todos y todas juntos en mutua cooperación y convivencia”. Estoy convencido de que de esta manera el alumnado de mayores capacidades también saldrá ganando.

domingo, 3 de abril de 2011

Filosofía de la Máñana (5) Laicismo cuaresmal

No sé si es casualidad que algunas cuestiones propias de la Filosofía de las Religiones puedan abordarse en estas fechas de Cuaresma, pero tiene su aquello. Abordar ciertos temas desde la óptica crítica de la Filosofía, con un poquito de análisis comparado y mucho de ciertas informaciones de las que no se contemplan en las distintas doctrinas oficiales, puede obrar “milagros”. En realidad bastarían dos enfoques: uno desde el punto de vista histórico, entendiendo el entramado religioso en su devenir institucional, enfrascado en la lucha por el poder y las ansias de dominación y otro planteando, necesariamente, el concepto de “laicismo”. Desde esta perspectiva aún podríamos apreciar ciertos resabios teocráticos que convendría revisar. Por ejemplo: ahora que entramos en vísperas de la Semana Santa asistiremos de nuevo a esa ceremonia de la confusión y la pleitesía (por decirlo de alguna manera) en la que el poder civil se somete, aunque sea simbólicamente, al religioso. No otra cosa es esa rancia imagen de alcaldes y ediles, varas de mando en mano, caminando circunspectos detrás de la Virgen de turno. Esta imagen que a algunos se les antoja piadosa y hasta entrañable esconde un significado nada inocente. Es el resultado atávico de entender aún lo político como subordinado a lo religioso, todo un atisbo medieval. Al igual que esa manía por nombrar a determinadas imágenes como alcaldes perpetuos o patronas generales de no sé qué. Uno no tiene nada en contra de que las distintas confesiones religiosas puedan hacer sus exhibiciones en la vía pública, también tienen derecho a ello - aunque en algunos sitios, como este en el que me encuentro, la celebración de medio santoral pueda convertir la cosa en algo verdaderamente fastidioso para los transeúntes como yo. Claro que hay quien pretende llegar a un puesto de representación política a base de ejercer de costalero. Y es que la cosa piadosa sigue tirando, como se sigue pensando que un colegio religioso es al final una mejor opción educativa o que hacer la comunión no le hace daño a nadie. Está claro que estas son cosas que pertenecen a la esfera de las decisiones privadas pero también están inscritas en un suelo social, en una suerte de medioambiente que ejerce una cierta presión (sobre todo cuando un derecho personal termina convirtiéndose casi en una obligación colectiva). La única posibilidad de encontrar el adecuado equilibrio entre la distintas opciones y asegurar la completa neutralidad del espacio público es el laicismo. Hay que superar esa falacia del recurso a la tradición, del orden inamovible de las cosas, de la falsa seguridad del “siempre se ha hecho así”. Lo mejor de todo es, indudablemente, comprobar cómo esa forma de hacer las cosas no suele resistir un análisis mínimamente riguroso, todo lo más genera un cierto atrincheramiento; algo propio, por cierto de quien utiliza la fe como una especie de bunker a prueba de cualquier cosa.

viernes, 1 de abril de 2011

El Catalejo (9) La Casa Amarilla, monumento a la ignorancia

La Casa Amarilla en el Puerto de la Cruz podría ser hoy una Casa Museo dedicada al estudio de la obra del primatólogo y psicólogo alemán Wolfgang Köhler, entre otras cosas. Sin embargo se ha convertido en un monumento a la ignorancia de nuestros paisanos (por decirlo suavemente) y la estulticia de nuestras administraciones. En esta casona canaria se desarrolló entre 1913 y 1918 una serie de investigaciones pioneras sobre inteligencia animal gracias a la decisión de la Real Academia Prusiana de las Ciencias de establecer en la isla de Tenerife el primer laboratorio de Antropoides del mundo. Al frente del mismo se situó al citado Köhler, co-fundador de la Psicología de la Gestalt, que adquirió con los años una gran relevancia. Tal y como pudimos comprobar en la charla que impartió en mi centro el secretario de la Fundación Wolfgang Köhler, con estos avales esta casona canaria reúne méritos suficientes para convertirse en un centro de referencia mundial en el género. O al menos para que pueda ser restaurada como merece dado su lamentable estado ruinoso. Claro que para eso tendrían que darse otras circunstancias: una cierta combinación de cultura ciudadana y un mínimo nivel de sensibilidad e inteligencia de nuestra “clase política”. Toda una misión imposible. Si esta casa hubiera estado ubicada en casi cualquier otra parte del mundo no habría pasado lo que aquí, estoy seguro. Cuando no hace mucho el Gobierno de Canarias declaró la casa como Bien de Interés Cultural esta fue, al parecer, prácticamente derruida por sus dueños con la, también al parecer, cierta complicidad por omisión de alguna administración. Hay que tener en cuenta que la casa tiene la mala suerte de estar situada en medio de unos terrenos muy apetecibles desde el el punto de vista urbanístico. Suena esta historia ¿verdad? Ahora que se habla de la diversificación económica o de buscar nuevas formas de atraer turismo a estas islas maltrechas parece pedir demasiado el que algunos entiendan que aquí tenemos un filón ligado a la astrofísica, la vulcanología y en este caso a la primatología que podría explotarse sin complejos de ningún tipo. Y esto lo digo por la sacrosanta rentabilidad económica. Lo que está claro es que, tal y como ha puesto de manifiesto la célebre primatóloga Jane Goodall, la Casa Amarilla podría convertirse en un centro polivalente como refugio de chimpancés huérfanos y un lugar donde se “retomasen” las investigaciones en inteligencia animal casi un siglo después. Es de suponer que una nueva estación de primates atraería a un buen número de especialistas y, por qué no, de público en general. Al mismo tiempo, es un deber ciudadano, aunque esto parezca un exceso de utopismo cívico, conservar nuestro escasísimo patrimonio histórico, artístico y cultural. Algo de lo que no andamos sobrados en estos pagos y que aún es considerado por muchos más como un problema que como una oportunidad.