domingo, 27 de noviembre de 2011

Pasión por la Música (6) De Bandas y Coros

Sabemos que esta época oscura está trayendo consigo la destrucción de todo el tejido social y cultural de estas islas y de medio planeta. Así que resulta reconfortante comprobar cómo aún persisten células de resistencia como las que he tenido el placer de disfrutar este fin de semana. En primer lugar hay que mencionar el concierto de Bandas de Música llevado a cabo en la Casa de la Cultura de Los Realejos, en las que intervinieron la Sociedad Musical Filarmónica y la Agupación Musical Cruz Santa. Uno, que fue componente hace más de veinte años de una antigua banda de pasodobles y selecciones de zarzuela, comprueba con gran satisfacción el enorme salto cualitativo que han experimentado estas formaciones musicales en los últimos, al menos, quince años. Bandas que se atreven ya con una ejecución muy meritoria de la Obertura Guillermo Tell de Rossini, con una selección de The Blues Brothers, y donde contemplamos atónitos cómo uno de los directores se quita su chaqueta y ejecuta un solo con un clarinete multicolor que va desarmando progresivamente hasta quedarse con la boquilla mientras el resto de los músicos le acompañan sin perder el compás. Todo esto y más pudo verse en este concierto con motivo del Día de Santa Cecila. Extraordinario.
No menos extraordinaria resultó la interpretación de la Coral Juvenil David Goldsmith, uno de los coros de las Asociación Cultural Reyes Bartlet del Puerto de la Cruz, en la puesta en escena de una obra escrita para la ocasión, “El enigma de la estrella del Este”, dentro del III Festival Agatha Cristie. Aunque las distintas formaciones corales de la Reyes Bartlet nos tienen acostumbrado ya a un nivel artístico y creativo sobresaliente en sus numerosos proyectos es imposible no volver a quitarse el sombrero frente a otro ejemplo más de buen gusto y maravillosa ejecución. Mientras disfrutaba de la actuación, en la que se adivina la ya muy experimentada mano de Ricardo Rodríguez, profesor, cantante y actor – autor, y de la directora del coro, la joven pero ya muy veterana en estas lides Cristo Velázquez, me venían a la cabeza algunas reflexiones.
Pensaba que no deja de ser significativo que en medio de la polémica desatada por el recorte del 65% en Cultura (exterminio, podríamos decir) llevado a cabo por el Gobierno de Canarias, en un contexto en el que, como ya dije más arriba, se está dejando a cero el tejido socio-cultural que tanto tiempo y esfuerzo ha supuesto desarrollar en estas depauperadas islas, es de agradecer que desde las mismas entrañas de la sociedad civil, como son estas asociaciones, sociedades o agrupaciones culturales, se siga haciendo un trabajo de calidad. Un trabajo, además, que aúna dos cuestiones fundamentales para el futuro de los que habitamos en estos peñascos atlánticos: educación y cultura. El nivel que requiere la puesta en escena del concierto de las bandas o de la coral juvenil, es el fruto de mucho esfuerzo y constancia. Supone un plus impagable de formación para nuestros jóvenes, sin distinciones de condición social, y contribuye a mantener viva la epidermis social, tan dañada por las medidas de quimioterapia que se empeñan en poner en práctica estos médicos impostores que son nuestros políticos. Más allá de que un proyecto o una actuación concreta pueda estar subvencionada por una administración en particular, hace falta que se apoye decididamente y sin medias tintas a estos colectivos que, haciendo Cultura con mayúscula, suponen, al mismo tiempo, un recurso educativo de primera magnitud. Nos quieren engañar con el mensaje de que en estos tiempos de crisis la cultura es un lujo prescindible. Se me ocurren tantísimas cosas que sobran (ya puestos a meter tijera) que no tendría ni para empezar en el tamaño aconsejable de un post. Así que, como ciudadano, contribuyente cabreado, padre, paseante, amante de la música, docente y lector con ribetes apocalípticos, quiero agradecer enormemente el que estas manifestaciones de una sociedad que aún conserva algo de cordura y buen gusto sean todavía posibles.

jueves, 24 de noviembre de 2011

El Aula (18) Escuela de calor

Algún día tenía que pasar. Aunque he tenido la oportunidad de tutorizar a algunos alumnos del extinto CAP (Curso de Aptitud Pedagógica) y de otras materias puntualmente, nunca me había dirigido a una audiencia de un centenar de alumnos de la Facultad de Educación de la Universidad de La Laguna, junto con otros cuatro compañeros/as, para hablar de una de mis pasiones: la aventura de educar. Traté de aportar dos ideas básicas: tenemos que convertir las aulas y los centros educativos en lugares de vida (en oposición al concepto de “no lugar” acuñado por el sociólogo Marc Augé, definido como espacios anónimos, donde se transita pero no se vive, como es un centro comercial o la estación de guaguas) y el (casi) imperativo moral del docente de tener algo interesante que hacer y que ofrecer. Con estas dos planteamientos (dando por hecho que la cuestión académica y demás ya viene convenientemente certificada) creo que un futuro maestro está más que servido. Sobre todo porque otros aspectos deseables como son el compromiso educativo, el entusiasmo o el enfoque social de la propia actividad ya vienen incluidos en ese hacer y ofrecer que hemos tildado (atrevidamente) de interesante. Claro que para hacer algo interesante hay que ser alguien minimamente interesante. Esta última exhortación no trata de ser un gesto de soberbia por parte del autor de este post sino una llamada a la necesidad por parte del docente, tanto en formación como en activo, de que debe llenar su vida de las experiencias vitales (entre las que incluyo las intelectuales) que son las que les van a sacar de los apuros que tendrá por delante.
Lo cierto es que estuve a punto de no acudir a la cita. Últimamente uno se planteaba si, en realidad, este discurso que se ha ido apoderando de mi en los últimos veinte años tiene ya alguna vigencia (como producto de algunas pequeñas frustraciones). Todos sabemos que el personal que habita las aulas va cambiando y que la realidad educativa es dinámica. También pienso que por muchas pizarras digitales y plataformas moodle que nos pongan delante lo esencial de la educación sigue siendo (no sé por cuánto tiempo) un “tú a tú”. ¿Se pueden tener los mismos planteamientos educativos al principio, al medio y al final de la carrera profesional?, ¿el alumnado es como nosotros los vemos, como nos gustaría que fuera o como es en realidad? y ¿cómo saberlo? Al final, afortunadamente, no es uno sino los demás, ese alumnado y esos compañeros imprescindibles que te acompañan día a día, los que suelen sacarte de este entuerto, los que te agarran del brazo cuando hace falta en esta “Escuela de calor”. Le agradezco especialmente a esta promoción de 2º de bachillerato, otro grupo extraordinario de personas, que me hayan ayudado a recuperar el centro, ese eje vital del que habla nuestro admirado José Mª Toro, y que es esencial para ponerse día a día frente a un grupo de alumnos. Esto me animó a acudir a la cita en la Facultad de Educación y, a parte de ese placer y ese honor que supone tener la oportunidad de dirigirse a un auditorio de este tipo, junto a maestros que tienen mucho más que decir que yo, pude disfrutar de una sorpresa que nos tenían preparada y que va dirigida directamente a ese punto neurálgico del docente que está en el mismo lugar donde habitan las emociones y el recuerdo. Gracias, también, a RECREAS (Rincón para el estudio de la creatividad social) por este trato y este mimo que nos prodiga de una manera totalmente inmerecida.

sábado, 19 de noviembre de 2011

El Catalejo (35) La derecha sin complejos

Ya he aludido en más de una ocasión al proceso de “descomplejización” de la derecha. No se trata de que se se hayan vuelto más “simples” (que lo son) sino a que han perdido todos sus complejos y reticencias a mostrarse como tales (¿se acuerdan cuando todos afirmaban ser de “centro”?). Se encontraba el que suscribe esta mañana en una librería, único sitio decente (exceptuando alguna que otra cafetería) donde se puede pasar la “Jornada de reflexión”, cuando me topé con un librito que desató en mí todas las alarmas. Se titulaba “Libertad real ya” y adoptaba el mismo diseño, tamaño y estilo del  “¡Indignaos!” de Stephen Hassell. La diferencia más apreciable, además del famoso altavoz de la portada que está vez aparecía como un capirote en la cabeza de un monigote con malas pulgas, era el desafiante toro del logo de Intereconomía. ¡Se pueden imaginar! Ya había visto otros panfletos que trataban de desacreditar al Movimiento 15M y a todo lo que oliese a peligroso izquierdismo. Pero lo de este libelo ya roza lo insultante. Como no iba a comprármelo le dí una rápida ojeada. Se trataba de una especie de manual de urgencia para que el lector de derechas o simplemente el despistado que pasase por allí dispusiera de “argumentos” frente al desafío al sistema que suponen los perros flautas de medio mundo. El hecho de que el diseño del libro tratara de pasar por una publicación más del 15M no es una cuestión menor. Es la típica filosofía de la simulación y de la apropiación de la derecha (en este caso en su versión más ultra). La feroz ofensiva de los muchachos de la derecha, desde que se sintieran despojados del gobierno en aquellas elecciones marcadas por los atentados del 11M , con los César Vidal, Sánchez Dragó, Pío Moa, Jiménez Losantos, etc a la cabeza, ha consistido básicamente en apropiarse paulatinamente de conceptos clave y de referencias históricas que jamás estuvieron en su diccionario político. En primer lugar, el de la 'Libertad'. Si la derecha representa la Libertad la izquierda, lógicamente, representa la opresión. No vamos a entrar en la raíz del concepto de Libertad tal y como la derecha lo entiende, porque eso daría para una tesis, pero está claro que es la libertad de los que más tienen para conservar sus privilegios y sus modos de vida frente a la masa rencorosa y envilecida que no es capaz de reconocer que los valores fundamentales, los de toda la vida y por la gracia de Dios, está en el bando de la gente de bien (los de misa diaria y una buena cartera de inversiones). Pero lo peor es que, como conclusión de la rápida ojeada, ellos se reclaman como los auténticos indignados (frente al Estado rapaz que les regula su vida y les cobra impuestos) y como defensores (¡el colmo de los colmos!) de la clase trabajadora que solo puede tener asegurada un mínimo de prosperidad con las migajas que les toque en la arcadia anarco-capitalista a la que aspiran  los ricos de siempre, esa que les asegure su nivel de renta y sus ancestrales privilegios. Así que ojito, que esta gente viene muy crecida. Sobre todo porque saben perfectamente que estamos en un momento clave: la crisis social y económica estructural que estamos viviendo solo tiene dos posibles “salidas”: o revienta y vamos hacia algún tipo de modelo post-capitalista o da un salto hacia adelante con el desmontaje de lo poco que queda del Estado del Bienestar, acercándonos cada vez más al modelo asiático. Sobra comentar lo que esto último supone.

lunes, 14 de noviembre de 2011

El Impertinente (10) Migajas para todos

Hace poco un mandatario local, de larguísima trayectoria política, animaba a los funcionarios presentes en unas Jornadas a “ser valientes”. En el contexto de la reunión no se trataba de una exhortación al valor moral frente a este mundo lleno de obstáculos vitales. ¡Qué va! Se refería a que tuvieran los arrestos suficientes para saltarse la normativa que impidiera que tal o cual proyecto, promovido por vaya a saber quién, pudiera llegar a realizarse. Por lo visto eso de los informes negativos, por parte de algún técnico excesivamente celoso de la cosa legalista, era algo del pasado. Parece que el matiz le quedó claro a todo el mundo. Estas y otras lindezas, dichas con luz y taquígrafos, habrían suscitado la reprobación general en cualquier país civilizado. Pero, curiosamente, en este pedazo de roca volcánica en la que vivimos, hay quien las entiende como la peculiar forma de expresión de un “hombre del pueblo”, llano y claro como cualquier otro. ¡Pues qué bien!
En un municipio de esos sures insulares un grupo pequeñito de vecinos, llegados muchos de ellos de otras partes de la isla, montan una manifestación contra viento y marea para denunciar la marbellización de esta tierra. A la mani acude poquita gente, como era de esperar. Unos porque consideran que la corrupción galopante y los pelotazos de todo tipo no son una cosa tan mala siempre y cuando a mi me toque algo del pastel; otros, sencillamente, por miedo y los más porque son ajenos e indiferentes a todo lo que no sea los avatares de la liga de fútbol. Los cuatro quijotes que corearon consignas contra el sinfín de corruptelas e ilegalidades que han acompañado ese desaforado y descontrolado boom inversor del sur de la isla, en estos años de despelote, tienen la difícil misión, además, de convencer a la ciudadanía de que es mejor tener derechos que no pedir favores.
En un caso y en el otro asistimos, algunos bastante atónitos, por cierto, a la maniobra de despiste general consistente en saltarse la legislación a la torera, llenarse los bolsillos y encima aparecer como los reyes del mambo. El colmo del cinismo termina siendo el hacer creer al personal que en el atracón de unos cuantos hay migajas para todos. Al final, un eslogan y una sonrisa profidén en una valla electoral lo arregla todo. Un par de entrevistas pagadas en medios de comunicación, la exhibición de miles de obras públicas, muchas veces sin orden ni concierto, la mano por el hombro, el “hágalo usted sin problemas”, el coro de estómagos agradecidos y postulantes que pululan alrededor, etc hacen el resto.
En un exitoso libro de lenguaje político, “No pienses en un elefante”, de George Lakoff, este se pregunta cómo es posible que muchos ciudadanos voten por opciones políticas que, si se analiza objetivamente, no tienen nada que ver con sus intereses particulares. La respuesta es clara: “la gente no vota por sus intereses, vota por su identidad”. Dicho de otra forma, la gente es sensible a aquellos mensajes que se identifica con su forma de ubicarse en el mundo. Esto, lógicamente, no se le escapa a los actores e ingenieros políticos. Da igual que, por ejemplo, el ciudadano de a pié compruebe día a día cómo empeora la asistencia sanitaria o educativa de la que es, o debería ser, beneficiario, cómo se retrocede en derechos laborales o cómo, ante sus ojos, los cuatro que tienen el sartén por el mango siguen viviendo a todo tren, como si aquí no pasara nada. Todo eso es pecata minuta. Hay que hacer creer al votante / cliente / usuario (la palabra “ciudadano” -persona, miembro de una comunidad, que goza de unos derechos- le causa urticaria a más de uno) que él también puede beneficiarse del festín, que “nosotros” - los buenos – representamos el orden natural de las cosas frente a los “otros” -los malos-, los que suponen el caos y la destrucción absoluta. Los expertos en el lenguaje político saben que esta forma completamente primaria de hablar y de pensar es del todo efectiva. La pena es que detrás de todo esto no hay sino la perenne necesidad de una clase político-financiera-empresarial de perpetuarse per secula seculorum. En todas estas, la ciudadanía no es sino la receptora de mensajes emitidos por unas agencias de publicidad en directa competencia con otras. Y así será mientras a la gente no le dé por leer (aunque sea alguna cosita más que el periódico deportivo de todas las mañanas).

viernes, 11 de noviembre de 2011

El Catalejo (34) Partidos - empresas

No es cosa de ahora. Los partidos políticos tradicionales hace tiempo que devinieron en partidos-empresas. Si el objetivo de una empresa es ganar cuotas de mercado y obtener pingües beneficios entre sus accionistas o propietarios el de los grandes partidos no es otro. El mercado de estos partidos son las distintas cuotas de poder que se reparten en las distintas administraciones y los beneficios, obviamente, residen en las oportunidades de control político y económico que eso supone. En el camino, las cuestiones ideológicas (perdón por la palabra) se han ido difuminado hasta convertirse en cuestiones prácticamente residuales. Al igual que cualquier empresa que pretenda ser “competitiva” estos partidos son jerárquicos y piramidales. Terminan convirtiéndose en aparatos al servicio de las carreras políticas de una élite que controla ferreamente las riendas de ese entramado (¿se ha fijado que son los mismos políticos los que se presentan elección tras elección?, ¿no le suena de algo la cara retocada por el fotoshop que cuelga de nuevo en la farola frente a su casa?). El militante, cual soldado raso, está para obedecer, agitar la banderita y ejercer de palmero cuando toque. A cambio, puede tener la esperanza de que en algún momento también a él le toque alguna migaja en el reparto de compensaciones y dividendos. Esta matriz antidemocrática es convenientemente enmascarada por estrategias propagandísticas y muchas dosis de telegenia. La política termina siendo un lamentable ejercicio de continua demagogia y vacuidad insultante.
Dicho esto, lo que resulta verdaderamente sorprendente es que una gran parte de la ciudadanía siga entrando una y otra vez en el juego de este mercadeo, en este zoco donde todo vale y todo tiene un precio. ¿No hay sobradas razones, a estas alturas del partido y con esta estafa en forma de crisis de por medio, para mandar a paseo a estos partidos que se han repartido el poder en los últimos años, tanto en Canarias como en el resto del Estado? Está claro que los millones de euros que solo pueden permitirse estas máquinas de ocupación del poder en campañas electorales obran prodigios. Hasta el punto de que el personal sea capaz de votar a quienes en realidad tienen como objetivo último acabar con las condiciones de bienestar social de sus propios votantes. ¡Vivir para ver! Hay por tanto sobradas razones para darles un portazo a estos partidos-empresa y optar de una vez por otras alternativas políticas. La cosa está tan mal -dicen- que no sería mala idea abrirse a opciones completamente nuevas. Sobre todo, si éstas apuestan por una idea clara: la economía está al servicio de las personas y si hay que rescatar a alguien mejor hacerlo con quien hayan arrojado a la calle que a un banco que quiere mantener el nivel de reparto de primas entre su consejo de administración (tener el yate amarrado en el puerto cuesta un pastón, oiga).

jueves, 3 de noviembre de 2011

El Catalejo (33) Grecia: ¿trampa o desafío?

La jugada de Papandreu es endiablada. De entrada, lo de someter a un referéndum el último tramo de la “ayuda”, del préstamo o como se quiera llamar esa forma de malvender el país, parece un ejercicio de sana democracia. Ya podían haberlo hecho hace mucho tiempo, cuando empezó a desvelarse que todo el entramado económico del país era una pura trampa o que la inversión en armamento, en su disparatada pugna con Turquía, como muy bien denunció en su día el histórico eurodiputado Cohn Bendit, suponía un agujero económico inadmisible (ante lo cual, los grandes países europeos, que ahora le aprietan las clavijas, asistían complacidos). Si en Islandia (cuyo ejemplo se quiere evitar a toda costa) enjuiciaron a los principales responsables de la bancarrota del país, en Grecia no darían a basto, pero eso tampoco está en ninguna agenda. Mucho me temo que el anuncio del referéndum por parte del gobierno griego esconde algún gato encerrado (de hecho, empieza a parecerme a aquella jugada maestra del referéndum de la OTAN promovido por el PSOE en 1986). A pesar del justificado y monumental cabreo de los griegos es de esperar que todo el aparato de poder mediático-financiero, no solo griego, sino fundamentalmente europeo y mundial se ponga firmemente a trabajar, si el referéndum llega finalmente a producirse, para convencer al personal de que a pesar de todo es mejor aceptar el embargo de facto del país que supone los planes de rescate, el desmantelamiento del Estado y la desprotección de las personas que no el armagedón que supondría la victoria del “no”, con consecuencias próximas al hundimiento de Europa en una falla tectónica y el regreso a las cavernas previas al euro. El caso es que el acceso a los medios de comunicación de los sectores que cuestionan el modelo social y económico que las corporaciones quieren imponer a Grecia (y a los que, por turnos, vienen -venimos- después) va a hacer estrictamente restringido. Las encuestan que en la actualidad dan un 60% a favor del “no”, seguramente no representan a juicio de los ingenieros políticos una barrera infranqueable. La presión y, sobre todo, el MIEDO que se va a meter en vena al votante griego bastará para rebajar esa cifra al 49% y con ello Papandreu, o al que le toque, podrá dar el golpe de gracia al país con todas las bendiciones. Y así los mercados respirarán tranquilos y los de siempre seguirán llenándose los bolsillos a destajo. Ya saben que el dinero cumple la segunda ley de la termodinámica: ni se crea ni se destruye, solamente cambia de manos (mejor podríamos decir que está siempre en las mismas manos). Espero, con todo, equivocarme y que la indignación acumulada de los griegos, a los cuales se les ha ninguneado y reducido a carne de cañón de los dichosos mercados, sea tal que termine, a la postre, provocando una vuelta de tuerca en este sistema. A ver si los griegos nos vuelven a regalar un nuevo amanecer.