Parece que el chollo empresarial empieza a vislumbrarse en cubrir aquellos servicios públicos esenciales de los que la administración comienza a no querer saber nada. Si usted es un capitalista (no me entienda mal, alguien con la suficiente capacidad inversora) vaya pensando en abrir un centro médico o una clínica privada. Esto va a ser un chollo, oiga. Y también, por qué no, una escuela con vocación concertada. Imagínese: usted abre una empresa y consigue que el gobierno le pague el capítulo de gastos más abultado: el del personal docente. Lógicamente, previo estudio de mercado, asegúrese que la zona en la que vaya a instalar la empresa tenga un estatus medio / alto (nada de zonas rurales o suburbios inmundos). Hay que procurar evitar al alumnado inmigrante, con algún retraso educativo o de otro tipo que afeen los resultados (para eso está la escuela pública -si se nos cuela alguno ya veremos la forma de endosárselos). Luego vendrán las triquiñuelas para conseguir que la empresa empiece a tener los imprescindibles beneficios. Como los vientos neocon soplan a favor encima parecerá que le estamos haciendo un favor a la sociedad, ahorrando costes y optimizando resultados. ¡No se lo piense más, hombre! Este es el momento de invertir en todo ese pastel que el Estado piensa dejar en manos de los tiburones de las finanzas. Si usted es más atrevido no es mala idea lo de una cárcel de diseño o incluso un ejército privado para defender grandes superficies de las masas de zombis hambrientos que van a aparecer por doquier (todo llegará). Mientras, como buen padre / madre preocupado por la educación de sus hijos “razones” no le faltarán para elegir la mejor escuela concertada: que si lo mejor es una educación bilingüe, que si al final no hay nada como una educación tradicional (fe y disciplina), que si está demostrado que el nivel... Vamos, que el que no encuentra motivos es porque no quiere. Y como todavía queda un poco de caridad cristiana por ahí lo mejor es un cheque escolar (más dinero del Estado, disfrazado de derecho a elegir e igualdad de oportunidades) para que el pobrecillo de turno tenga la posibilidad de codearse (en la fila de atrás, eso sí) con alumnado de rancio abolengo y apellido ilustre. ¡Pobre escuela pública, tienes los días contados! (el 20N + 1 ya me dirán).
Waaah, waah, que panorama desolador!
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