domingo, 27 de febrero de 2011

Filosofía de la Mañana (4) Filosofía Hoy, la revista.

Hace unos días me llevé una grata sorpresa en el kiosko de una gasolinera. Esta inclinación mía consistente en echar una rápida visual por los estantes de la prensa hizo que descubriera una curiosa novedad: la revista “Filosofía Hoy” que lleva por lema “cuestionar, descubrir, vivir tu mundo”. Incluía un ejemplar del “Así habló Zaratustra” de Nietzsche que rápidamente pasó a engrosar las filas de la biblioteca de mi instituto. ¿Nietzsche? ¿una revista de Filosofía en una gasolinera? Pero ¿qué signo del fin de los tiempos es éste? Había, de todos modos, que comprarla ¿no? Ya le dediqué un post a esto de las revistas de Filosofía para todos los públicos después de que encontrara varios ejemplares en kioskos de París. Y he aquí que no mucho después una editorial se lanza a esta novedosa aventura en España.
“Filosofía Hoy” comienza con todo un clásico de portada: la pregunta “¿existe Dios?”. Una colección de breves bajo el sugerente título “Primun vivere deinde filosofare”, una artículo sobre el tema del momento, “¿el capitalismo se desangra?” en el que confronta las tesis ultraliberales con postulados de izquierda; una entrevista al siempre polémico filósofo Slavoj Zizek, cuestiones de geopolítica, de Ética, una entrevista imaginaria a Tony Judt, un reportaje sobre Barack Obama, un dossier sobre Nietzsche y un largo etcétera. Hay algunas cosas que resultan extrañas, como una especie de consultorio ético y el hecho de que la mayoría de los artículos no vienen firmados sino atribuidos a una suerte de redacción. No hay una línea teórica clara sino que juegan a mostrar la diversidad de enfoques posibles (cosa que tampoco es mala idea, tratándose de lo que se trata). Pretenden, supongo, compensar esto con pequeñas entrevistas e intervenciones de filósofos españoles, sin que estas, por su excesiva concisión aporten gran cosa.
De todos modos, el balance me parece muy satisfactorio. Uno, que se dedica básicamente a la cosa divulgativa, no puede sino ver con agrado estos materiales. De hecho no tardé nada en presentarla en mis clases al grito de “¡la Filosofía en el kiosko, señores!”. Supongo que la editorial en cuestión (Globus) habrá hecho sus estudios de mercado y llegado a la conclusión de que una cosa así era viable. Su maquetación y diseño es realmente moderno y trata de romper moldes. Habrá que cruzar los dedos puesto que no creo que las ansias culturales e indagadoras del personal alienten demasiadas espectativas.
Hay espacio para muchas cosas: para revistas académicas y otras divulgativas y popularizantes. Debemos acabar con pruritos elitistas y dejar que el ejercicio de la Filosofía, en sus múltiples aspectos, cobre terreno. En el mercado existe un amplio plantel de revistas divulgativas de Historia, de Psicología, de Economía, etc ¿Por qué no iba a ver una de Filosofía? La Filosofía, en sus temáticas, enfoques y discursos, en su enorme tradición acumulada, tiene un potencial ingente. Si fuera un saber abstruso únicamente al alcance de iniciados, si fuera un corpus encerrado en esferas académicas restringidas, ¿qué diablos hace esta materia en un Bachillerato?

viernes, 25 de febrero de 2011

El Aula (5) La escuela como comunidad de vida

Hacer. Decir. Tramar... En el fondo la educación es una forma de darle contenido a estos y otros verbos. Y hacerlo hoy en día supone hacer frente a muchos imponderables. El primero de ellos es la dictadura de una programación y el corsé que representa el horario escolar. Cosas que parecen diseñadas, por mucha florituras que se le quieran añadir, con el propósito de laminar cualquier proyecto educativo de un mínimo alcance. Hace unos años, tuve la oportunidad de asistir en Madrid a una conferencia de un experto en innovación del Ministerio Británico de Educación que comentaba que la escuela del futuro estaría organizada de una manera completamente diferente. Proponía una organización flexible, una jornada escolar distribuida en función de las necesidades de los distintos proyectos educativos que un centro tuviera en marcha en esos momentos y no en base a una distribución rígida de horas semanales de las distintas materias. Sí, ya sé que resulta “utópico” y difícilmente aplicable en estos tiempos nuestros. Pero esta propuesta tiene la virtud de hacer que nos planteemos algunas cosas que parecen dogmas de fe. El segundo de esos imponderables son nuestras propias orejeras profesionales, las rutinas pedagógicas y nuestras rigideces mentales.
El caso es que estas cosas me vienen a la cabeza en el momento en el que hemos logrado llevar a buen puerto un acto de homenaje al poeta Tomás Morales, en el marco del Día de las Letras Canarias. Tiene su mérito organizar un evento buscando huecos aquí y allá, no me importa reconocerlo. Un evento que trata de proyectar un trabajo en el entorno y en las familias, que busca movilizar capacidades y competencias de muy diverso signo y que tienen la virtud de entusiasmar al personal, como otros muchos que a diario se llevan a cabo en nuestras escuelas.
Teatro, actuaciones, lecturas... esas cosas que siempre han estado muy incrustadas en la vida escolar y que parecen ya en vías de extinción. Uno se pregunta (deformación profesional, ya saben) qué razones hay para complicarse la vida de esta forma, y más ahora en el que los profesores nos hemos convertido en una clase apaleada y devaluada; qué nos lleva a dedicar recreos, huecos, tardes y horas de desvelo pensando en las cosas que están sin atar. La respuesta que me viene a la cabeza es que lo hacemos porque nos hace mejores. Si no, no me lo explico. ¿Qué es eso de que nos hace mejores? Cuando el conjunto de las distintas sinergias da como resultado una experiencia educativa gratificante y hasta emocionante nunca se es el mismo. Se experimenta un crecimiento personal y profesional realmente valioso. Supongo que eso se llama 'experiencia'. Y esto es válido tanto para un profesor como para un alumno. Hace realidad otro concepto no menos utópico pero que siempre he reivindicado un tanto estúpidamente: la escuela como 'comunidad de vida'. Habrá que detenerse también en esto. La cantidad de horas que un alumno y, ya no digamos, un profesor le dedica a esto de la educación no puede convertirse en algo completamente desgajado de la vida personal (aunque todos necesitemos muchas veces momentos para desconectar completamente). Cuando alguien siente que su trabajo o su paso por la escuela es algo ajeno a las otras facetas de su vida (algo bastante común, por cierto) es un signo más de las muchas formas de la alienación que nos amenaza. Y, como ya he comentado en otras ocasiones, en realidad nos quieren alienados. Es una de las mejores formas de control social que existen. Reivindicar la escuela como lugar de vida, encuentro y complicidades de todo tipo, como un espacio para la creación y la innovación, de convivencia y crecimiento, es una vía insustituible de transformación social. ¿Tiene otro propósito más noble la educación?

martes, 22 de febrero de 2011

El Catalejo (5) Plazas de la Libertad

No es una cosa baladí que las revueltas ciudadanas en el mundo árabe contra sus esclerotizadas dictaduras hayan tenido como centros neurálgicos una plaza pública. Lo que más temen los dictadores de todas las calañas es que las personas, sus súbditos, tengan la funesta manía de reunirse, hablar y tomar decisiones por sí mismos. Por eso suelen apropiarse del espacio público. Éste se convierte únicamente en un ámbito de vigilancia y delación, en el lugar para el culto a la personalidad, para la escenificación de la grandeza del régimen. Lo que está pasando en estos países, en cierto sentido, es una vuelta al ágora. Cuando la gente llega a una situación límite la primera cuestión que se pone de manifiesto es la necesidad de coincidir, de reunirse, de construir un objetivo colectivo, de hablar libremente. Este es el gran pavor de los sátrapas.
Estamos asistiendo a acontecimientos históricos. La ciudadanía de unos países a los que considerábamos como un ente indiferenciado, sumisa al poder, ubicada en una especie de Edad Media y entregada al integrismo islámico, se está revelando como un poderoso factor de transformación, como una ola de libertad y democracia. ¿Quién lo iba a decir hace unos meses? ¿quién se lo iba a decir a los gobiernos occidentales que coqueteaban con los Mubarak y los Gadafi como los incómodos pero necesarios muchachos que nos iban a guardar las fronteras del peligro islámico? ¿quién se va a sacar ahora la foto con este Gadafi totalmente enloquecido que es capaz de ordenar el bombardeo de su propio pueblo? Un Gadafi, histriónico, iluminado y salvaje que no deja de ser el mismo que hasta hace poco plantó su jaima, custodiada por su guardia de recias féminas, en Madrid. El mismo que hasta hace poco cobraba ochenta euros por adoctrinar en el islam y la "revolución verde" a jóvenes italianas en charlas impartidas en universidades del curioso país de Berlusconi.
Las revueltas ciudadanas árabes y las filtraciones de Wikileaks han hecho saltar lustros de real politik. ¿Podrá un líder europeo o norteamericano seguir mirando para otra parte cuando se entreviste con el dictador de turno? ¿será suficiente invocar los intereses económicos propios como excusa para mirar para otro lado? ¿qué postura tomar si, por un casual, vuelve a montarse un nuevo Tiananmen en China? ¿Volvería José Bono a pasarle la mano por encima al dictador ecuatoguineano Obiang Ngema si a la gente le diera por concentrarse en alguna plaza céntrica de Malabo desafiando a las fuerzas represivas? ¿Merece más respeto este sanguinario dictador que un Juan Tomás Ávila que arriesga su vida por reclamar la democracia para su pueblo? ¿Si en Marruecos se armara la gorda y Mohamed VI viera peligrar sus acciones en bolsa saldría nuestra Ministra de Asuntos Exteriores otra vez en su defensa incondicional?
Una cosa se está poniendo de manifiesto: el pulso de la historia está, al final, del lado de la ciudadanía. Sobre todo si esta se pertrecha con las armas de la democracia. En nuestro mundo globalizado los dictadores lo tienen un poco más complicado. De eso se ha dado cuenta el personal que es capaz de atrincherarse en una plaza pública exigiendo más derechos humanos y menos nepotismo.

sábado, 19 de febrero de 2011

Cine a solas (1) El discurso de el Rey

No suelo ir a estrenos, lo reconozco. En este caso, más por casualidad que por intencionalidad, terminé comprando una entrada, sin palomitas ni refrescos añadidos, para “El discurso de el Rey” (dirigida por Tom Hooper). Una película que atrapó mi atención en todo momento y que incluso me emocionó en determinados instantes. En el planteamiento se echa de menos, quizás por esta pasión mía por la Historia, algo más de profundidad en el contexto (unos años, además, apasionantes y turbulentos). Pero supongo que esa no era la intención. De hecho, es un relato de superación. La del Duque de York que en 1936 accedió al trono del Reino Unido como Jorge VI, tras la abdicación de su hermano mayor, el filonazi Enrique VIII, debido a supuestas razones amorosas que en su día levantaron pasiones, con Wallis Simpson. El problema radicaba en que Jorge VI era tartamudo, lo cual suponía un serio inconveniente para sus regias tareas. La película se centra en el momento en el que el Duque de York (Colin Filth) busca la ayuda de un singular logopeda australiano, Lionel Logue (interpretado por el ¡oh casualidad! también australiano Geoffrey Rush). Los planteamientos poco ortodoxos de Logue (para la época, claro) exigían una completa confianza entre el paciente y su terapeuta. Los inconvenientes se presentan de inmediato por las rígidas convenciones y la etiqueta que exige la rancia aristocracia británica. Al final, se abre paso la creciente amistad entre los dos hombres y las ansias de superación del monarca -como no podía ser de otra forma.
Lo más interesante de la película es -perdonen por el tópico- el duelo interpretativo entre Filth y Rush. Dos actores maduros que, junto a un guión bastante sólido y una sobria puesta en escena, dan forma al filme. No estamos frente a un producto elaborado para la promoción de algún joven actor / actriz al que hay que sacarle el mejor perfil. No hay que pedirle tampoco al guión ningún planteamiento próximo a la “lucha de clases” pero sí que se deja ver, cosa que es de agradecer, un cierto reconocimiento de la convención de los papeles sociales (por si alguien no se ha enterado). Vamos, que no hay peligro de convertirse a la causa monárquica, por muy británica que sea la película. Al igual que en la Literatura priorizo las buenas historias, si están contadas de manera solventes mejor que mejor, y este es el caso de “El discurso de el Rey”. Hay que verla.

jueves, 17 de febrero de 2011

El Cazador de Libros (3) Ira Dei

Nunca he sido muy amante de la novela negra. No tengo demasiada inclinación por las tramas policiacas, los asesinatos truculentos o el suspense insoportable. Apenas habré leído alguna cosa de Dashiell Hammett y Patricia Highsmith. Pero en esta ocasión ha caído en mis manos una novela del género en cuestión bastante singular, una novela que he devorado en un par de días. Se trata de “Ira Dei (la ira de Dios)” (Oristán y Gociano 2011) de Mariano Gambín. Para empezar hay que decir que estamos frente a un autor tinerfeño y que la trama de la novela transcurre integramente en la ciudad de La Laguna. Al parecer, la primera edición se agotó enseguida fruto de un creciente boca a boca. Lo cierto es que resulta una experiencia muy curiosa disfrutar de La Laguna como telón de fondo de unos misteriosos crímenes que se repiten en el tiempo. Una ciudad, por cierto, que tiene mucho que decir en su historia centenaria.
He podido leer algunas críticas de gente puesta en el thrillers. Califican, en general, la obra de correcta aunque un tanto arquetípica en los personajes y de un final previsible. Puede ser. En mi caso la compré por pura curiosidad y al final la terminé leyendo de un tirón. Supongo que es lo mejor que se puede decir de un libro.
Habría que comprobar cómo recibiría un lector esta novela sin que en ella influyese el factor lagunero. Un lector peninsular, por ejemplo. Tenemos que pensar que habitualmente nadie tiene reparos en que una novela de asesinatos, policías e investigadores fortuitos transcurra en Londres, Berlín o Nueva York. Se considera, incluso, una cuestión natural. En este sentido es posible que se haya superado un cierto complejo y que una novela ambientada en La Laguna no sea minusvalorada por ello. En mi caso confieso que ha sido un valor añadido. He disfrutado imaginándome la acción de una manera casi cinematográfica en calles y plazas que muchos tenemos en la memoria y a la que guardamos (años universitarios de por medio) un gran cariño. Y es que “Ira Dei” tiene un estilo cinematográfico (supongo que es otro de los elementos distintivos de la novela negra) en ocasiones trepidante. Parece que el autor pretende crear una trilogía con los personajes y ya se anuncia su nueva novela con ambientación lagunera, “El círculo platónico”. He de confesar que me ha picado, de nuevo, la curiosidad.

martes, 15 de febrero de 2011

Acción Solidaria (2) La lucha de Juan Tomás Ávila

Juan Tomás Ávila es un hombre pequeño y enjuto pero de una enorme estatura humana e intelectual. Un ecuatoguineano que mantiene encendida la llama de la libertad y de la dignidad en su propio país. Lamenté profundamente haberme perdido su intervención en el pasado SILA (Salón Internacional del Libro Africano) celebrado en el mes de septiembre en el Puerto de la Cruz. Sucumbí a la tentación de una buena tertulia con amigos en una terraza cercana. Cuando volví al Castillo San Felipe, los que acababan de asistir a la intervención de Juan Tomás salían con un gesto de estremecimiento. “¡No sabes lo que te acabas de perder!” me dijo una amiga que había tenido el buen juicio de quedarse a la conferencia. “¡Qué coraje! ¡qué valor!” -añadió. Intentando purgar mi pecado me acerqué a la librería del SILA y compré una de sus publicaciones: “Otras reflexiones sobre Guinea Ecuatorial” (Pángola 2005), que lleva como sugerente subtítulo: “Cómo convertir este país en un paraíso”. Se trata más bien de una especie de cuadernillo editado en Malabo con evidentes pocos medios. Es una radiografía de las terribles condiciones de vida de un país que está en manos del sanguinario dictador Teodoro Obiang. Un país que podría ser, gracias a sus reservas de petróleo, uno de los más ricos del planeta. Como pasa en muchas otras partes del mundo la familia presidencial saquea el país ante la complacencia de las petroleras y los gobiernos occidentales.
No me resistí a abordar a Juan Tomás y le pedí que me dedicara el librito. Terminamos hablando un rato sobre Guinea Ecuatorial y sobre su decisión de permanecer en el país pese a ser un opositor al régimen -cosa que, evidentemente, supone un serio riesgo para su vida. Su dedicatoria fue tan cordial y cercana como su conversación.
Pues bien, hace unos días Juan Tomás Ávila inició una huelga de hambre con el objeto de reclamar una transición democrática en su país. Su huelga coincidió con la visita del presidente del Congreso de los Diputados de España, José Bono, quien, para variar, fue a darle una palmadita en la espalda al dictador. La política exterior del gobierno español es una extraña mezcla de cinismo y patetismo. Al mismo tiempo que declara solemnemente que nada de lo que pueda hacer el gobierno marroquí afectará al buen rollito con España (¡vía libre, amigos, en el Sáhara!) se apresura a celebrar la caída de Mubarak una vez que los egipcios terminaron por quitárselo de encima. Es una política supuestamente beatífica que al final deviene en la lamentable falta de una ética mínima que observamos día tras día.
Frente a esto, personas que juegan en otra división moral, como Juan Tomás Ávila, son las que marcan la pauta. Los últimos acontecimientos en el Magreb demuestran que también los dictadores tienen los pies de barro. Nada puede parar a una marea ciudadana, sobre todo cuando ésta enarbola la bandera de los Derechos Humanos, la Libertad, la Democracia y la Dignidad. Este hombre nos ha lanzado un reto poniendo en juego lo único que tiene, en puridad, una persona: su propia vida. ¿Qué se puede hacer en la distancia? Afortunadamente, las nuevas formas de comunicación nos permite una capacidad de acción renovada. Ahí están las redes sociales y el correo electrónico. Busquemos formas imaginativas de ampliar la voz de Juan Tomás.
El blog de Juan Tomás Ávila es http://www.fronterad.com

domingo, 13 de febrero de 2011

El Aula (4) ¿Profesorado alienado?

Después de asistir a una interesantísima mesa redonda sobre el estado de la educación canaria, promovida por Alternativa Sí Se Puede, en la que participaron auténticos “primeros espadas” de la docencia, me viene obsesivamente a la cabeza una pregunta: ¿somos el profesorado una clase alienada? ¿es posible que vivamos al margen de lo que está pasando? Para intentar aclararnos es interesante acudir -solo un momento- a la teoría clásica de la alienación.
Para Marx, (curiosamente, con la que está cayendo, resulta inevitable acudir a él aunque a más de uno le parezca démodé) la alienación es un proceso de alejamiento traumático de la propia naturaleza humana, motivada en este caso por condicionantes de tipo económico. Acordémonos de Charlot en “Tiempos Modernos” convertido en un engranaje más de la cinta transportadora y engullido finalmente por la máquina tragaldaba. Esta alienación se da a varios niveles: 1) respecto al producto del trabajo, 2) respecto a la propia actividad, 3) respecto al lugar de trabajo y 4) en relación al resto de los trabajadores. ¿Cómo aplicar esta teorización, pensada inicialmente en el contexto de las condiciones de trabajo en los albores de la Revolución Industrial, a la función docente de nuestros días? Intentémoslo, a ver qué resulta.
1) Si el producto de nuestro trabajo es la educación del alumnado podemos comprobar cómo éste, en realidad, nos es cada vez más ajeno. Nos hemos convertido en meros servidores de programaciones, objetivos curriculares, pruebas evaluativas y demás instrumental burocrático en el que no hemos participado y con respecto al cual no pintamos nada. El objetivo último ya no es la educación de los muchachos sino su guarda y custodia y la satisfacción de la clientela (transformada en votante / consumidor).
2) Como todo trabajador vendemos a quien nos paga nuestro tiempo de trabajo y nuestra capacidad. A cambio lo único que se nos pide es que cumplamos con las horas de trabajo estipuladas bajo cualquier condición -incluso si se muere el compañero en el aula de al lado, que, total, no es para tanto. Constatando esta relación meramente mercantil nadie está dispuesto a “dar un minuto más de tiempo” del estrictamente necesario.
3) El lugar de trabajo, el centro educativo, resulta un territorio hostil y extraño. Nada de un mínimo sentimiento de pertenencia. Son los espacios que la parte contratante ha puesto a nuestra disposición para cumplir con el horario profesional. Y punto. Es difícil por tanto establecer una relación de cuidado, complicidad y cooperación con el entorno en el que se encuentra la escuela. Lo que ocurra en él no es cosa nuestra.
4) Todo está diseñado para que el profesorado no pueda hablar de educación ni se relacione de manera cooperativa entre sí. No hay -ni interesa- una coordinación efectiva ni respecto a las áreas de conocimiento, ni en los claustros, ni en los equipos educativos, etc. Hablar de educación no es comentar la anécdotas del día ni “solucióneme usted lo mío”. Es hablar de los medios y de los fines. La creciente jerarquización en la organización de los centros, con la función directiva pensada como la de un capataz al frente de una cuadrilla, va en esa dirección. Obedecer a pies juntillas es más cómodo que pensar por uno mismo o que sentirse co-responsable de un proyecto colectivo.
Todo esto da lugar a un cierto proceso de “zombificación”. Y así nos quieren. Es imposible entender la escuela como una “comunidad de vida” de esta forma, lo cual es contradictorio con los nobles propósitos que suelen inspirar cualquier ley educativa. La educación, al menos en su dimensión pública, importa cada vez menos. El profesorado se siente ajeno a su propia profesión, a la que percibe como una especie de condena a trabajos forzados. De esta manera se consigue uno de los objetivos principales del entramado: mantener al personal al margen de este proceso de desmantelamiento del sistema educativo público.
¿Somos entonces un colectivo alienado o no?

sábado, 12 de febrero de 2011

El Catalejo (4) ¿Un Parlamento iletrado?

Una mezcla de choteo e indignación ha recorrido, a juzgar por las reacciones, el mundillo cultural canario al conocerse la decisión de nuestro ínclito Parlamento de dedicarle (por unanimidad) el Día de las Letras Canarias al físico lanzaroteño Blas Cabrera Felipe. Este científico ocupa un lugar destacadísimo en la historia de la ciencia española (ojee cualquier biografía de este personaje y se asombrará del nivel investigador que alcanzó un hombre de esta tierra). Pero, lamentablemente, no se le conocen inclinaciones literarias destacadas. No me extrañaría que el promotor de esta candidatura pensara que le tocaba algún homenaje a un lanzaroteño y, claro, le haya venido a la cabeza la figura de Cabrera Felipe sin más titubeos. Aquí los “equilibrios insulares” cuentan mucho. ¿Qué partido se iba a oponer a esa propuesta? Para que luego se mosqueen los conejeros. Me imagino una cosa así. Con lo que no contaban es con las risas de unos y de otros.
¿Qué pasa con Rafael Arozarena, Alonso Quesada, Pedro García Cabrera, Saulo Torón, Arturo Maccanti...? Como para indignarse oiga. No me imagino en la clase de Lengua y Literatura de nuestros centros educativos estudiando obras tales como “El átomo y sus propiedades electromagnéticas” (1927) o el “Principio de Relatividad” (1917). Lo curioso es que sus señorías no son, que se sepa, “hijos de la LOGSE” lo cual demuestra que los déficit culturales no son cosa necesariamente de ahora.
En mi centro educativo nos hemos sumado este año a la celebración del Día de las Letras Canarias, dedicado al poeta modernista Tomás Morales. Una estupenda oportunidad para profundizar en la obra de este insigne grancanario. Hemos elaborado una obra de teatro, un plan de lecturas, representaciones, etc. Haremos una presentación pública en la Casa de la Cultura de Los Realejos el próximo 24 de febrero. Nuestra intención es (era) “institucionalizar” esta conmemoración también en nuestro centro. La pena es que estas sesudas decisiones parlamentarias no nos lo ponen fácil. Corremos el riesgo de tener que hacer pasar “pulpo” como animal de compañía. ¿Por qué no encumbrar con los laureles de las musas literarias a Manolo Viera? Por lo menos nos reiríamos un rato.

miércoles, 9 de febrero de 2011

El Impertinente (2) El faraonismo en política

Es bien sabido que los grandes faraones del antiguo Egipto estaban obsesionados por pasar a la posteridad, porque se recordara sus nombres mucho después de su muerte y que su legado permaneciera perenne a través de sus obras. Y en parte lo consiguieron. Muchos de los monumentos que han llegado hasta nuestros días están ligados a esos faraones. La obsesión por esta forma de inmortalidad ha recorrido la historia y llegado hasta nuestros días. Pero a diferencia de otras épocas en nuestras sociedades democráticas occidentales, al menos sobre el papel, se supone que la gestión de lo público no puede estar condicionado por la megalomanía del gobernante de turno. Nadie hoy en día puede pretender que el personal abandone sus tareas y ocupaciones para levantar un mausoleo a la gloria del mandamás que toque, como era usual hace un par de milenios. Lo que pasa es que hoy las cosas son muchos más sutiles.
En el mercado persa en el que se ha convertido la política de nuestro tiempo sigue funcionando la idea de que solo vende lo que se ve y es notorio. Después de cuatro años de legislatura un partido en el poder tiene que presentar un buen balance de obras e inversiones a cuál más espectacular. Un partido, por contra, que aspire a gobernar tiene que presentar proyectos audaces que descoloquen al resto. No importan cosas como la financiación o la funcionalidad del proyecto, minucias que si hace falta dormirán el sueño de los justos cuando llegue el momento. El caso es que la ciudadanía ha caído en el mismo juego. Se juzga el trabajo de unos y de otros en función de si han puesto patas arriba la ciudad, de si han multiplicado exponencialmente la superficie asfaltada o de si han aportado algún edificio gigantesco, carísimo y perfectamente prescindible al patrimonio urbano.
Claro, cosas como avanzar en la igualdad de la ciudadanía, en una mejor educación de los jóvenes, en la protección del medioambiente, en hábitos saludables, en el disfrute de la cultura, etc son menos visibles y por ello secundarias. Una vez más, a mi juicio, las prioridades están equivocadas. Dentro de poco empezaremos a ver los distintos programas políticos en circulación y podremos asombrarnos con las propuestas de portada, con las propuestas estrella. En el fondo es una cuestión de puro marketing político. Hay que dar mensajes claros y contundentes. Propuestas que se traduzcan en cosas que la gente entienda y que supongan un aluvión de dinero, de tal manera que el ciudadano medio crea que con tal partido nos tocará poco menos que la lotería, a diferencia de los otros que son algo así como un agujero negro. Luego la práctica se ha encargado de demostrarnos que no hay tantas diferencias entre unos y otros. Esta es otra forma, moderna y sibilina, de faraonismo. “Este político pasó a la historia por haber promovido aquel macro puerto”, “aquel otro por haber agujereado una montaña como una supuesta obra artística”, “ese por haber traído el tren a las islas”. [François Miterrand, el difunto presidente de la República Francesa -por poner un ejemplo nada sospechoso de localismo partidista- representa a las claras este nuevo faraonismo, obsesionado como estaba por pasar a la historia como otra de las glorias de Francia]. Cosas como el coste económico, el impacto medioambiental, la idoneidad en función de las prioridades globales son detalles que no van a chafar un buen publi-reportaje, un caudal de notas de prensa y, sobre todo, una oportunidad para pasar a la historia. Está claro que, al avispado lector, no se le ha escapado que todo esto esconde, además, una cuestión aún de mucho mayor alcance: los proyectos faraónicos mueven mucho dinero, para dar y repartir a discreción.
¿Y todo lo demás? En el todo lo demás está, a mi juicio, la verdadera política, el buen gobierno. La gestión de las desigualdades ciudadanas, la mejora de las oportunidades laborales, comerciales, sanitarias, educativas... la construcción de un marco social inclusivo, avanzar en una relación sostenible con el medioambiente, entre otras muchas cosas, requiere de considerables medios económicos y humanos. De mucho esfuerzo, tesón y constancia. Podría ser el núcleo de un programa político honesto y efectivo. Y son estas cosas, precisamente, las que repercutirían favorablemente en nuestra vida diaria. El problema es que el responsable de la campaña electoral pondrá el grito en el cielo: “¡así no se ganan una elecciones!”. Como ocurría con los faraones el interés personal (el del candidato, el del partido, el de su oscura esfera de influencia) termina por marcar la pauta, por mucho que se quiera disfrazar de interés colectivo, por mucho que la mega obra a su mayor gloria termine formando parte de este paisaje nuestro tan alicaído y maltratado. La fatalidad y desidia colectiva harán el resto.

lunes, 7 de febrero de 2011

Arte a todas horas (2) El ejemplo de Tomás Morales

Estuve el pasado viernes, con un estupendo grupo de alumnos de 2º de bachillerato, visitando la Casa Museo de Tomás Morales ubicada en Moya, insigne poeta nacido en la isla hermana de Gran Canaria. Completamos el itinerario con la obligada visita a la también Casa Museo del pintor Néstor de la Torre y un paseo por Triana y Vegueta. La Casa Museo de Tomás Morales, administrada por el Cabildo de Gran Canaria, es todo un modelo de lo que debe ser un espacio cultural dedicado a la memoria de una figura relevante de nuestras letras. En el mismo se ha ido reuniendo toda una serie de materiales relacionados con el escritor y su contexto modernista. Se ha logrado un ambiente agradabilísimo y un programa de extensión cultural y educativa muy interesante. Supongo que para un pequeño pueblo como Moya este espacio debe ser un elemento importante de dinamización cultural y, por tanto, también económica. Este debe ser un ejemplo para otros espacios aun pendientes de concretarse.
Lo que me viene a la mente de manera más urgente es la casa de Agustín Espinosa en Los Realejos y la de José de Viera y Clavijo, también en el mismo pueblo (la lista es mucho más amplia). Agustín Espinosa es uno de los escritores, en la órbita surrealista, más relevantes. Su novela “Crimen” (1934) ha sido considerada como única en su género y trasciende los límites de nuestras islas. Su casa podría estar dedicada a divulgar no solo su vida y su obra sino, además, la vertiente literaria de este movimiento que fue tan relevante en nuestras islas en los años veinte y treinta del pasado siglo. La casa donde pasó sus últimos años amenaza ruina ante la desidia general. Otro tanto pasa con la casa de Viera y Clavijo, quizás el más importante representante de la Ilustración Canaria. Al parecer, tanto en un caso como en el otro, los inmuebles están sujetos a esos típicos líos de herederos. Mientras tanto, los inmuebles se deterioran y se priva a la ciudadanía de acrecentar su escaso patrimonio cultural. Al mismo tiempo, en la pasada época de bonanza económica no hubo una voluntad política real para afrontar este problema y ahora... ya se sabe... la crisis hace el resto. La misma excusa que ha limitado ahora el programa de actividades de la Casa Museo Tomás Morales o que ha liminado tantos proyectos e iniciativas culturales. Supongo que en un contexto donde tanta gente está en una situación límite revindicar más recursos para la cultura sonará a blasfemia a más de uno. Pero la indignación empezará a contenerse si partimos de la base de que invertir en cultura puede convertirse en un motor económico, sobre todo en estas islas que (siento decirlo) tienen tan poco que ofrecer a un visitante que no tenga como principal objetivo atiborrarse de alcohol y ponerse como un pimiento rojo.

sábado, 5 de febrero de 2011

Arte a todas horas (1) Artecidio

En Canarias deberíamos acuñar una nueva palabra, “artecidio”. Dícese de la mutilación, destrucción y devaluación de obras de arte públicas a cargo de las autoridades de cultura que debieran protegerlas. Un capítulo más de este nuevo género homicida acaba de airearse en Santa Cruz de Tenerife. En 2009 el ayuntamiento seccionó una parte importante de una escultura del artista gran canario Martín Chirino, “El sueño de los continentes”. Alegaron, en unos casos problemas estructurales de la obra y en otras ocasiones que representaba un riesgo para el público en los sacrosantos carnavales. A pesar de las quejas del autor el ayuntamiento ha hecho oídos sordos y no ha manifestado el más mínimo interés en repararla y reintegrarla al patrimonio público tal y como fue concebida. El caso es que Chirino es un artista de reconocido prestigio y no ha cejado en su intento de defender sus derechos de autor y la dignidad de su obra. Ha demandado por una importante cantidad al ayuntamiento y el escándalo ha trascendido los límites del archipiélago.
Hace ya un año que en este mismo blog denunciábamos otro caso de “artecidio”, el que cometió el ayuntamiento de Los Realejos destruyendo una escultura, también no figurativa, de la artista Carmensa León, poniendo en su lugar un bodrio de fuentecilla. La pregunta que no dejo de hacerme es “¿en manos de qué indocumentados está la gestión de la cultura en nuestras islas? Salvo honrosa excepciones, debe ser que al más inepto de las listas -el que no sirve para concejal de urbanismo- es al que le toca esa cosa de la cultura (y también de la educación) con el que hay tan pocas posibilidades de promoción personal. Hay que reconocer que estas cosas suceden ante la indiferencia de la ciudadanía, tan culta y sensibilizada con el patrimonio histórico – artístico, por otra parte. Las concejalías de cultura se han convertido en muchos casos en todo un peligro.
Arriba pueden ver la escultura original y si estado actual tras la agresión del ayuntamiento.

jueves, 3 de febrero de 2011

Filosofía de la Mañana (3) Jacobo Muñoz

Gracias al día de fiesta insular que nos regala nuestro calendario religioso pude darme un salto a la Universidad de La Laguna con el propósito de asistir a la conferencia que impartió Jacobo Muñoz, catedrático de Filosofía de la Complutense de Madrid y uno de los grandes del panorama filosófico español. Para un profesor de secundaria asistir a estos eventos es como llevar el coche a las revisiones periódicas del taller. Siempre hay que cambiar el aceite y hacer algún que otro ajuste. Tomé algunas notas que espero que sirvan al lector para hacerse una pequeña idea de la conferencia, impartida en el marco del V Congreso Internacional de la Sociedad Académica de Filosofía, con el título “Filosofía y Resistencia en la era de la globalización” -toda una proclama.
El contexto del que parte Jacobo Muñoz no es nuevo. Desde hace ya algunas décadas viene hablándose en algunos cenáculos filosóficos de la “muerte de la Filosofía”, (aunque puestos a finiquitar no se ha salvado nada) de una época postfilosófica donde el pensamiento ha quedado reducido a una crítica de la Cultura y a una forma más de Literatura. Esta es la postura de lo que se dio en llamar la Postmodernidad. En el ambiente flotan, cual sparring, las tesis de Rorty y Vattimo pero también de quienes postulan el puro y duro positivismo.
Muñoz parte de una pregunta clave: ¿qué supone pensar para sobrevivir en un mundo globalizado y 'astillado'? Curiosamente, con este último término coincidiría con el análisis postmoderno. Lo que cambia es el valor que se le atribuye desde distintas perspectivas. Para un filósofo postmoderno la actual fragmentación del mundo sería la expresión de la secularización definitiva de la Filosofía y de cualquier relato con pretensiones descriptivas y normativas de carácter unitario. Para un filósofo neoilustrado, adscrito a la Teoría Crítica, como Muñoz es el símbolo de la catástrofe. El 'astillamiento' es la ruptura del mundo. Por tanto, el conferenciante reivindica la lucidez y un pensamiento fuerte como única posibilidad de enfrentarse al presente, imperativo, además, de cualquier discurso filosófico. Esta idea de la lucidez es evidentemente una metáfora ilustrada y supone la recuperación de un punto de vista comprensivo y normativo fuerte. Jacobo Muñoz aborda un catálogo de problemas que son los que nos han llevado a este astillamiento terminal: la fragmentación (tal vez irreversible) del saber, el expansionismo constitutivo del capitalismo (que avanza destruyéndolo todo de crisis en crisis) o, lo que viene a ser lo mismo, la globalización del capital, una creciente y paralela infantilización de la sociedad, un proceso de mercantilización de la vida, etc. La Filosofía no puede renunciar a servir de instrumento para clarificar las ideas de los hombres y a seguir proponiendo un discurso emancipatorio (que necesita ser redefinido) con el fin de construir una sociedad solidaria (lo único que nos salvaría de la catástrofe puesto que de seguir así nuestro horizonte no sería otro que el del suicidio de la especie). Muñoz, lógicamente, hace mucho hincapié también (como buen ilustrado) en el papel fundamental de la educación.
Respecto a sus propuestas Jacobo Muñoz reivindica una nueva Ilustración (entendida como la generalización de una cultura de la deliberación sin situaciones ideales -superando el prurito de Habermas y Rawls), una democratización de todos los ámbitos de la vida, la sustitución de las élites por mayorías ilustradas, el cultivo de un pensamiento fuerte y lúcido, la defensa del republicanismo, la consideración de un sujeto individual y colectivo crítico y reflexivo como condición necesaria para una idea de la dignidad humana universal. En este programa la Filosofía debe instituirse como una forma de resistencia en tanto que única opción de salvar la posibilidad del pensamiento. Pensar es acercarse a lo posible frente a lo existente, encontrar alguna vía de salida en este “magma mercantil de aparente diferencialismo y cambio”. Y en eso estamos.

martes, 1 de febrero de 2011

Filosofía de la Mañana (2) ¿Hablar de política en el aula?

A muchos se le ponen los pelos como escarpias solo de pensar en la posibilidad de que pudiera salir algún tema de carácter “político” en el aula. Curiosamente, después de treinta y tres años de democracia nos hemos puesto otro tipo de mordazas. Lo anómalo es que en un ámbito democrático un alumno pase por su vida escolar sin que determinados aspectos de nuestra dimensión política y social no se hayan si quiera mencionado en ningún momento. Sin que haya tenido la oportunidad de “ejercitarse” como ciudadano con plenitud de derechos y deberes. Nos asombramos después de la poca “cultura política” del personal.
Reconozco que no es sencillo intentar explicarle a un alumno qué es eso de la “izquierda” y la “derecha” política. Sobre todo si se trata de mantener un punto de vista lo más objetivo posible. En estos casos hay necesariamente que acudir a la historia (cosa siempre muy conveniente) e intentar abordar la distinta concepción, por ejemplo, que ambas tendencias tienen de lo económico: el papel del Estado en la economía, la tensión entre lo público y lo privado, etc. La cosa se complica si se añade el factor nacionalista: la prioridad de la idea de nación sobre otras, la relación entre el concepto de nación y el de Estado; y la enorme y creciente confusión entre los programas y los mensajes políticos. Además, hay quien ha decretado la muerte de las ideologías y la superación de esta vieja dialéctica política. Conviene echarle un vistazo al arco parlamentario y a los partidos extraparlamentarios, al concepto mismo de 'democracia representativa', a las instituciones y la forma del Estado. Asombra comprobar cómo gran parte de nuestro alumnado no sabe cuál es el tipo de Estado en el que vive ni quiénes ostentan la representación de los distintos poderes y sus funciones. Y de temas relacionados con la Constitución ya ni les cuento... El peligro de todo esto es que, al final, no sepan ni tengan razones para defender nuestro sistema democrático y sean pasto de los salvapatrias y demagogos de turno (de esos de los que precisamente queremos diferenciarnos). ¿Se debe hablar, por tanto, de política? Claro que sí. Es más, resulta toda una obligación para un docente que entienda su trabajo íntimamente relacionado con las demandas y problemas de su tiempo. ¿Puede un profesor, como es mi caso, de Filosofía y Ciudadanía y de Ética Cívica, pasar de puntillas sobre esto? Habrá quien lo haga, desde luego. De acuerdo que, de entrada, habría unas materias más predispuestas a ello que otras y bla, bla, bla. Pero también muchos se rasgan las vestiduras cuando se trata del centro en su totalidad como lugar de formación y educación cívica. Colocar una pancarta en el hall en contra del cambio climático es una forma de hacer política ¿no supone eso en realidad un demanda de transformación socio-económica? ¿o es que alguien lo entiende como un juego floral? Poner un cartel en un tablón en contra de la violencia de género es una forma de hacer política ¿no es al fin y al cabo una forma de exigir cambios estructurales en nuestra manera de relacionarnos? Cabe preguntarse entonces porqué se ve de forma tan negativa otras expresiones políticas perfectamente legítimas como la defensa de pueblos y personas cuyos derechos han sido violentados o la expresión en el aula de los problemas sociales que de verdad afectan al alumnado y sus familias. ¿Queremos una escuela adormecida y anestesiada o una escuela que sea capaz de educar desde los problemas y retos del presente?
Los docentes nos movemos en el marco que establece la Declaración de Derechos Humanos, la Declaración de Derechos del Niño, la Constitución Española y las disposiciones legales propias de nuestra condición profesional y funcionarial, en su caso. Pues bien, dentro de este marco hay, afortunadamente, mucho espacio para hacer y hablar de política. Claro que para ello, tal y como apuntábamos en el post anterior, hay que rescatar la idea clásica de política y deshacer la vieja trampa que consiste en asimilarla al ámbito de los partidos políticos, huir del adoctrinamiento y aceptar y defender la pluralidad. La política, como decía el viejo Aristóteles, es la condición misma del ciudadano y hasta del ser humano. Rescatémosla y reivindiquémosla. Volvámos al ágora (esta vez todos y todas) de donde nunca debimos haber salido.