martes, 6 de julio de 2010

El Impertinente (8) Fracaso social = fracaso escolar

Aunque en estos días de verano parezca que los temas educativos se toman una tregua, les adjunto mi última colaboración con Tangentes.

Hace unos días se hicieron públicas las última pruebas de rendimiento escolar y, para variar, Canarias vuelve a ocupar el puesto de cola en el conjunto del Estado. Lo raro habría sido lo contrario. Una vez más estos datos han sido recibido con más indiferencia que otra cosa por parte de la opinión pública – un indicio más de lo que está pasando. Si queremos empezar a coger el toro por los cuernos habrá que hablar claro: Canarias ha devenido en un fracaso social. Nuestro modelo social es inviable. Tenemos unos índices socioeconómicos de pena, un modelo productivo raquítico y obsoleto, un nivel cultural pobrísimo, un entorno medioambiental degradado, una “clase política” para echarse a llorar, una convivencia a punto de romperse. Así las cosas, los resultados escolares difícilmente podrían ser otros. Por desgracia la escuela ha terminado siendo poco más que un registro notarial. Su antigua función de agente socializador, su capacidad de promoción social, ha quedado relegada ante la poderosa industria del ocio, frente a la desestructuración familiar cada vez más generalizada y respecto a uno valores dominantes basados aún en la cultura del pelotazo.
Recientemente un compañero me contaba que dada la escasez de matrícula en un ciclo formativo medio del que es profesor se vieron obligados a poner una mesa promocional en un gran centro comercial. El único requisito académico para acceder a estos estudios es el título de educación secundaria o el antiguo graduado escolar (es decir, la titulación mínima existente). El caso es que la mayoría de los que se interesaron por este ciclo formativo carecían de esos estudios mínimos requeridos por lo que el compañero, después de una agotadora jornada de trabajo extra, se fue sin apenas realizar una nueva matrícula. ¿Qué hacer frente a esto? En estos momentos más que un pacto escolar empieza a ser necesario un nuevo “contrato social”. El problema es que el impulso deseable para “refundar” nuestra sociedad no va a venir ni del entramado político-empresarial (al que le interesa este estado de cosas) ni de quienes precisamente consideran que el éxito personal se mide por el precio del coche que se luce para ir de su casa a la esquina o por el número de carritos de la compra que se llenan en cada visita al hipermercado. Vendrá, en todo caso, de aquellos que empiezan a atisbar que en este barco vamos todos y que hace aguas por todas partes.
Dicho esto, centrémonos un momento en nuestro vapuleado sistema educativo. De todos los sectores que forman parte del mismo sólo podemos salvar uno: al propio alumnado. Nuestros alumnos no son culpables de este fracaso palpable, son, en todo caso, víctimas del mismo. Somos los adultos los que hemos permitido este estado de cosas. De la administración educativa lo más suave que se puede decir es que es hostil (y alérgica) a la escuela que debe administrar. Su principal preocupación en la actualidad, más allá del discurso oficial, es ver las vías que aún le quedan para desmantelar el sistema público educativo al que considera como un recurso prescindible. Respecto a las familias hay que constatar que las clases medias, con el aliento de la administración, hace tiempo que huyeron a la concertada o a la privada donde esperaban encontrar una posibilidad real de promoción para sus hijos. El resto suele tener tales problemas que muchos piensan que la educación de sus hijos es el menos prioritario. La gran mayoría del alumnado que pasa con éxito por la escuela suele ser el que tiene una familia detrás que está pendiente en todo momento de su acontecer diario. Y en el otro extremo una parte importante del alumnado que fracasa suele tener una familia que ni está ni se le espera. La capacidad de la escuela para 'rescatar' al alumnado con problemas es actualmente mínima.
Y con el profesorado hemos topado. El problema fundamental (además de la desinversión, la creciente burocratización y del galimatías legislativo, entre otras cosas) es la carencia de un perfil profesional del docente. Cualquier empresa mínimamente seria (y eso que soy de los que piensa que una escuela en absoluto es una empresa) realiza un perfil profesional de los puestos que necesita cubrir y en función de ello selecciona al personal. En la educación el sistema selectivo tiene poco que ver con las tareas, capacidades y destrezas que el profesorado debe realizar luego. Nos encontramos entonces con docentes desbordados, incapaces de responder a las exigencias de la escuela como institución social, con un alto nivel de estrés y frustración, que se sienten engañados porque los contrataron como profesores de esto o aquello y terminan luego trabajando de asistentes sociales, seguritas, mediadores familiares, monitores de urbanidad, animadores de tiempo libre, etc. A pesar de esto podemos enorgullecernos del trabajo de muchos maestros entregados a su tarea y que tienen que luchar a diario como quijotes con situaciones que les sobrepasan.
Esto no se soluciona de hoy para mañana. Es más, revertir el estado actual de cosas sería una cuestión de al menos una o dos generaciones. Eso si se empieza ya a hacer una lectura realista del problema. Si se parte de la base de que no necesitamos que nos sigan halagando el oído con las excelencias de nuestra tierra y de nuestra gente. Sólo los embaucadores, los que quieren seguir aprovechándose de la ingenuidad del personal, aquellos a los que conviene que los canarios sigamos mirándonos el ombligo creyéndonos lo que no somos, son los que negarán que tenemos un serio problema. Porque me duele esta tierra no tengo empacho en airear bien alto que esto es un fracaso en toda regla.

2 comentarios:

  1. Que razón llevas, pero como si nada, aquí parece que a nadie le duelan las heridas, cada vez más profundas. Nadie hace nada, cada uno a lo suyo y "no me molestes con impertinencias..."

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  2. Absolutamente de acuerdo, y no solo en Canarias. Una bloguera amiga, Candela, se expresa de igual manera, está que se sube por las paredes.
    Al respecto tiendo al pesimismo, cada vez siento una escisión mayor (quizás consentida) del género humano. Una parte se podría convertir en una subespecie y otra superespecie, si a ello le añadimos el poderío económico-politico y el estratégico unidos a la capacidad de acceso a nuevas tecnologías de los más pudientes ........ Ojalá me equivoque pero me alegraría no verlo. Hay demasiado abandono y comodidad en la sociedad. El rebaño ya no sabe saltar por los riscos para pastar, se ha acomodado al pienso que le ofrecen de forma aleatoria. Los pocos que como tu saben el esfuerzo mantenido que hay que sostener durante mucho tiempo no se si serán suficientes para sacar la educación pública del atolladero donde se encuentra. Un abrazo.

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