Después de ver “El Dictador” (2012) uno solo tiene dos
opciones ante Sacha Baron Cohen: o rasgarse las vestiduras en nombre de la decencia y las buenas
costumbres o rendirse incondicionalmente ante la capacidad de transgresión sin
límites de un tipo que, claramente, está más allá del bien y del mal. Si con
Borat se ganó, y no era para menos, la declaración de enemigo público número uno de Kazajistán, con El Dictador, el actor y director inglés traspasa todos
las líneas rojas de lo políticamente incorrecto. Más allá del afán escandalizador
hay en los personajes de Baron Cohen una carga de profundidad directa y
demoledora a la hipocresía y la doble moral de occidente. Su aparente desdén
por las convenciones culturales, sexuales, religiosas, éticas, etc. admite otra
lectura. Este hombre ha sabido captar el oscuro trasfondo que en realidad rige
el orden social y utiliza para ello una de las mayores armas de destrucción
masiva que se conocen: el humor. Un humor irreverente, corrosivo, descarnado y
obsceno en no pocas ocasiones. La escena en el que el dictador se dirige a los
políticos mundiales en una sala de lo ONU recomendándoles un régimen
totalitario como mejor forma política y poniéndoles como ejemplo lo que ellos ya
hacen es, sencillamente, impagable. El
momento en que su consejero y traidor pacta con un político chino homosexual y
altos ejecutivos de las principales petroleras del mundo la venta de los
yacimientos de su país a cambio de generosas comisiones es más demoledora que
cualquier sesudo tratado de teoría política. En su asistencia al parto de una mujer
en medio de una tienda se le fue la cabeza por completo, pero Cohen tiene la
particularidad de que en el proceso de progresivo enloquecimiento de su
película hasta eso termina por tener cabida. Vueltos al mundo real, uno tiene
la sensación de que la línea que separa las convenciones sociales de un circo
de lo absurdo es más delgada de lo que parece. A lo mejor el protagonista
de Borat y Aladeen terminará
convirtiéndose en una especie de filósofo nihilista del siglo XXI que filma con
el martillo, escandaliza a los bien pensantes de medio mundo y nos rompe la mandíbula a carcajadas al
resto. Bien por Sacha Baron Cohen, el segundo periodista más famoso de
Kazajistán y el Almirante General más disparatado de todos los almirantes
generales del planeta (y miren que hay una buena corte de candidatos –oficiales
y encubiertos).
domingo, 26 de agosto de 2012
jueves, 23 de agosto de 2012
Gene Kelly que también estás en los cielos.
Gene Kelly hubiera cumplido hoy cien años. ¡Cien años! Me sorprende
de entrada que uno de mis más admirados personajes tenga edad, que no sea un
personaje fuera del tiempo, anclado permanentemente en los 40 años que tenía
cuando rodó “Cantando bajo la lluvia”. Quizás no fuera uno de los mejores
actores de su época pero como bailarín, como productor y como artistas nos legó
un puñado de películas inolvidables. Al clásico indiscutible ya mencionado,
habría que añadirle una de mis favoritas: “On the Town”, un musical que marcó
época y que fue de los pioneros en salir a la calle y abandonar los decorados
de cartón piedra. O ¿qué me dicen de “Un americano en París” y sus números
inmortales? ¿Quién no se ha puesto a tontear alguna vez con un paraguas bajo la
lluvia o ha esbozado alguna mala imitación de claqué? Yo sí, aunque con
resultados, evidentemente, desastrosos. Frente al acartonado y excesivamente
atildado Fred Astaire, Kelly sigue resultando un tipo moderno, atrevido,
acróbata (no en vano estaba dotado de una fuerza y elasticidad excepcionales).
Supo retirarse a tiempo y pasar a segunda fila cuando ya el cuerpo empezaba a no estar para grandes alegrías. Era un
obseso perfeccionista y exigía que los números musicales se ensayaran hasta la
extenuación. El “pobre” Frank Sinatra lo pasaba fatal con él, no en vano era un
tipo más proclive a vivir de su carita que a meterse a un maratón de ensayos
entre pecho y espalda.
Llevo tiempo intentado encontrar alguna bibliografía en
español sobre Gene Kelly, pero ¡nada! Ni siquiera con la excusa del centenario,
como suele pasar en otros casos, parece haberse movido la cosa. Así que si
algún lector tiene noticia de ello este humilde bloguero le estará muy
agradecido. Reconozco que Kelly era un tipo que me causaba, y lo sigue haciendo,
una profunda admiración. Gestualmente apenas iba más allá de esbozar su
característica sonrisa marcada por esa cicatriz suya de la mejilla. Pero cuando
se ponía en movimiento… A mí esta movida
de los grandes musicales siempre me ha parecido el género más fascinante del
séptimo arte. Incluso he llegado a pensar que si convirtiéramos la existencia
en un gran musical otro gallo nos cantaría (o nos bailaría). Gene Kelly que
estás en los cielos, márcate unos pasos y alégranos esta maldita y mediocre
existencia dominada por peperos y mercadeos.
martes, 21 de agosto de 2012
Previsores
Hace algo
menos de veinte años, en el transcurso de un acto público en el que el político
de turno responsable de las grandes infraestructuras de esta ínsula trataba de
justificar la última de sus mega ocurrencias, tuve la oportunidad de hacer una
pregunta claramente impertinente: ¿tiene usted alguna proyección de las
posibles condiciones de vida en esta isla a diez, veinte o treinta años? El político me miró como si le hubiera
preguntado por el Teorema de Fermat. El caso es que uno, en mi ingenuidad de entonces,
pensaba que los políticos también estaban para eso, para gestionar y tomar
decisiones mirando al futuro. Por supuesto que en aquella reunión se nos
aseguró que esa y otras infraestructuras eran las condiciones necesarias para
un futuro económico y social esplendoroso para esta tierra y que los que ponían
objeciones no eran sino peligrosos cavernícolas, abonados al ‘no’ a todo. Pues
bien, un par de lustros después (y con unas cuantas obras faraónicas de por
medio) estamos donde estamos, en medio de una crisis económica galopante que
tiene a nuestras islas en un increíble e inasumible 30% de paro. Es cierto que
desde entonces ha habido quienes han ganado mucho dinero con todo esto, que
todo se ha multiplicado por no sé cuánto, que los municipios han crecido de
manera exponencial muchos de ellos. Pero, curiosamente, esto no nos ha librado
del gran batacazo. Es más, en cierto sentido nos ha llevado a él. Previsores
que somos…
Mientras el
beneficio económico inmediato de unos pocos siga siendo el motor de las
decisiones de calado que se toman en estas islas no tendremos remedio alguno. Y
mientras el personal piense que las cosas no pueden ser de otra forma pues más
de lo mismo. Al final, lo único que
hemos conseguido es condenar a una o varias generaciones de jóvenes a tener que
marcharse de su tierra. Tenemos a una hornada de sociólogos, psicólogos,
científicos y un largo etcétera cuidando niños en Londres o repartiendo pizzas
en París. Y es que aquí, por muchos planes insulares de esto o de lo otro, mucho
documento técnico sobre ordenaciones de todo lo ordenable, en realidad se
carece de una perspectiva seria (o dicho de otro modo, sostenible, viable y
justa) del futuro de estas islas. Sobre todo porque se sigue apostando por un
modelo de crecimiento que está ya absolutamente caduco, basado en la
construcción, el turismo de masas y el faraonismo para mayor gloria del
mandamás que toque. Un modelo de “coge el dinero y corre”. Un modelo que nos ha
dejado las costas de esta isla que da pena verlas, pueblos abigarrados con su
identidad borrada (la mayoría de ellos), un parque automovilístico brutal y,
quizás, lo que es peor, la misma pobreza cultural que antes. Bien se dice que
lo peor, con todo, son las manías de nuevos ricos que nos entraron en las
últimas décadas. Pensábamos que esto iba a ser una especie de Montecarlo pero a
lo bestia, sazonado, eso sí, con mucha romería y exaltación de la cosa
verbenera-folklórica (con todos mis respeto por los verbeneros -folklóricos). El
caso es que perdimos (si es que llegamos a tenerla alguna vez) todo rastro de
memoria histórica. Nos olvidamos que esta tierra, en su fragilidad, fue tierra
de inmigrantes, que esto fue debido en gran parte a los sucesivos monocultivos,
a la estructura política caciquil, a nuestra dependencia económica, la nula
diversificación productiva… Más o menos como hasta ahora. No sé porqué me he
acordado en estos días de aquel político de entonces.
viernes, 17 de agosto de 2012
La educación prohibida
Congratula comprobar cómo, de vez en cuando, la educación se
pone en el primer plano, pero no por los miles de desastres que la aquejan,
sino porque todavía hay quien apuesta por una “revolución” en los fines y en
los medios. “La educación prohibida”, una especie de película – documental, de
factura independiente y libre distribución, está inspirada en los principios de
pedagogías que, si bien no son nada nuevo (como son las pedagogías Waldorf o
Freinet), siguen resultando un soplo de aire fresco en medio del proceso de
cosificación de la educación y por ende del ser humano que estamos viviendo. Hace
poco oía alarmado en una tertulia radiofónica cómo se ensalzaba al modelo
educativo surcoreano, en tanto que base de su enorme crecimiento económico, y
se hacía un llamamiento para que este pobre país nuestro tomara buena nota del mismo.
¡Horror! Esos tertulianos quizás desconocían (o lo que es peor, poco les
importaba) que este país tenga la mayor tasa de suicidios escolares del mundo y
que su modelo educativo cuasi militarizado sea absolutamente inhumano. Parece
que todo puede ser sacrificado ya en el altar de los mercados, incluida la vida
de nuestros niños. Es sintomático que una
película que habla de amor, libertad, respeto y creatividad en la educación, en
las escuelas, cause todavía tanta sensación, sobre todo si tenemos en cuenta que es una
producción hecha al margen de los circuitos comerciales y que ha tenido una
recepción exponencial en las redes sociales. La abarrotada Sala Timanfaya del Puerto de la
Cruz era buena muestra de ello.
Por otra parte, también es un síntoma de la terrible deriva
que ha llevado la enseñanza (en especial la pública) en los últimos años,
obsesionada (informes Pisa mediante) con la cuantificación, la burocratización
(enmascarada bajo certificados de calidad y otras zarandajas) y el reglamentarismo.
En todo este proceso se ha ido perdiendo la noción de una educación centrada en
el desarrollo integral de la persona para terminar, de nuevo, en una visión
industrializada donde cualquier atisbo de vida creativa, alegría y empatía es
convenientemente cercenada. “La educación prohibida” pone el acento en un
debate ya antiguo pero no por ello (lamentablemente) desfasado. Como profesor
siento un poco de rubor al comprobar cómo, de alguna manera, uno contribuye a
mantener esa visión notarial de la
educación. Pero, esta batalla no se resuelve de un día para otro (aunque ya
empieza a durar demasiado). Por ponerle un “pero” a la película habría que
decir que quizás tiene un exceso de metraje y resulta un tanto redundante en
los mensajes nucleares. Aunque, pensándolo bien, el proceso educativo también
suele tener un exceso de metraje y ser redundante en los mensajes nucleares. Las
mejores cocciones son las que se realizan a fuego lento. Al final de la
película una veintena de irreductibles protagonizamos un animado debate que
terminó, como no podía ser otra forma, recorriendo los caminos de la política y
la naturaleza humana.
Postdata 1. Hacía diez años que no veía una película en esta
Sala, el tiempo justo que lleva mi padre fallecido, y del que era acomodador y
taquillero. Me pareció verlo detrás de la cortina con la cara de satisfacción
que se le ponía cuando en algún estreno el
aforo estaba a rebosar y sentía que el cine era una cosa importante.
Postdata 2. Aprovecho para felicitar a Mónica Lorenzo,
empresaria cultural portuense, por su heroica apuesta por mantener viva esta
llama en medio de los tiempos oscuros que nos ha tocado vivir.
jueves, 9 de agosto de 2012
De Curro Jiménez a Sánchez Gordillo
Pues se ha muerto Sancho Gracia, el actor que encarnara al
bandolero más guay que ha parido las sierras andaluzas. ¿Quién de una cierta
edad no recuerda esa épica musiquilla de la cabecera de la serie mientras
aquellos jinetes, trabuco en ristre, no terminaban nunca de acercarse en el
horizonte? Curro Jiménez en su lucha contra los franceses invasores repartía
justicia y unas monedillas entre los aldeanos y labriegos, la grey
proletaria de aquellos tiempos. Pues muerto Curro Jiménez nos ha salido otro “bandolero
bueno”, Manuel Sánchez Gordillo, diputado andaluz y alcalde de Marinaleda. La
reciente acción de este antipolítico ha desatado todas las alarmas del Sistema (así,
con mayúscula). No hay nada más desarmante que aplicar una lógica simple: 1) en
las grandes superficies hay muchos alimentos que son objeto de especulación económica,
2) hay un número exponencialmente creciente de personas que pasan hambre, por
tanto, 3) anteponiendo un criterio de humanidad expropiemos esos alimentos.
Desde un punto de vista ético es un razonamiento completamente plausible. El
problema es que en nuestro mundo la ética se da de tortas con la política. Por
eso, y como buen bandolero, Sánchez Gordillo ha sido proclamado enemigo número
uno del Leviatán de nuestros días, no sea que la cosa se propague y a los
menesterosos del mundo les dé por saciar su hambre directamente de las
estanterías de las grandes superficies y ¡adiós al negocio! Es de suponer que
estos sindicalistas de los de antes (nada que ver con el sindicalismo oficial
recibido con la correspondiente chaqueta y corbata por nuestro Jefe del Estado
especializado en elefanticidios) han sopesado muy bien el alcance de su acción.
Y es de suponer también que los consejos de administración de las grandes
superficies estén temblando no sea que los nuevos bandoleros acaben con esta
invasión, no ya de los gabachos, sino de los bancos teutones que nos tienen
bien acogotados y de la mancha de aceite ultraliberal que se propaga por todas
partes. La pregunta es ¿Curro Jiménez habría hecho lo mismo?, ¿aparecería el apuesto bandolero junto a sus inseparables Algarrobo y Estudiante, al final de la calle, sobre sus corceles de fina raza española, entrando a saco en un Mercadona? Y mira que nos
caía simpático este hombre.
martes, 7 de agosto de 2012
Entre Marilyn y Audry
Acaba de conmemorarse el cincuentenario de la muerte de Marilyn
Monroe. Siempre he dicho que si se inventara una máquina del tiempo me gustaría
trasladarme a aquella habitación de su casa californiana donde Marilyn pasó su
última noche. ¿Suicidio o asesinato? Otro de los muchos enigmas del siglo XX.
Seguramente desde mi atalaya
privilegiada contribuiría a derribar el ya maltrecho mito de los Kennedy. Quizás
el reverso de Marilyn Monroe sea Audry Hepburn, dos de los grandes iconos del pasado siglo que
siguen viviendo una sorprendente aunque bien merecida actualidad. Desde su
condición ya de clásicos perviven más allá del bien y del mal. Y, sin embargo,
son dos figuras aparentemente contrapuestas. La voluptuosa Marilyn es un producto
de los años 50 y la estilizada y frágil Audry, básicamente, de los 60. La
primera tuvo una vida compleja y atormentada, devorada por su propio personaje,
como otros tantos mitos del celuloide. Audry, sin embargo, llevó una vida
discreta y muy alejada de los escándalos propios del medio, lo cual es menos
habitual. Curiosamente, la interminable publicación de las colecciones de fotos
familiares de ambas en los últimos años no ha hecho sino acrecentar sus mitos. Debe ser cosa de los
años, pero suele darse un proceso de identificación con ciertos personajes que
parecen acompañarnos a lo largo de la vida y que representan, de alguna forma,
lo universal de nuestra maltrecha existencia.
Hay gente que se declara más de Marilyn o más de Audry, como
si fueran dos modelos distintos de abordar
el ser y el estar. Pero en este caso, como en tantos otros, hay que sumar. Es cierto que en todo esto hay
algo de perspectiva androcéntrica de entender lo femenino. Bueno, también hay
quienes se declaran más de Marlon Brandón versus Paul Newman y no pasa nada.
Tampoco habría que ser excluyente en este caso. Lo cierto es que esto de la
mitomanía es una cuestión irracional por definición, por lo que no queda otra
cosa que abandonarse gozosamente a las pasiones. Esto me ocurrió esta mañana
cuando una biografía de Audry Hepburn me habló en una librería y ni corta ni
perezosa se apoderó de mi cartera (no sé si he comentado en alguna ocasión que
a mí los libros me hablan y que al igual que los relojes de Cortazar son ellos
los que me poseen y no al revés como al resto de los mortales). La suma no solo de estas dos megaestrellas del
cine sino de todo el panteón acumulado tiene casi la categoría de patrimonio de
la humanidad. Y, claro, con tanta vieja gloria acumulada, ¿quién tiene tiempo
para los novísimos aspirantes al Panteón de la inmortalidad?
PD. Saldo, por ahora, una pequeña deuda con mi amiga Ane,
quien siempre echa, con razón, un poco en falta algo más de mitomanía en este
blog.
sábado, 4 de agosto de 2012
Sadismo económico
No he leído mejor
definición de lo que está pasando que la que acaba de emplear Ignacio Ramonet
en su Le Monde Diplomatique, “sadismo económico”. No otra cosa es el empeño que
ponen los responsables de la cosa macroeconómica, una aplicación sin límites en
el arte de hacer sufrir a la ciudadanía. Encima, para suerte de estos
prebostes, al personal le ha dado por el rollo masoquista. Y es que las ovejas
aguantan lo que le echen. Elegimos a una corte de plutócratas para que nos dejen
con lo puesto. Personajes a los que la maldita crisis o bien les hace más ricos
o como mucho se ven obligados a prescindir de una de sus muchas empleadas del
servicio o de algún Ferrari de su flota de coches. Y así nos va. Luego los
lobos nos asustan diciendo que si nos portamos mal vendrán otros lobos más
malos aún. Eso lo hemos visto en Grecia,
por ejemplo, donde a pesar del sufrimiento infinito causado a la población al
final se sigue eligiendo a los mismos para administrar la nada. Aquí algunos se
ilusionan con unas elecciones anticipadas o algún tipo de referéndum después de
que, como estaba cantado, el PP hiciera todo lo contrario de lo que propugnaba.
El lógico (y hasta poco) descontento social al final terminará plegándose
mayoritariamente a algunos de los dos partidos que controlan el cotarro. Para
ello ya se pondrá la maquinaria mediática a asustar al personal, como si lo que
ya tenemos encima fuera un juego de niños. Algo muy propio de una pandilla de
sádicos. Si el Marqués de Sade levantara la cabeza se sentiría muy satisfecho
viendo el empeño que ponen los nuevos cachorros del ultraliberalismo con la
fusta y el silicio de siete colas.
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