No es una cosa baladí que las revueltas ciudadanas en el mundo árabe contra sus esclerotizadas dictaduras hayan tenido como centros neurálgicos una plaza pública. Lo que más temen los dictadores de todas las calañas es que las personas, sus súbditos, tengan la funesta manía de reunirse, hablar y tomar decisiones por sí mismos. Por eso suelen apropiarse del espacio público. Éste se convierte únicamente en un ámbito de vigilancia y delación, en el lugar para el culto a la personalidad, para la escenificación de la grandeza del régimen. Lo que está pasando en estos países, en cierto sentido, es una vuelta al ágora. Cuando la gente llega a una situación límite la primera cuestión que se pone de manifiesto es la necesidad de coincidir, de reunirse, de construir un objetivo colectivo, de hablar libremente. Este es el gran pavor de los sátrapas.
Estamos asistiendo a acontecimientos históricos. La ciudadanía de unos países a los que considerábamos como un ente indiferenciado, sumisa al poder, ubicada en una especie de Edad Media y entregada al integrismo islámico, se está revelando como un poderoso factor de transformación, como una ola de libertad y democracia. ¿Quién lo iba a decir hace unos meses? ¿quién se lo iba a decir a los gobiernos occidentales que coqueteaban con los Mubarak y los Gadafi como los incómodos pero necesarios muchachos que nos iban a guardar las fronteras del peligro islámico? ¿quién se va a sacar ahora la foto con este Gadafi totalmente enloquecido que es capaz de ordenar el bombardeo de su propio pueblo? Un Gadafi, histriónico, iluminado y salvaje que no deja de ser el mismo que hasta hace poco plantó su jaima, custodiada por su guardia de recias féminas, en Madrid. El mismo que hasta hace poco cobraba ochenta euros por adoctrinar en el islam y la "revolución verde" a jóvenes italianas en charlas impartidas en universidades del curioso país de Berlusconi.
Las revueltas ciudadanas árabes y las filtraciones de Wikileaks han hecho saltar lustros de real politik. ¿Podrá un líder europeo o norteamericano seguir mirando para otra parte cuando se entreviste con el dictador de turno? ¿será suficiente invocar los intereses económicos propios como excusa para mirar para otro lado? ¿qué postura tomar si, por un casual, vuelve a montarse un nuevo Tiananmen en China? ¿Volvería José Bono a pasarle la mano por encima al dictador ecuatoguineano Obiang Ngema si a la gente le diera por concentrarse en alguna plaza céntrica de Malabo desafiando a las fuerzas represivas? ¿Merece más respeto este sanguinario dictador que un Juan Tomás Ávila que arriesga su vida por reclamar la democracia para su pueblo? ¿Si en Marruecos se armara la gorda y Mohamed VI viera peligrar sus acciones en bolsa saldría nuestra Ministra de Asuntos Exteriores otra vez en su defensa incondicional?
Una cosa se está poniendo de manifiesto: el pulso de la historia está, al final, del lado de la ciudadanía. Sobre todo si esta se pertrecha con las armas de la democracia. En nuestro mundo globalizado los dictadores lo tienen un poco más complicado. De eso se ha dado cuenta el personal que es capaz de atrincherarse en una plaza pública exigiendo más derechos humanos y menos nepotismo.
Estamos asistiendo a acontecimientos históricos. La ciudadanía de unos países a los que considerábamos como un ente indiferenciado, sumisa al poder, ubicada en una especie de Edad Media y entregada al integrismo islámico, se está revelando como un poderoso factor de transformación, como una ola de libertad y democracia. ¿Quién lo iba a decir hace unos meses? ¿quién se lo iba a decir a los gobiernos occidentales que coqueteaban con los Mubarak y los Gadafi como los incómodos pero necesarios muchachos que nos iban a guardar las fronteras del peligro islámico? ¿quién se va a sacar ahora la foto con este Gadafi totalmente enloquecido que es capaz de ordenar el bombardeo de su propio pueblo? Un Gadafi, histriónico, iluminado y salvaje que no deja de ser el mismo que hasta hace poco plantó su jaima, custodiada por su guardia de recias féminas, en Madrid. El mismo que hasta hace poco cobraba ochenta euros por adoctrinar en el islam y la "revolución verde" a jóvenes italianas en charlas impartidas en universidades del curioso país de Berlusconi.
Las revueltas ciudadanas árabes y las filtraciones de Wikileaks han hecho saltar lustros de real politik. ¿Podrá un líder europeo o norteamericano seguir mirando para otra parte cuando se entreviste con el dictador de turno? ¿será suficiente invocar los intereses económicos propios como excusa para mirar para otro lado? ¿qué postura tomar si, por un casual, vuelve a montarse un nuevo Tiananmen en China? ¿Volvería José Bono a pasarle la mano por encima al dictador ecuatoguineano Obiang Ngema si a la gente le diera por concentrarse en alguna plaza céntrica de Malabo desafiando a las fuerzas represivas? ¿Merece más respeto este sanguinario dictador que un Juan Tomás Ávila que arriesga su vida por reclamar la democracia para su pueblo? ¿Si en Marruecos se armara la gorda y Mohamed VI viera peligrar sus acciones en bolsa saldría nuestra Ministra de Asuntos Exteriores otra vez en su defensa incondicional?
Una cosa se está poniendo de manifiesto: el pulso de la historia está, al final, del lado de la ciudadanía. Sobre todo si esta se pertrecha con las armas de la democracia. En nuestro mundo globalizado los dictadores lo tienen un poco más complicado. De eso se ha dado cuenta el personal que es capaz de atrincherarse en una plaza pública exigiendo más derechos humanos y menos nepotismo.
En la vida se encuentra uno varia gente que gobierna como Mubarak o Gadafi y sin embargo nadie protesta, más bien se intentan acomodar a la situación y aquí no pasa nada. La gente tendría que hacer lo que han hecho con estos señores y decir a los de nuestro entorno que ya está bien de mangonear a todos los que estamos por debajo. Es una verguenza como profesores agachan la cabeza y no son capaces de opinar por situación mientras se le mantengan algunos privilegios.
ResponderEliminarLa revolución del mundo árabe comenzó el 17 de diciembre de 2010, cuando el joven tunecino, Mohamed Bouaziz, único empleado de un hogar de ocho miembros, se inmoló debido a que la policía le había confiscado su puesto ambulante de frutas y verduras por carecer del permiso necesario. Continuó el 25 de enero en el país de los faraones.Estos vientos de libertad de la primavera democrática árabe, se han extendido, prácticamente, por los 22 países de la Liga Árabe, desde Marruecos a Somalia.
ResponderEliminarDe la que está cayendo no escapamos nadie,Los ciudadanos árabes, en su desesperación están rompiendo sus lazos de sumisión al poder y perdiendo el miedo a los regímenes autocráticos en los que han vivido.Los estudiantes de Londres también, entonces amigo anónimo, el profesorado también se dará cuenta que las migajas de su directora o director en detrimento de otros muchos no le ha sido nada rentable.
Un abrazo a tod@s y despertad que el cambio está servido.¡POR EL CAMBIO!
Todo es fruto de los mal llamados tecnócratas, que han convertido su país en una tecnocracia. Está claro que toda tecnocracia caerá, tarde o temprano.
ResponderEliminarEstimado anónimo, todos somos un poco corresponsables de lo que tenemos.
Un abrazo.
Vamos corriendo en forma de progresión geométrica a "pegarnos de morros contra nuestro destino", el del producto de nuestra estupidez. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarEn mi opinión, estas protestas de la comunidad egipcia puede ser una vía de escape para la democracia en los países árabes. Saludos.
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