Acabo de disfrutar de la 'otra' Moulin Rouge, la película dirigida en 1952 por John Huston. Cuando hablamos de este título inevitablemente nos viene a la mente el musical de 2001 hecho para mayor gloria de Nicole Kidman. Frente al despliegue apabullante de ritmo y de color de esta última, la película de Huston es muchísimo más intimista, centrada en la figura de Henri de Toulouse-Lautrec, el maravilloso y contrahecho pintor que convirtiera al Moulin Rouge en un icono del arte. Este papel fue representado por el actor portorriqueño José Ferrer, que obtuvo una nominación al Óscar por ello. John Huston proporcionó una patina especial a la película que refleja muy bien ese mundo bohemio del impresionismo, del mítico Montmartre de finales del siglo XIX. La sensibilidad de Touluse-Loutrec y sus amores desgraciados convierten el film en un auténtico drama. Me emocionó muchísimo la lucha del artista por reivindicar su derecho a amar con un resultado trágico. Al lado de esta película, la versión de 2001 no deja de ser un simple y sofisticado -eso sí- videoclip. La próxima vez que pase por delante del Moulin Rouge actual no podré dejar de tener al Toulouse-Loutrec al que diera vida José Ferrer en la cabeza. Sobre todo porque la película de Huston hace una recreación verdaderamente realista, lejos de la invención posmoderna de Baz Luhrmann más propia de una discoteca del Soho. Hay que verla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario