viernes, 30 de septiembre de 2011

El Catalejo (32) El circo electoral

¡Comienza el circo electoral!, ¿y van...? Ahora que los grandes partidos están “cerrando las listas” (esto es: acuchillándose unos a otros por ocupar un “puesto de salida”) la cosa empieza a calentarse. En realidad, todo este proceso electoral constituye una carrera sin cuartel por colocarse (y colocar a los colegas) en puestos que aseguren una buena tajada en los próximos cuatro años. ¿Qué otra cosa podemos pensar cuando leemos en el periódico cosas como estas?: “la pugna está condicionada por la pretensión de algunos dirigentes en ir en lugares de salida tras haber perdido sus puestos en las municipales y autonómicas” (…) “Los barones pactaron la candidatura de XXXX a cambio de mantener la paz interna” (…) “Ahora el candidato ha impuesto la mayoría de sus condiciones pero no ha logrado situar bien a algunos colaboradores”, etc. Aunque estas citas, extraídas del periódico El País de hoy, se refieren a un partido concreto valdrían perfectamente para cualquiera de los grandes que, a la postre, se reparten el pastel parlamentario. Esto es propio de una forma de entender la política como una profesión que, fastidiosamente, hay que revalidar cada ciertos años en la cita con las urnas. Ahora toca recuperar la cercanía con el electorado perdida desde el día después de las últimas elecciones, parir propuestas e ideas a todo trapo aunque pasado mañana haya que dejarlas de nuevo en la cuneta, repasar los manuales del partido y acostarse prácticamente con el responsable de campaña. Pero, sobre todo, hay que sacar las navajas para pasar por delante del supuesto compañero, del camarada de filas, y asegurarse un buen puesto en las listas cerradas que el partido presentará como la mejor del mundo mundial. No creo pecar de ingenuidad ni reivindico un espíritu angelical en la cosa política. Solo es un poco de hartazgo frente a esta parafernalia bastante desacreditada. Una ciudadanía con un mayor nivel de conciencia terminaría por censurar este mercadeo. Sobre todo ahora en el que nuestros futuros administradores / gobernantes (o mejor dicho, directores generales de esta empresa de demolición en la que se han convertido los poderes del Estado) van a tener la responsabilidad de decidir sobre nada más y nada menos que las condiciones de supervivencia de la gran mayoría de la población. De todos modos, hay que tener pocas esperanzas ahora que volvemos a tener fútbol todos los días.

domingo, 25 de septiembre de 2011

El Aula (15) (Des)concierto educativo

Parece que el chollo empresarial empieza a vislumbrarse en cubrir aquellos servicios públicos esenciales de los que la administración comienza a no querer saber nada. Si usted es un capitalista (no me entienda mal, alguien con la suficiente capacidad inversora) vaya pensando en abrir un centro médico o una clínica privada. Esto va a ser un chollo, oiga. Y también, por qué no, una escuela con vocación concertada. Imagínese: usted abre una empresa y consigue que el gobierno le pague el capítulo de gastos más abultado: el del personal docente. Lógicamente, previo estudio de mercado, asegúrese que la zona en la que vaya a instalar la empresa tenga un estatus medio / alto (nada de zonas rurales o suburbios inmundos). Hay que procurar evitar al alumnado inmigrante, con algún retraso educativo o de otro tipo que afeen los resultados (para eso está la escuela pública -si se nos cuela alguno ya veremos la forma de endosárselos). Luego vendrán las triquiñuelas para conseguir que la empresa empiece a tener los imprescindibles beneficios. Como los vientos neocon soplan a favor encima parecerá que le estamos haciendo un favor a la sociedad, ahorrando costes y optimizando resultados. ¡No se lo piense más, hombre! Este es el momento de invertir en todo ese pastel que el Estado piensa dejar en manos de los tiburones de las finanzas. Si usted es más atrevido no es mala idea lo de una cárcel de diseño o incluso un ejército privado para defender grandes superficies de las masas de zombis hambrientos que van a aparecer por doquier (todo llegará). Mientras, como buen padre / madre preocupado por la educación de sus hijos “razones” no le faltarán para elegir la mejor escuela concertada: que si lo mejor es una educación bilingüe, que si al final no hay nada como una educación tradicional (fe y disciplina), que si está demostrado que el nivel... Vamos, que el que no encuentra motivos es porque no quiere. Y como todavía queda un poco de caridad cristiana por ahí lo mejor es un cheque escolar (más dinero del Estado, disfrazado de derecho a elegir e igualdad de oportunidades) para que el pobrecillo de turno tenga la posibilidad de codearse (en la fila de atrás, eso sí) con alumnado de rancio abolengo y apellido ilustre. ¡Pobre escuela pública, tienes los días contados! (el 20N + 1 ya me dirán).

miércoles, 21 de septiembre de 2011

El Catalejo (31) Espe nos mata

Envalentonada por su nueva y holgada mayoría electoral la ubicua Esperanza Aguirre nos desvela un día sí y otro también el “programa oculto” del Partido Popular. Esta pirómana metida a política de toda la vida considera lo público como el patio trastero de su casa (precisamente en el momento en el que toca hacer limpieza). Y puestos a meter tijera de dónde mejor que aquellos servicios públicos que atienden a la chusma. En el orden natural de las cosas la calidad solo está al alcance de quienes se lo pueden permitir, de la casta elegida por los dioses para mostrarnos a los demás qué significa saber vivir. Esta plutocracia que nos gobierna es incapaz de entender lo público como un bien común. Es difícil que alguien que hace uso habitual de la sanidad o la escuela privada tenga un mínimo sentido de la protección de lo público. Sin embargo, lo que me llama poderosamente la atención es que haya tantos ciudadanos que votan y jalean a personajes de esta especie. ¿Qué pasa?, ¿la mayoría de la población de este país tiene llenos los bolsillos y debería pagar el impuesto de patrimonio?, ¿ahora resulta que todo el mundo piensa que la enseñanza no estrictamente obligatoria debería ser de pago?, ¿qué el profesorado de la pública es una pandilla de vagos que no trabajan sino 18 horas a la semana?, ¿que hay que cerrar ambulatorios aquí y allá?, pero ¿sabe la gente realmente lo que vota?, ¿tiene el españolito (lo guarde Dios) que esperar a comprobar en sus propias carnes lo que supone aupar al poder al Tea Party patrio? Lo malo de todo esto es que la Sra. Aguirre se ha convertido en la luminaria que muestra el camino al resto de la troupe, la Juana de Arco de la derechona que blande la espada contra todo sospechoso de posturas socializantes. Si por lo menos existiera un átomo de aquella conciencia de clase de las que nos hablaban los denostados teóricos de las utopías socialistas, el común de los mortales tendría mucho cuidado en elegir como su representante a los que nada tienen que ver con ellos. ¿De verdad piensa un parado que un ricacho metido a político pierde el sueño con el 21% de desempleo? En fin… estaba esta tarde leyendo el periódico en una terraza de un bar, asqueado de las ocurrencias de la Espe, indignado con lo que le están haciendo al pueblo griego y algunas otras nimiedades como estas cuando en la mesa de al lado estalló una discusión a cuenta de un penalti anulado a un equipo de fútbol cuyo encuentro estaba siendo retransmitido por el super plasma colocado estratégicamente. ¡Todo en orden! –pensé.

sábado, 17 de septiembre de 2011

Cine a solas (4) El árbol de la vida

Un auténtico poema visual. Eso es “El árbol de la vida”, la última genialidad de Terrence Malick. Fui a verla con todas las expectativas propias de un admirador de “La delgada línea roja” y hay que decir que este peculiar director se supera a sí mismo. Su última película es un acercamiento nada más y nada menos que a lo inefable, un intento de abordar la dialéctica de la vida y de la muerte, la dimensión temporal del ser humano… ¡qué cosas! A mitad de la película me vino el encabezado del “Así habló Zaratustra” de Nietzsche : “un libro para todos y para nadie”. Esto es “El árbol de la vida”, una película para todos y para nadie, ¿el Eterno Retorno, por cierto? Desde luego el consumidor de cine de palomitas haría bien en no emplear su dinero en esta película. De hecho, al final hubo abucheos, risas, personas que se marcharon antes de que acabara y algunos tímidos aplausos. Algo así como el estreno de la “Consagración de la primavera” de Stravinski, un poema sinfónico que fue incomprendido en su día y que luego abrió nuevos caminos en la estética musical. Hay que estar dispuesto a abandonarse a un poderoso ejercicio de mística que por momentos alcanza cotas verdaderamente sublimes. Terrence Malick pertenece a otro mundo. Su reino no es de por aquí precisamente. Y entre tanta estupidez se agradece de vez en cuando una excentricidad de este calibre (en el mejor sentido de la palabra, es decir de aquello que está alejado del centro y que por tanto es raro y singular). La conjunción de fragmentos musicales de Mahler, Couperin o Smetana con el juego de imágenes que tratan de mostrarnos los interrogantes de la existencia resulta arrebatadora. “El árbol de la vida” admite muchas lecturas. Habrá quien lo vea como un panfleto religioso. Yo prefiero entenderlo casi como todo lo contrario. Porque al final solo veo el profundo misterio de la existencia que se encadena necesariamente con las grandes preguntas sobre el universo. ¿Existencialimo?, ¿panteismo?, ¿psicoanálisis?, ¿espiritualidad new age?, ¿todo esto junto y algo más? Malick se vuelca en aquello que está en los bordes y que seguramente pertenece al  terreno de la poesía. Solo acierto a decir que salí de la sala en un estado de schok y con esa sensación de frikie que a veces me invade cuando constato que a los mortales que me rodeaban la película no les había hecho maldita gracia. ¿Le recomiendo que vaya a verla? No lo sé. Yo pienso repetir.

jueves, 15 de septiembre de 2011

El Aula (14) Aulas habitables

Convertir la escuela, el lugar donde alumnos y profesores pasamos tantos años de nuestra vida, en un espacio habitado y habitable no es una cosa nueva. No son pocas las experiencias que existen por esos mundos en lo que el espacio de convivencia escolar se considera como un elemento más a cuidar del proceso educativo. Sin embargo, suelen ser proyectos individuales que tienen mucho con ver con las peculiaridades del docente y no tanto con un proyecto de centro o una apuesta colectiva. Apunto esto porque en el curso en el que cumplo veinte años de docencia (ya se sabe que veinte años no son nada –como dice el tango) he podido disponer de un aula dedicada en exclusiva a la enseñanza de la Filosofía. Por primera vez (y nunca es tarde) puedo hacer coincidir continente y contenido. Esto ha sido posible gracias a la decisión tomada en mi centro de adoptar el modelo de aulas temáticas en vez del de grupo-clase. Los profesores sabemos, sin embargo, que un número de casos importantes en los que un centro se ha lanzado a esta aventura no ha pasado de ser un simple apaño en el que el docente se queda quieto en un sitio y es el alumnado el que se mueve (con el inconveniente añadido del aumento del colesterol del malo). O en el mejor de los casos la ocasión para poner algún poster de la materia en la pared del aula. Pero este enfoque permite, salvando los imponderables de tipo económico y las propias limitaciones organizativas del centro, un salto pedagógico enorme. Algo que puede lograrse con un poco de voluntad, imaginación y atrevimiento (las precondiciones para cualquier enfoque innovador, por cierto). El aula de Filosofía “Hannah Arendt” trata de crear un espacio singular para el trabajo y la reflexión filosófica. ¡O al menos eso espero! Parto de la base de que hay unos principios que son consustanciales a la naturaleza humana (ya sé que esto es mojarse demasiado) y uno de ellos es que nos atrae aquello que nos hace sentir cómodos y nos repele justamente aquello que nos incomoda. En esto la organización y tratamiento del espacio juega un papel importante. Hay que atraer al personal y hacer que entienda su estancia en el aula como una experiencia de vida y no como un espacio ajeno y alienante. No hay ninguna razón para que los centros educativos tengan un aspecto anodino y en algunos casos carcelario, para que sigan mostrando la misma pobreza material (crisis mediante) que hace treinta años y que sigan generando esa falta de vínculo propia de los lugares de producción en serie. No hay motivo alguno para que sigan siendo, en palabras del sociólogo Marc Augé “no-lugares”. Esto es: un espacio de tránsito carente de identidad. En esto han devenido los centros educativos en las últimas décadas. Por el contrario, es necesario convertirlos en lugares habitables, con una historia que es producto de las personas que lo ocupan y con una vocación relacional. Este planteamiento no es necesariamente propio de un Aula de Filosofía, sino de un planteamiento docente válido para cualquier materia (¡incluso para las matemáticas! –a las que siempre se pone, sin que uno sepa muy bien porqué como ejemplo de todo tipo de limitaciones). En lo que a uno atañe, tengo claro que si queremos seguir aquel dictum de Kant: “lo importante no es enseñar Filosofía, sino enseñar a filosofar” hay que jugar con todos los elementos, incluido el del hábitat en el que nos movemos. Y, por cierto, cada vez tengo más claro también que los límites de nuestro potencial docente no son sino una de nuestras muchas taras psicológicas.

domingo, 11 de septiembre de 2011

El Catalejo (30) ¿Qué hacías aquel 11S?

Como nadie me preguntará eso de “¿qué hacías tú en el 11S?” no me resisto a dejarlo caer. Me encontraba en un almuerzo con los compañeros del Departamento de Actividades Extraescolares de mi centro en un restaurante de San Juan de la Rambla, una muestra del gran trabajo que hicimos el curso anterior (aunque esté mal decirlo). Yo era el vicedirector y despedíamos a tres compañeros que cambiaban de centro. Nada más servirnos un apetitoso arroz caldoso me llegó un mensaje en el móvil de mi hermana. Acababa de estrellarse un avión contra una de las Torres Gemelas. “¡Vaya, ya tenemos argumento para una historia de catástrofe!” -pensé. De todos modos, me pareció muy extraño que pudiera ocurrir un accidente de ese tipo. Un avión puede estrellarse nada más despegar pero desviarse de su ruta y chocar contra aquel rascacielos... Los compañeros no terminaban de creérselo y alguno incluso bromeaba con el asunto. Mi hermana seguía mandado mensajes sobre si era un avión comercial o una avioneta. Así hasta que llegó otro mensaje tremendo: un nuevo avión se empotraba contra la segunda de las torres. A pesar de la incredulidad del resto de los comensales algo me decía que mi hermana no estaba de broma. ¡No cabía duda de que esto era un ataque en toda regla! Deje tres mil pesetas encima de la mesa (aunque parece que hace un siglo de esto faltaban unos meses para que se nos cayera encima el euro), el arroz a medio terminar y salí a toda prisa hacia mi casa. Me dio la impresión de que algún compañero cogía el mismo camino pero ni reparé en ello. La radio del coche confirmo los mensajes del móvil. Estuve hasta bien entrada la madrugada pegado al televisor con esa sensación de que la cosa tenía la dimensión de una “caída de Constantinopla” o de un Pearl Harbour cuanto menos. ¡Con lo que me gustan a mí los episodios históricos!

jueves, 8 de septiembre de 2011

El Catalejo (29) Nuestros amigos los políticos (ricos)

Por lo visto Canarias ha logrado no rebasar el límite del déficit establecido a estas alturas del año. Algunos deben estar poniéndose medallas por este hecho en estos momentos. Lástima que tal proeza haya sido gracias al desmantelamiento del sistema educativo y a disponer de uno de los peores servicios sanitarios del Estado. Pero ¡los números son los números! ¡Y los mercados la nueva divinidad (una picadora de carne en realidad) ante la que se justifican todos los sacrificios y los holocaustos! Para el dogma neoliberal la contención del déficit, la reducción del gasto y, por tanto, de la inversión pública y el pago de los intereses de la bendita deuda es lo absolutamente prioritario. Ante estos objetivos se puede / debe sacrificar todo lo demás, incluido el bienestar de las personas, sobre todo el de las más desfavorecidas y que han cometido la atrocidad de haber nacido sin un buen patrimonio que les sirva de colchón frente a estos pequeños inconvenientes de nuestra economía capitalista. ¿Quién te mandó a ser pobre, a ver? Pero, ¡tránquilo! aunque nunca tendrás un Louis Vuitton al menos podrás ver la tele y jalear al Barça cuando gane. Las “medidas de ajuste” de las que hablan los tecnócratas no son otra cosa que más profesores en la calle y más cierre de ambulatorios. Cuestiones estas que poco le dicen a quienes tienen su nivel de vida asegurado. Y si no moléstense en consultar el patrimonio y los ingresos (declarados) de sus señorías, nuestros bien amados diputados, que acaban de hacerse públicos. Como pueden imaginarse no estamos hablando de mileuristas precisamente. Desde hace ya bastantes lustros se estableció que un cargo público debería cobrar un sueldo digno y adecuado con el fin de que no fueran únicamente los ricos los que pudieran dedicarse a este noble oficio. Pero, qué curioso, que al final vuelven a ser los señoritos los que copan la mayoría de los puestos. En Canarias tenemos ejemplos, incluso, de casos en los que papá millonario le monta un partido a su hijito ocioso para que juegue a la política y de paso defienda los intereses familiares. Para más inri hijito se lía a la cabeza la manta de la canariedad y de la cosa social. ¡Y hay gente que les vota y todo! Está claro que una buena chequera obra milagros. Pero ¿estos son los políticos que van a defender lo público y apuntalar lo que quede del sistema del bienestar?

lunes, 5 de septiembre de 2011

El Impertinente (8) Decrecer para sobrevivir

Haga usted el siguiente experimento, eso sí, con sumo cuidado dada su enorme peligrosidad. Escoja a un muchacho cualquiera a punto de cumplir los dieciocho años y hágale la siguiente batería de preguntas: ¿para qué quieres sacarte el carné de conducir?, ¿por qué no empleas ese dinero en otra cosa?, ¿no sería más sensato no seguir sumando coches a la carretera y apostar por el transporte público? Podemos imaginarnos la reacción airada del joven. Pretender privarlo de ese ansiado objeto del deseo es como condenarlo a galeras. Cualquier argumentación que cuestione el uso privado del coche vendría a ser un discurso entre satánico y quimérico.
Y, sin embargo, pocas cosas simbolizan nuestra conducta completamente disparatada como la universalización del transporte privado. Este es uno de los principales emisores de gases de efecto invernadero, ha degradado la vida en las ciudades e inundado de asfalto el paisaje. Pero eso poco importa frente a la sensación de libertad, poderío y éxito personal que supone. En Canarias tenemos una de las tasas más altas de coches per cápita de Europa, en un territorio minúsculo e insular y frágil como pocos. ¡Y qué más da! ¡para qué privarse del placer de ir a comprar el pan a la esquina con un todoterreno!, ¡qué importa la calidad de vida colectiva o el cambio climático con el gusto que da aparecer en la fiesta con el coche nuevo que papá me ha comprado después de haber desistido de obtener el graduado escolar! Es muy complicado, casi temerario, decirle a alguien que ha sido educado en la acumulación desenfrenada de cosas perfectamente prescindibles que quizás en el futuro habrá que vivir con menos. ¿Probar con las estadísticas? No sé si será capaz de asimilar que a este ritmo, sobre todo el de los países desarrollados y emergentes, harían falta varios planetas como el nuestro para poder sostener semejante nivel de consumo de recursos o que en los últimos treinta y cinco años ha desaparecido el treinta por ciento de las especies. Demasiado abstracto quizás. ¿Probar con los previsibles efectos del cambio climático?, ¿qué tal con un escenario con dos o tres (sólo) grados de media de temperatura más? Habría que recordarle, por ejemplo, que un solo grado de temperatura puede ser la diferencia en un ser humano entre tener fiebre y no tenerla. Bueno, ¿y para qué preocuparse? El fatalismo siempre puede ser la última salida para quienes prefieren seguir mirando para otro lado.
Así que si esto no funciona imagínese usted qué sentido tiene hablar de cosas tales como la protección de la biodiversidad, la superpoblación o de la inevitable crisis energética. Lo más lacerante de todo esto es que son cosas en las que nos va la vida, que estamos hipotecando el futuro de las generaciones que están por venir y que condena a la pobreza a muchas de las que ya están sobre el planeta. A pesar de todo esto hay voces que claman (en el desierto) contra el disparate colectivo en el que nos hemos (o nos han) metido. Empieza oírse hablar de un término que, aunque no es nuevo, tiene cada vez más adeptos. Se trata del “decrecimiento”. Hemos llegado al punto en el que toda política basada en el crecimiento económico continuado es pan para hoy y hambre para mañana. La cuestión es relativamente simple: no se puede mantener un crecimiento infinito sobre unos recursos finitos. Es fácil de entender que al final solo hay un callejón sin salida en forma de colapso. Nuestra civilización se acerca a pasos agigantados hacia ese colapso. Así que solo hay una posibilidad: empezar a decrecer como única opción de supervivencia.
Siguiendo al profesor Carlos Taibo podría proponerse un plan de decrecimiento, con carácter de urgencia, basado en los siguientes puntos:
- Primar la vida social frente al consumismo y la competitividad.
- Entender el ocio desde un punto de vista creativo frente al vinculado al dinero y al consumo de la industria del tiempo libre.
- Repartir el trabajo.
- Establecer una renta básica de ciudadanía. Esto es, un subsidio para cada persona independientemente de  a qué se dedique.
- Reducir las infraestructuras de transporte, administrativas y productivas.
- Recuperar muchos elementos de la vida local frente a esta versión de la globalización hiper capitalista.    
- Descomplejizar la existencia y avanzar en formas de democracia directa y de autogestión.
- Propiciar la sencillez y la sobriedad en el terreno individual.
Esto para empezar. Está claro que cada uno de estos puntos daría para un amplísimo debate. Y eso sería, al menos, algo bueno: que empezáramos a hablar de lo verdaderamente importante y aparcáramos por un instante la banalidad que nos ocupa y nos preocupa?

sábado, 3 de septiembre de 2011

El Aula (13) El cole de los ricos

Decía Kant que en un régimen carente de libertades el que un soberano tomara la decisión de ir a la guerra era la cosa más sencilla del mundo puesto que a él, en última instancia, no le afecta en gran cosa, no es quien tiene que ir a partirse la cara con el enemigo. Por contra, en un ámbito democrático el personal tiene que tener mucho cuidado a la hora de tomar decisiones que le atañen directamente. Es por eso que Kant consideraba que una constitución republicana era la garantía de una paz perpetua. Pero ¡tranquilos, que la cosa no va de una disquisición filosófica! Lo que pasa es que me venía a la cabeza esta reflexión de Kant viendo cómo determinados individuos aparentemente investidos de la autoridad que les confiere el haber sido elegidos en unas urnas toman decisiones que afectan a millones de personas pero sin que a ellos ¡oh, casualidad! les suponga gran cosa. Me refiero, cómo no, a este proceso de desmantelamiento de lo público, sobre todo de la sanidad y la educación, ámbitos que copan la mayor parte del gasto (o de la inversión, como quiera verse). Sería muy interesante realizar un pequeño estudio, tomar una pequeña muestra, del tipo de seguro médico del que disfrutan determinados políticos y del tipo de colegio al que llevan a sus hijos. Me atrevo, a riesgo de caerme con todo el equipo (aunque no lo creo), que las Aguirre, Cospedal y compañía, disfrutan de todo tipo de coberturas privadas y hacen o han hecho uso de prestigiosos y elitistas colegios privados, la mayoría de ellos con su tapadera como concertados, de esos donde abundan niños con apellidos larguísimos con uno o varias conjunciones y guiones separadores entre ellos. Vamos, el lugar donde se forja la futura clase dirigente que heredará empresas y fortunas familiares (para que luego digan que ya no existen las clases sociales). Pues esta gente es la que recorta a mansalva los servicios públicos esenciales sin que les tiemble la mano. Estas estrellas de la política neocon que tildan al funcionariado en general y al profesorado en particular de vagos y parásitos, acostumbrados como están a que el personal de la privada les haga cuantas genuflexiones sean necesarias. Las que utilizan la artimaña demagógica de hacer creer a la ciudadanía de que el profesorado sólo trabaja 18 horas, tiene todas las vacaciones del mundo y encima se queja. Si estas cosas las dijeran como resultado del desconocimiento de la profesión docente sería grave viniendo de quienes tienen la responsabilidad de su gestión pero si fuera fruto de la pura y dura malidicencia entonces sería una villanía. En el mundo que tienen en sus cabezas, el que les han inculcado desde su noble cuna, el común de la ciudadanía no necesita mucho más que una sanidad y una educación de carácter asistencial. A partir de ahí, el que quiera “lujos” que se los pague. O quizás pueda que el Estado se avenga a darles un “cheque” para que sus hijos ocupen un asiento en la última fila de un cole para ricos y tengan la posibilidad de babear cuando vean a su compañero acudir a clase en un Mercedes y con mayordomo. Aquel viejo eslogan “por una educación pública y de calidad” suena al oído de la derecha como una proclama subversiva y guerrillera. Y como a esta gente se le han caído los complejos al mismo tiempo que a la izquierda blandita le ha entrado una perenne crisis de identidad pues así nos va. Si, como decía el viejo Kant, quienes toman las decisiones fueran una parte afectada más de las mismas quizás otro gallo nos cantaría.