A muchos se le ponen los pelos como escarpias solo de pensar en la posibilidad de que pudiera salir algún tema de carácter “político” en el aula. Curiosamente, después de treinta y tres años de democracia nos hemos puesto otro tipo de mordazas. Lo anómalo es que en un ámbito democrático un alumno pase por su vida escolar sin que determinados aspectos de nuestra dimensión política y social no se hayan si quiera mencionado en ningún momento. Sin que haya tenido la oportunidad de “ejercitarse” como ciudadano con plenitud de derechos y deberes. Nos asombramos después de la poca “cultura política” del personal.
Reconozco que no es sencillo intentar explicarle a un alumno qué es eso de la “izquierda” y la “derecha” política. Sobre todo si se trata de mantener un punto de vista lo más objetivo posible. En estos casos hay necesariamente que acudir a la historia (cosa siempre muy conveniente) e intentar abordar la distinta concepción, por ejemplo, que ambas tendencias tienen de lo económico: el papel del Estado en la economía, la tensión entre lo público y lo privado, etc. La cosa se complica si se añade el factor nacionalista: la prioridad de la idea de nación sobre otras, la relación entre el concepto de nación y el de Estado; y la enorme y creciente confusión entre los programas y los mensajes políticos. Además, hay quien ha decretado la muerte de las ideologías y la superación de esta vieja dialéctica política. Conviene echarle un vistazo al arco parlamentario y a los partidos extraparlamentarios, al concepto mismo de 'democracia representativa', a las instituciones y la forma del Estado. Asombra comprobar cómo gran parte de nuestro alumnado no sabe cuál es el tipo de Estado en el que vive ni quiénes ostentan la representación de los distintos poderes y sus funciones. Y de temas relacionados con la Constitución ya ni les cuento... El peligro de todo esto es que, al final, no sepan ni tengan razones para defender nuestro sistema democrático y sean pasto de los salvapatrias y demagogos de turno (de esos de los que precisamente queremos diferenciarnos). ¿Se debe hablar, por tanto, de política? Claro que sí. Es más, resulta toda una obligación para un docente que entienda su trabajo íntimamente relacionado con las demandas y problemas de su tiempo. ¿Puede un profesor, como es mi caso, de Filosofía y Ciudadanía y de Ética Cívica, pasar de puntillas sobre esto? Habrá quien lo haga, desde luego. De acuerdo que, de entrada, habría unas materias más predispuestas a ello que otras y bla, bla, bla. Pero también muchos se rasgan las vestiduras cuando se trata del centro en su totalidad como lugar de formación y educación cívica. Colocar una pancarta en el hall en contra del cambio climático es una forma de hacer política ¿no supone eso en realidad un demanda de transformación socio-económica? ¿o es que alguien lo entiende como un juego floral? Poner un cartel en un tablón en contra de la violencia de género es una forma de hacer política ¿no es al fin y al cabo una forma de exigir cambios estructurales en nuestra manera de relacionarnos? Cabe preguntarse entonces porqué se ve de forma tan negativa otras expresiones políticas perfectamente legítimas como la defensa de pueblos y personas cuyos derechos han sido violentados o la expresión en el aula de los problemas sociales que de verdad afectan al alumnado y sus familias. ¿Queremos una escuela adormecida y anestesiada o una escuela que sea capaz de educar desde los problemas y retos del presente?
Los docentes nos movemos en el marco que establece la Declaración de Derechos Humanos, la Declaración de Derechos del Niño, la Constitución Española y las disposiciones legales propias de nuestra condición profesional y funcionarial, en su caso. Pues bien, dentro de este marco hay, afortunadamente, mucho espacio para hacer y hablar de política. Claro que para ello, tal y como apuntábamos en el post anterior, hay que rescatar la idea clásica de política y deshacer la vieja trampa que consiste en asimilarla al ámbito de los partidos políticos, huir del adoctrinamiento y aceptar y defender la pluralidad. La política, como decía el viejo Aristóteles, es la condición misma del ciudadano y hasta del ser humano. Rescatémosla y reivindiquémosla. Volvámos al ágora (esta vez todos y todas) de donde nunca debimos haber salido.
Reconozco que no es sencillo intentar explicarle a un alumno qué es eso de la “izquierda” y la “derecha” política. Sobre todo si se trata de mantener un punto de vista lo más objetivo posible. En estos casos hay necesariamente que acudir a la historia (cosa siempre muy conveniente) e intentar abordar la distinta concepción, por ejemplo, que ambas tendencias tienen de lo económico: el papel del Estado en la economía, la tensión entre lo público y lo privado, etc. La cosa se complica si se añade el factor nacionalista: la prioridad de la idea de nación sobre otras, la relación entre el concepto de nación y el de Estado; y la enorme y creciente confusión entre los programas y los mensajes políticos. Además, hay quien ha decretado la muerte de las ideologías y la superación de esta vieja dialéctica política. Conviene echarle un vistazo al arco parlamentario y a los partidos extraparlamentarios, al concepto mismo de 'democracia representativa', a las instituciones y la forma del Estado. Asombra comprobar cómo gran parte de nuestro alumnado no sabe cuál es el tipo de Estado en el que vive ni quiénes ostentan la representación de los distintos poderes y sus funciones. Y de temas relacionados con la Constitución ya ni les cuento... El peligro de todo esto es que, al final, no sepan ni tengan razones para defender nuestro sistema democrático y sean pasto de los salvapatrias y demagogos de turno (de esos de los que precisamente queremos diferenciarnos). ¿Se debe hablar, por tanto, de política? Claro que sí. Es más, resulta toda una obligación para un docente que entienda su trabajo íntimamente relacionado con las demandas y problemas de su tiempo. ¿Puede un profesor, como es mi caso, de Filosofía y Ciudadanía y de Ética Cívica, pasar de puntillas sobre esto? Habrá quien lo haga, desde luego. De acuerdo que, de entrada, habría unas materias más predispuestas a ello que otras y bla, bla, bla. Pero también muchos se rasgan las vestiduras cuando se trata del centro en su totalidad como lugar de formación y educación cívica. Colocar una pancarta en el hall en contra del cambio climático es una forma de hacer política ¿no supone eso en realidad un demanda de transformación socio-económica? ¿o es que alguien lo entiende como un juego floral? Poner un cartel en un tablón en contra de la violencia de género es una forma de hacer política ¿no es al fin y al cabo una forma de exigir cambios estructurales en nuestra manera de relacionarnos? Cabe preguntarse entonces porqué se ve de forma tan negativa otras expresiones políticas perfectamente legítimas como la defensa de pueblos y personas cuyos derechos han sido violentados o la expresión en el aula de los problemas sociales que de verdad afectan al alumnado y sus familias. ¿Queremos una escuela adormecida y anestesiada o una escuela que sea capaz de educar desde los problemas y retos del presente?
Los docentes nos movemos en el marco que establece la Declaración de Derechos Humanos, la Declaración de Derechos del Niño, la Constitución Española y las disposiciones legales propias de nuestra condición profesional y funcionarial, en su caso. Pues bien, dentro de este marco hay, afortunadamente, mucho espacio para hacer y hablar de política. Claro que para ello, tal y como apuntábamos en el post anterior, hay que rescatar la idea clásica de política y deshacer la vieja trampa que consiste en asimilarla al ámbito de los partidos políticos, huir del adoctrinamiento y aceptar y defender la pluralidad. La política, como decía el viejo Aristóteles, es la condición misma del ciudadano y hasta del ser humano. Rescatémosla y reivindiquémosla. Volvámos al ágora (esta vez todos y todas) de donde nunca debimos haber salido.
Un magnifico punto de vista, no podría estar mas de acuerdo. Además, resulta tan delicado para muchos profesores, por que mas diversas razones. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarUn docente que realmente sienta el alcance de la docencia, no dudaría en explicar sin tapujos e incluso manifestar su "verdad vital" (término éste, usado y muy bien explicado por D. José Luis Sampredro) y manifestar las observaciones socio-políticas oportunas en la vida diaria del aula. Últimamente, los acontecimientos lleven a diestra y a siniestra, a lo largo y ancho de este mundo. Esta claro que ante esta situación el profesor-a, sea de mates, inglés, ciencias FP, etc... que no utilice, como herramienta formativa-educativa, esta etapa histórica en el aprendizaje de nuestros alumnos, con el fin de ejercer una educación integral, educando en la reflexión y adquisición de destrezas para emitir juicios críticos en el buen uso de su "verdad vital", creo que estos profesores se han equivocado de profesión y no sólo eso, sino el mero echo de dudar sobre el alcance del ejercicio de la docencia es motivo para colgar los hábitos.
ResponderEliminarUno no está en las aulas para adoctrinar. Es suficiente con "exponer" a los estudiantes distintos puntos de vista sobre la situación objeto de debate o controversia, incluso honestamente presentar la posición propia, y dejar que cada uno saque sus conclusiones. Lamentablemente en mi experiencia como docente he visto a demasiados compañeros manipuladores ideológicos de sus alumnos, y cuando recibí clases, también.
ResponderEliminarMuchas gracias, Emejota de nuevo. El primer anónimo sabe que este es un tema para seguir hablándolo, siempre con un punto de sana moderación. Respecto al segundo anónimo la clave sigue estando en diferenciar lo doctrinario de lo político ¿o eso es imposible? Curiosamente quienes son incapaces de hacerlo son los regímenes totalitarios y sus ministerios de propaganda. Gracias a todos.
ResponderEliminarYo tengo que dar gracias a la Escuela de mi formación política y a mi familia de mi formación humana. De nosotros depende mucho del futuro de estas generaciones. Si no lo hacemos nosotros, otros lo harán. La pregunta es ¿de qué forma y a qué precio?
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