martes, 7 de agosto de 2012

Entre Marilyn y Audry

Acaba de conmemorarse el cincuentenario de la muerte de Marilyn Monroe. Siempre he dicho que si se inventara una máquina del tiempo me gustaría trasladarme a aquella habitación de su casa californiana donde Marilyn pasó su última noche. ¿Suicidio o asesinato? Otro de los muchos enigmas del siglo XX. Seguramente desde mi  atalaya privilegiada contribuiría a derribar el ya maltrecho mito de los Kennedy. Quizás el reverso de Marilyn Monroe  sea  Audry Hepburn,  dos de los grandes iconos del pasado siglo que siguen viviendo una sorprendente aunque bien merecida actualidad. Desde su condición ya de clásicos perviven más allá del bien y del mal. Y, sin embargo, son dos figuras aparentemente contrapuestas. La voluptuosa Marilyn es un producto de los años 50 y la estilizada y frágil Audry, básicamente, de los 60. La primera tuvo una vida compleja y atormentada, devorada por su propio personaje, como otros tantos mitos del celuloide. Audry, sin embargo, llevó una vida discreta y muy alejada de los escándalos propios del medio, lo cual es menos habitual. Curiosamente, la interminable publicación de las colecciones de fotos familiares de ambas en los últimos años no ha hecho sino acrecentar sus mitos. Debe ser cosa de los años, pero suele darse un proceso de identificación con ciertos personajes que parecen acompañarnos a lo largo de la vida y que representan, de alguna forma, lo universal de nuestra maltrecha existencia.
Hay gente que se declara más de Marilyn o más de Audry, como si fueran dos modelos distintos de abordar  el ser y el estar. Pero en este caso, como en tantos otros,  hay que sumar. Es cierto que en todo esto hay algo de perspectiva androcéntrica de entender lo femenino. Bueno, también hay quienes se declaran más de Marlon Brandón versus Paul Newman y no pasa nada. Tampoco habría que ser excluyente en este caso. Lo cierto es que esto de la mitomanía es una cuestión irracional por definición, por lo que no queda otra cosa que abandonarse gozosamente a las pasiones. Esto me ocurrió esta mañana cuando una biografía de Audry Hepburn me habló en una librería y ni corta ni perezosa se apoderó de mi cartera (no sé si he comentado en alguna ocasión que a mí los libros me hablan y que al igual que los relojes de Cortazar son ellos los que me poseen y no al revés como al resto de los mortales).  La suma no solo de estas dos megaestrellas del cine sino de todo el panteón acumulado tiene casi la categoría de patrimonio de la humanidad. Y, claro, con tanta vieja gloria acumulada, ¿quién tiene tiempo para los novísimos aspirantes al Panteón de la inmortalidad?
PD. Saldo, por ahora, una pequeña deuda con mi amiga Ane, quien siempre echa, con razón, un poco en falta algo más de mitomanía en este blog.

1 comentario:

  1. Que vivan las altas pasiones! Me encanta Marilyn y la Hepburn es todo clase, así que a seguir disfrutando del universo mitómano, mejor cuanto mas irracional.
    Ane

    ResponderEliminar