sábado, 17 de septiembre de 2011

Cine a solas (4) El árbol de la vida

Un auténtico poema visual. Eso es “El árbol de la vida”, la última genialidad de Terrence Malick. Fui a verla con todas las expectativas propias de un admirador de “La delgada línea roja” y hay que decir que este peculiar director se supera a sí mismo. Su última película es un acercamiento nada más y nada menos que a lo inefable, un intento de abordar la dialéctica de la vida y de la muerte, la dimensión temporal del ser humano… ¡qué cosas! A mitad de la película me vino el encabezado del “Así habló Zaratustra” de Nietzsche : “un libro para todos y para nadie”. Esto es “El árbol de la vida”, una película para todos y para nadie, ¿el Eterno Retorno, por cierto? Desde luego el consumidor de cine de palomitas haría bien en no emplear su dinero en esta película. De hecho, al final hubo abucheos, risas, personas que se marcharon antes de que acabara y algunos tímidos aplausos. Algo así como el estreno de la “Consagración de la primavera” de Stravinski, un poema sinfónico que fue incomprendido en su día y que luego abrió nuevos caminos en la estética musical. Hay que estar dispuesto a abandonarse a un poderoso ejercicio de mística que por momentos alcanza cotas verdaderamente sublimes. Terrence Malick pertenece a otro mundo. Su reino no es de por aquí precisamente. Y entre tanta estupidez se agradece de vez en cuando una excentricidad de este calibre (en el mejor sentido de la palabra, es decir de aquello que está alejado del centro y que por tanto es raro y singular). La conjunción de fragmentos musicales de Mahler, Couperin o Smetana con el juego de imágenes que tratan de mostrarnos los interrogantes de la existencia resulta arrebatadora. “El árbol de la vida” admite muchas lecturas. Habrá quien lo vea como un panfleto religioso. Yo prefiero entenderlo casi como todo lo contrario. Porque al final solo veo el profundo misterio de la existencia que se encadena necesariamente con las grandes preguntas sobre el universo. ¿Existencialimo?, ¿panteismo?, ¿psicoanálisis?, ¿espiritualidad new age?, ¿todo esto junto y algo más? Malick se vuelca en aquello que está en los bordes y que seguramente pertenece al  terreno de la poesía. Solo acierto a decir que salí de la sala en un estado de schok y con esa sensación de frikie que a veces me invade cuando constato que a los mortales que me rodeaban la película no les había hecho maldita gracia. ¿Le recomiendo que vaya a verla? No lo sé. Yo pienso repetir.

1 comentario:

  1. Una película inolvidable: trascendente y esencial dentro de la imperfección del cosmos. Un saludo!

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