sábado, 31 de julio de 2010

Pasión por la Música (4) En-Cantadoras

No soy muy dado a la cosa folklórica pero la música bien hecha, sea del género que sea, merece siempre todo el reconocimiento. Hace unos años, en el transcurso de las Fiestas Fundacionales de Las Palmas de Gran Canaria, vi, de pura casualidad, a un grupo constituido exclusivamente por mujeres que, con unas voces impecables y una puesta en escena elegantísima, cautivaron al público. Ayer tuve la oportunidad de volver a disfrutar de este grupo, las En-Cantadoras, en mi propio pueblo, Los Realejos. Hacía falta un soplo de aire fresco como este dentro del ámbito de la música folklórica, dominado por formaciones exclusivamente masculinas o, en el mejor de los casos, mixtas. De todos modos, esta etiqueta resulta un tanto constreñida cuando se trata de un grupo que apuesta por lo innovador, tanto en los arreglos del repertorio como en la elección de los temas. Las voces son de primera en las solistas y con un extraordinario empaste en el conjunto. Se adivina la formación coral-musical en la mayoría de ellas. El resultado es de una enorme fuerza y sensibilidad al mismo tiempo. Los arreglos y aportaciones instrumentales (violín, acordeón, bajo eléctrico...) proporcionan una gran riqueza de matices a los temas musicales. El directo es, además, sobresaliente. Esa veintena de mujeres, vestidas de blanco, que cantan con una gran expresividad transmiten el alma de la pieza, ya sea una malagueña o un tango argentino. Por cierto, cada vez que veo mezclar folklore canario con el latinoamericano en un concierto -algo de lo más habitual, por cierto, no puedo dejar de acordarme de mi padre, para quien eso era toda una osadía. Claro que mi padre practicaba la lógica binaria de lo blanco o lo negro y si le decían que la cosa iba de folklore canario se sentía poco menos que estafado si oía un joropo venezolano. Afortunadamente no heredé ese prurito paterno y el balance de temas del grupo, de una y otra orilla, es de lo más acertado. Al final no me resistí a comprar el CD que el grupo puso a la venta, “Sueños de mujer”. En estos tiempos que corren hay que comprar un producto valioso y original como forma de apoyar a quienes tienen algo que aportar a nuestra raquítica cultura.

martes, 27 de julio de 2010

El Catalejo (8) Un timador intelectual

Tal y como relataba en el post anterior, salía yo con el espíritu engrandecido por la visita a la exposición sobre Gregorio Marañón en la Biblioteca Nacional cuando me sucedió un episodio verdaderamente extraordinario. Me abordó un personaje con una carpeta en la mano, de unos cincuenta y tantos años y de rasgos árabes, que se presentó como un militante de la causa saharaui. Yo me presenté a su vez como un canario, lo que ya establecía una cierta afinidad entre ambos. El hombre dio un respingo y me cogió de los hombros diciéndome que su esposa era de La Gomera y que había estado hacía unos días dando una conferencia en la Universidad de La Laguna. Era, por lo visto, un profesor de arqueología de La Soborna que se encontraba en Madrid en un congreso internacional. Yo, modestamente, aludí a mi condición de profesor de Filosofía de secundaria, a lo que él con grandes aspavientos respondió con sus estudios de Filosofía ¡en la universidad de Heidelberg! Acompañó esto de citas de Heidegger y de la Ética a Nicómaco de Aristóteles. A estas alturas yo no salía de mi asombro y pensaba que el día me estaba saliendo redondo. Continuó con un discurso fascinante, con todo tipo de detalles, sobre una excavaciones en Etiopía que él dirigía por encargo de la UNESCO, sobre un libro que trataba sobre el previsible desencanto que Obama iba a generar en el mundo -que estaba a punto de publicarle Seix Barral, sobre su condición de consejero cultural del Polisario, etc. Abrumado como me encontraba sólo acerté a mencionar mi humilde apoyo a la causa de Aminetu Haidar. En ese momento me dio un fuerte abrazo y casi con lágrimas en los ojos reveló que era ¡primo de Aminetu Haidar! De hecho su nombre era Sailek Haidar y había estado en permanente contacto con la activista saharaui aconsejándola sobre la estrategia a seguir. Precisamente en esos día estaba presionando en el Parlamento Europeo, usando toda su influencia, para que en las próximas semanas saliese adelante una resolución de apoyo a la causa saharaui. Me dijo que a finales de junio iba a presentar un libro en Tenerife y que no dejara de asistir porque me regalaría uno. Bueno ¿qué decir ante este currículum, ante este torrente de datos, citas y acontecimientos? Yo estaba entre asombrado y encantado.
Después de una media hora de discurso finamente hilado me enseñó un texto de apoyo a la causa saharui que iba a presentarse en el Parlamento Europeo como apoyo a la iniciativa que me había comentado. Sin dudarlo estampé mi firma. Acto seguido me dijo que tenía por costumbre emplear parte de su tiempo, siempre que venía a España, a recaudar fondos para la colonia de saharuis refugiados y que si tenía inconveniente en aportar algo, calderilla incluso. Le di 20 euros ¡qué menos! En ese instante me estrechó solemnemente la mano y me emplazó a vernos en junio en La Laguna. Tenía prisa porque un compañeros debía recogerlo en un momento junto a la estatua de Valle Inclán para acudir al congreso donde debía dar una conferencia sobre las estelas grabadas de Tiya en Etiopía. Cuando se despidió nos fuimos al parque del Retiro en una nube. Sin embargo, con el paso de las horas, una cierta sospecha empezó a apoderarse de mí.
Una vez en el hotel nos dedicamos a hacer una exhaustiva búsqueda en internet de este personaje. ¡Nada! Alguien con este currículum debía de tener como mínimo cientos de entradas. Del libro sobre Obama, ¡nada! En el departamento de arqueología de la Soborna, ¡nathing! De excavaciones de la UNESCO en Etiopía, ¡ni rastro! Evidentemente empezó a embargarme una mezcla de ira e indignación, sobre todo porque se aprovechara de la situación del pueblo saharaui para hacer caja. Pensé en ponerme en contacto con la representación del Polisario en Canarias pero también el paso del tiempo hizo que terminara por verlo desde otra perspectiva. El tipo, indudablemente, era un genio, un profesional a la antigua del timo, un artista. ¡Qué verborrea! ¡qué capacidad de adaptarse a la información que le iba proporcionando su víctima! ¡qué ductilidad! ¡qué recursos! ¡qué cultura! Una exhibición de esa clase no valía menos de 20 euros. Era la versión intelectual de un Tony Leblanc en “Los tramposos”, todo un clásico. No en vano su área de actuación debía ser el exterior de la Biblioteca Nacional y seguramente otros recintos ligados a la gran cultura. Incluso nos hicimos una foto juntos. Tengo ganas de volver a encontrármelo.

jueves, 22 de julio de 2010

El Catalejo (7) Gregorio Marañón

En mi última visita a Madrid intenté, como muchos otros, visitar la exposición de los impresionistas del Museo de Orsay en la Fundación Maphre. Pero las colas eran tan apabullantes que desistí de ello. Como plan B acudí a la cercana Biblioteca Nacional y allí me topé con una exposición sobre Gregorio Marañón que me entusiasmó. No tenía una especial información sobre este médico intelectual pero la muestra me puso en contacto con una figura fascinante, un liberal que tuvo una influencia importantísima en la España de la primera mitad del siglo XX. La exposición era, además, un recorrido por una época que ha sido injustamente infravalorada. Me emocionaron especialmente la multitud de libros, primeras ediciones, dedicadas por los autores a Marañón (libros de Unamuno, Ortega y Gasset, Azorín, etc). Cuadros de Zuloaga, Sorolla, Solana.. así como reproducciones de su laboratorio y sala de consulta. De fondo Toledo y su Cigarral de Menores. En fin, un viaje apasionante. Compré el catálogo de la exposición que acabo de terminar de leer. Otra delicia. Un material inmejorablemente documentado y elaborado. Curiosamente, nada más terminar la última página, leo en El País que la Fundación Ortega y Gasset y La Fundación Gregorio Marañón han decidido fusionarse. Una especie de metáfora. Dos de los grandes intelectuales (además amigos) del siglo XX español unidos otra vez en la causa (titánica) de promover la cultura en estos tiempos devaluados. En mi biblioteca tengo un libro de Marañón que hasta hace unas semanas no tenía intención de leer: “Ensayo biológico de Enrique IV de Castilla y su tiempo” (Espasa Calpe 1946). Pero después de leer en el catálogo que este rey era un “eunocoide displásico con reacción acromelágica, de sexo poco desarrollado, voluntad débil y propensiones homosexuales” no me lo pienso perder. Los promotores de la exposición pueden apuntarse a un nuevo fan de Marañón conmigo.

domingo, 18 de julio de 2010

La II Guerra Mundial (3) Los españoles que liberaron París

Acabo de terminar un libro muy recomendable para quienes les interese el tema. Se trata de “La Nueve, los españoles que liberaron París” de Evelyn Mesquida (Ediciones B, 2010). La Nueve fue una de las compañías de la Segunda División Blindada del General Leclerc. La peculiaridad de esta compañía es que estaba mayoritariamente compuesta por republicanos españoles, antiguos combatientes de la Guerra Civil Española. Muchos de ellos terminaron en esta compañía después de un execrable internamiento en campos de concentración franceses. Cuando Francia fue barrida por la invasión alemana el estatus de los refugiados españoles cambió. Terminaron enrolados en las nuevas fuerzas que siguieron al general De Gaulle. Como les gustaba decir, muchos combatieron contra el nazismo y por la libertad y no tanto por la Francia que tanto les maltrató. Lo hicieron también con la esperanza de que una vez vencida Alemania le tocara el turno a la España de Franco. Pero ya sabemos cómo terminó la historia.
La mayoría de los españoles que lucharon en la II División Blindada eran anarquistas y por tanto, consecuentemente, antimilitaristas. No aceptaban a cualquier mando, por lo que tenían fama de ingobernables. Sólo aquellos que se ganaran su confianza eran admitidos por la compañía. Muchas de las acciones las discutían entre ellos y las llevaban a cabo con la máxima eficacia, costumbre heredada de la etapa miliciana de la Guerra Civil Española. Esto se les permitía por su probado valor. De hecho fueron utilizados como fuerza de choque en numerosas batallas.
Los primeros soldados que llegaron al Ayuntamiento de París fueron los españoles de la Nueve. El catalán Amado Granell fue el primero que se presentó ante los miembros de la Resistencia que habían tomado el edificio después de rodearlo con sus semiorugas de origen norteamericano, que llevaban nombres tan españoles como 'Guadalajara', 'Teruel' o 'Gernica'. El extremeño Antonio Gutiérrez y otros compañeros españoles fueron los primeros también en llegar al Hotel Meurice donde se encontraba el general Von Choltitz. Como un oficial sólo podía rendirse a otro oficial, según la costumbre prusiana, Gutiérrez esperó a la llegada de un oficial francés. En agradecimiento a ese gesto Von Choltitz le regaló su reloj. Por cierto, creo que esto no lo recoge la película ¿Arde París? Basada en el best seller de Collins y Lapierre -tengo que comprobarlo. En el desfile de la victoria en el que De Gaulle hizo su entrada triunfal en París, la escolta que le protegía eran los semiorugas españoles.
A los franceses no les hizo ninguna gracia que los españoles hubieran jugado un papel tan destacado en la liberación de la capital del país. En los nuevos planes de reconstitución de la 'grandeur', después del varapalo de la II Guerra Mundial, había que redescribir la historia. Así que un manto de silencio se extendió sobre las hazañas de la Nueve que empieza ahora a desvelarse.

miércoles, 14 de julio de 2010

Cine a solas (4) Moulin Rouge

Acabo de disfrutar de la 'otra' Moulin Rouge, la película dirigida en 1952 por John Huston. Cuando hablamos de este título inevitablemente nos viene a la mente el musical de 2001 hecho para mayor gloria de Nicole Kidman. Frente al despliegue apabullante de ritmo y de color de esta última, la película de Huston es muchísimo más intimista, centrada en la figura de Henri de Toulouse-Lautrec, el maravilloso y contrahecho pintor que convirtiera al Moulin Rouge en un icono del arte. Este papel fue representado por el actor portorriqueño José Ferrer, que obtuvo una nominación al Óscar por ello. John Huston proporcionó una patina especial a la película que refleja muy bien ese mundo bohemio del impresionismo, del mítico Montmartre de finales del siglo XIX. La sensibilidad de Touluse-Loutrec y sus amores desgraciados convierten el film en un auténtico drama. Me emocionó muchísimo la lucha del artista por reivindicar su derecho a amar con un resultado trágico. Al lado de esta película, la versión de 2001 no deja de ser un simple y sofisticado -eso sí- videoclip. La próxima vez que pase por delante del Moulin Rouge actual no podré dejar de tener al Toulouse-Loutrec al que diera vida José Ferrer en la cabeza. Sobre todo porque la película de Huston hace una recreación verdaderamente realista, lejos de la invención posmoderna de Baz Luhrmann más propia de una discoteca del Soho. Hay que verla.

viernes, 9 de julio de 2010

Pasión por la Música (3) Saint Louis Blues March

Mi primer contacto con Saint Louis Blues March (SLBM) fue con la partitura. Con 18 años tocaba el saxofón barítono (una rareza más, propia de mi biografía) con una banda de música. Esta era una banda de pasodobles y selecciones de zarzuela, básicamente. El papel de mi instrumento era el de reforzar al bajo y poco más. Nada que ver con otros géneros donde el saxo barítono tiene un papel más acorde con su carácter, el de armónico grave de las maderas. Al director de la banda le daba de vez en cuando por intentar adentrarse en otros territorios musicales y ponía partituras novedosas en los atriles. Sin embargo, el resultado era invariablemente el mismo: apenas duraban un ensayo frente al desaguisado cacofónico que se montaba. El director regresaba a España Cañí con un punto de amargura. Ese fue el destino de la mencionada partitura. Pero esta vez, el breve disfrute que me proporcionó tocar la parte del barítono me abrió la curiosidad por oír la pieza completa. SLBM es un clásico del repertorio de las Big Band norteamericanas. No soy un entendido en el tema pero a mi me encantan las versiones de Glenn Miller y Louis Armstrong. Podemos oír la pieza en los títulos de crédito de “Historia de un soldado” (1984) y en “The Glenn Miller Story” (1953) (titulada en España como “Sonrisas y Lágrimas”). Les adjunto el enlace de más abajo, con la versión de la actual y maravillosa “Glenn Miller Orchestra”. Ojo con los numeritos de los músicos, especialmente de los trombones (algo propio del estilo de esta orquesta). Hubo una época en que hubiera dado cualquier cosa por tocar en una big band como esta. Hoy me conformo con verlo en Youtube. Que lo disfruten. (Por cierto, el saxofón barítono es el que toca la chica de la esquina en la primera fila).
http://www.youtube.com/watch?v=gFR3HMWOQ4A&feature=related

martes, 6 de julio de 2010

El Impertinente (8) Fracaso social = fracaso escolar

Aunque en estos días de verano parezca que los temas educativos se toman una tregua, les adjunto mi última colaboración con Tangentes.

Hace unos días se hicieron públicas las última pruebas de rendimiento escolar y, para variar, Canarias vuelve a ocupar el puesto de cola en el conjunto del Estado. Lo raro habría sido lo contrario. Una vez más estos datos han sido recibido con más indiferencia que otra cosa por parte de la opinión pública – un indicio más de lo que está pasando. Si queremos empezar a coger el toro por los cuernos habrá que hablar claro: Canarias ha devenido en un fracaso social. Nuestro modelo social es inviable. Tenemos unos índices socioeconómicos de pena, un modelo productivo raquítico y obsoleto, un nivel cultural pobrísimo, un entorno medioambiental degradado, una “clase política” para echarse a llorar, una convivencia a punto de romperse. Así las cosas, los resultados escolares difícilmente podrían ser otros. Por desgracia la escuela ha terminado siendo poco más que un registro notarial. Su antigua función de agente socializador, su capacidad de promoción social, ha quedado relegada ante la poderosa industria del ocio, frente a la desestructuración familiar cada vez más generalizada y respecto a uno valores dominantes basados aún en la cultura del pelotazo.
Recientemente un compañero me contaba que dada la escasez de matrícula en un ciclo formativo medio del que es profesor se vieron obligados a poner una mesa promocional en un gran centro comercial. El único requisito académico para acceder a estos estudios es el título de educación secundaria o el antiguo graduado escolar (es decir, la titulación mínima existente). El caso es que la mayoría de los que se interesaron por este ciclo formativo carecían de esos estudios mínimos requeridos por lo que el compañero, después de una agotadora jornada de trabajo extra, se fue sin apenas realizar una nueva matrícula. ¿Qué hacer frente a esto? En estos momentos más que un pacto escolar empieza a ser necesario un nuevo “contrato social”. El problema es que el impulso deseable para “refundar” nuestra sociedad no va a venir ni del entramado político-empresarial (al que le interesa este estado de cosas) ni de quienes precisamente consideran que el éxito personal se mide por el precio del coche que se luce para ir de su casa a la esquina o por el número de carritos de la compra que se llenan en cada visita al hipermercado. Vendrá, en todo caso, de aquellos que empiezan a atisbar que en este barco vamos todos y que hace aguas por todas partes.
Dicho esto, centrémonos un momento en nuestro vapuleado sistema educativo. De todos los sectores que forman parte del mismo sólo podemos salvar uno: al propio alumnado. Nuestros alumnos no son culpables de este fracaso palpable, son, en todo caso, víctimas del mismo. Somos los adultos los que hemos permitido este estado de cosas. De la administración educativa lo más suave que se puede decir es que es hostil (y alérgica) a la escuela que debe administrar. Su principal preocupación en la actualidad, más allá del discurso oficial, es ver las vías que aún le quedan para desmantelar el sistema público educativo al que considera como un recurso prescindible. Respecto a las familias hay que constatar que las clases medias, con el aliento de la administración, hace tiempo que huyeron a la concertada o a la privada donde esperaban encontrar una posibilidad real de promoción para sus hijos. El resto suele tener tales problemas que muchos piensan que la educación de sus hijos es el menos prioritario. La gran mayoría del alumnado que pasa con éxito por la escuela suele ser el que tiene una familia detrás que está pendiente en todo momento de su acontecer diario. Y en el otro extremo una parte importante del alumnado que fracasa suele tener una familia que ni está ni se le espera. La capacidad de la escuela para 'rescatar' al alumnado con problemas es actualmente mínima.
Y con el profesorado hemos topado. El problema fundamental (además de la desinversión, la creciente burocratización y del galimatías legislativo, entre otras cosas) es la carencia de un perfil profesional del docente. Cualquier empresa mínimamente seria (y eso que soy de los que piensa que una escuela en absoluto es una empresa) realiza un perfil profesional de los puestos que necesita cubrir y en función de ello selecciona al personal. En la educación el sistema selectivo tiene poco que ver con las tareas, capacidades y destrezas que el profesorado debe realizar luego. Nos encontramos entonces con docentes desbordados, incapaces de responder a las exigencias de la escuela como institución social, con un alto nivel de estrés y frustración, que se sienten engañados porque los contrataron como profesores de esto o aquello y terminan luego trabajando de asistentes sociales, seguritas, mediadores familiares, monitores de urbanidad, animadores de tiempo libre, etc. A pesar de esto podemos enorgullecernos del trabajo de muchos maestros entregados a su tarea y que tienen que luchar a diario como quijotes con situaciones que les sobrepasan.
Esto no se soluciona de hoy para mañana. Es más, revertir el estado actual de cosas sería una cuestión de al menos una o dos generaciones. Eso si se empieza ya a hacer una lectura realista del problema. Si se parte de la base de que no necesitamos que nos sigan halagando el oído con las excelencias de nuestra tierra y de nuestra gente. Sólo los embaucadores, los que quieren seguir aprovechándose de la ingenuidad del personal, aquellos a los que conviene que los canarios sigamos mirándonos el ombligo creyéndonos lo que no somos, son los que negarán que tenemos un serio problema. Porque me duele esta tierra no tengo empacho en airear bien alto que esto es un fracaso en toda regla.

viernes, 2 de julio de 2010

El aula (7) Lo mágico en la educación

En el mes de abril, el jurado de las Jornadas Maestropasión 2010, patrocinada por la Asociación Recreas (Rincón para el estudio de la creatividad social), tuvo a bien concederme el premio que otorga anualmente. Las jornadas tenían por título “La educación, un acto mágico”. Este es el escrito de agradecimiento que reenvié a dicha organización.

Hace ya unos meses que el jurado de las Jornadas Maestropasión tuvo la ocurrencia de concederme el premio homónimo. Como aprendiz de mago que soy no creo haber hecho aún nada destacado que me haga merecedor de un premio que antes que a mí le ha sido concedido a tres grandes referentes de la educación en Canarias. Pero bueno, aceptando esta curiosa 'conjunción astral' quisiera compartir con ustedes esta pequeña reflexión sobre aquello que nos une: la pasión por la enseñanza. Debo estar aquejado de una seria deformación profesional (con algunos ribetes patológicos) porque considero un deber inexcusable del docente el ejercicio de la reflexión sobre sus procesos y sus fines y, por extensión, los que conciernen al conjunto de la escuela. Curiosamente, en los tiempos que corren, no hay nada más 'a la contra' que la reflexión crítica. Frente a esto abunda lo que Theodor Adorno llamaba 'accionismo': la tendencia a la acción sin reflexión, el pretender que, en el caso de la educación, la cosa se resuelve con medidas ad hoc, con la mera aplicación de reglamentos, criterios y decretos de esto o lo otro, etc. La alergia a la reflexión, al debate, al análisis, no es sino otro signo más del descafeinamiento social que nos aqueja.
La magia está relacionada con lo que difícilmente podemos explicar, con lo inefable, con lo que nos maravilla. Se opone a la lógica y a lo racional. Y ciertamente hay algo de mágico en la educación (con permiso de los racionalistas). Hay dos cuestiones fundamentales en las que percibo esa halo mágico: en el despliegue de la inteligencia y en el proceso de crecimiento. La apertura del alumno al mundo, el desarrollo de su inteligencia entendida como un amplio conjunto de capacidades (y muy relacionada con la sensibilidad) es un fenómeno que a mí, al menos, me fascina. Las preguntas que empieza a hacerse el chico, el lugar que reclama en el mundo, su propio proceso de autoconstrucción, tiene todo ello una dimensión que raya en lo mágico (dado que uno nunca consigue explicarlo del todo). Bien es cierto que cuando esto se trunca, cuando el potencial que cada uno lleva dentro queda bloqueado por mil imponderables, lo mágico se convierte en pura frustración. No siempre el mago tiene a su alcance todos los ingredientes para una buena pócima.
La educación desde los griegos siempre ha consistido en la transmisión cultural que los adultos ejercen sobre los jóvenes. En esta relación hay dos cuestiones fundamentales: el ejemplo y la palabra. Los niños aprenden por lo que ven, por lo que viven y por lo que oyen. Y lo hacen en relación con sus iguales y con los adultos. El problema de la escuela actualmente es que las interferencias en este proceso son apabullantes. La industria del ocio (con intenciones puramente comerciales) ha desplazado a la escuela como agente socializador. Al mismo tiempo los adultos hemos construido un mundo que, como diría Tonucci, es completamente hostil a los niños. Frente a esto lo tenemos ciertamente complicado, hay que reconocerlo. En muchos casos la escuela es la última esperanza del ser humano, el refugio postrero en el que se dilucida la batalla definitiva. Los docentes (al igual que los padres) debemos tener claro que lo primero que mostramos en nuestro quehacer educativo es nuestro propio retrato. Al igual que nos preocupamos por dar nuestra mejor imagen cuando posamos para un fotógrafo algo parecido deberíamos hacer cuando nos ponemos frente a una clase. Nuestra capacidad para ofrecer algo interesante en las clases, para resolver problemas, reconciliar con la vida, cautivar con la propia materia, abrir los sentidos y encauzar las emociones de quienes tenemos delante, etc. es la medida que habla de nosotros como buenos, o no tan buenos, 'magos'.
Resulta ya cansino a estas alturas seguir comprobando que el debate sobre el papel del docente sigue tan estancado como siempre. Hay que tener una cierta capacidad de resignación frente a los que entienden su profesión como el de meros transmisores de un currículum académico en el que ni siquiera han intervenido. El caso es que proyectan un retrato de sí mismos, una visión ideológica del mundo, del que no son, la mayoría de las veces, conscientes. Ciertamente la educación entendida de esta forma tiene mucho de funcionarial y poco de mágica. Y es lo que, a mi juicio, menos necesita nuestro alumnado. El obseso por la programación, el notario metido a profesor, es perfectamente sustituible por una colección de cd interactivos. Ahora bien, el profesor que hace de su materia un vivero de experiencias, que tiene mucho que transmitir porque ha sido mucho lo que ha vivido, que entiende la educación como la expresión máxima de lo humano, ese sí que es insustituible (e impagable).
Un error frecuente, inducido por esa racionalidad instrumental contra la que nos prevenía la Escuela de Frankfort, es la de confundir los medios con los fines. Estamos introduciendo demasiado 'ruido' en el proceso educativo. Nos hemos dejado arrastrar por esos cantos de sirena que confían en que la tecnología, al final, nos salvará. El alumno con problemas los seguirá teniendo igual con un ordenador portátil delante o frente a una pizarra digital. Otra cosa es que caigamos también en la trampa de que el objetivo de la educación es mantener entretenido al personal, para eso la tecnología sí que tiene un potencial inigualable. Esta confusión relega al profesor a la condición de 'monitor', 'operador de sistemas' y poco más. Nos hace completamente prescindibles (y hay quien piensa que no sería mala idea). Al contrario, hoy más que nunca, debemos reivindicar la figura del maestro como una referencia esencial en la formación de la persona y del ciudadano. No debemos caer en la tecnofobia pero tampoco en la ingenuidad de creer que la tecnología será la receta que acabe con todos los males que nos atormentan.
Frente a todo esto debemos reivindicar lo 'artesanal' en la educación. Lo artesano es lo que se hace con las manos, lo que está muñido a pequeña escala, lo que se cuece a fuego lento (como todas las buenas pócimas). Lo artesano se opone a lo industrial, a lo mecánico y repetitivo. Lo artesano va dirigido a la persona, lo industrial al consumidor, al cliente desprovisto de una identidad propia. La educación seriada y despersonalizada es la marca distintiva de los regímenes totalitarios. Un mago de la educación no se hace en una fábrica, se hace en un pequeño taller, en contacto con otros magos que le transmiten los arcanos del oficio. En este sentido, lo mejor que puedo decir de mí es que tuve algunos buenos maestros, algunos magos excepcionales que se cruzaron en mi vida. Algunos lo fueron incluso sin saberlo. Porque siempre me preocupó agudizar bien los oídos y empaparme de aquellos que tenían mucho que contar. Aprendí también de algunos alumnos que me devolvieron más de lo que yo les pude enseñar. Procuré y procuro apurar este regalo de la existencia que nos ha sido concedido por esta particular evolución del universo e interpretarla, según mi perspectiva, con los alumnos que el azar hizo que coincidiéramos. Aprendí mucho y bien de los libros que siempre me acompañaron y de todo aquello que me asombró y me hizo menos imbécil.
Un premio como éste se convierte en un compromiso más con esta tarea que es a la vez pasión y tragedia, vocación y destino; es una alianza renovada con esta compañera fiel -pero difícil- que es la enseñanza, un nuevo sortilegio que sumar a los anteriores.