Estuve el pasado viernes, con un estupendo grupo de alumnos de 2º de bachillerato, visitando la Casa Museo de Tomás Morales ubicada en Moya, insigne poeta nacido en la isla hermana de Gran Canaria. Completamos el itinerario con la obligada visita a la también Casa Museo del pintor Néstor de la Torre y un paseo por Triana y Vegueta. La Casa Museo de Tomás Morales, administrada por el Cabildo de Gran Canaria, es todo un modelo de lo que debe ser un espacio cultural dedicado a la memoria de una figura relevante de nuestras letras. En el mismo se ha ido reuniendo toda una serie de materiales relacionados con el escritor y su contexto modernista. Se ha logrado un ambiente agradabilísimo y un programa de extensión cultural y educativa muy interesante. Supongo que para un pequeño pueblo como Moya este espacio debe ser un elemento importante de dinamización cultural y, por tanto, también económica. Este debe ser un ejemplo para otros espacios aun pendientes de concretarse.
Lo que me viene a la mente de manera más urgente es la casa de Agustín Espinosa en Los Realejos y la de José de Viera y Clavijo, también en el mismo pueblo (la lista es mucho más amplia). Agustín Espinosa es uno de los escritores, en la órbita surrealista, más relevantes. Su novela “Crimen” (1934) ha sido considerada como única en su género y trasciende los límites de nuestras islas. Su casa podría estar dedicada a divulgar no solo su vida y su obra sino, además, la vertiente literaria de este movimiento que fue tan relevante en nuestras islas en los años veinte y treinta del pasado siglo. La casa donde pasó sus últimos años amenaza ruina ante la desidia general. Otro tanto pasa con la casa de Viera y Clavijo, quizás el más importante representante de la Ilustración Canaria. Al parecer, tanto en un caso como en el otro, los inmuebles están sujetos a esos típicos líos de herederos. Mientras tanto, los inmuebles se deterioran y se priva a la ciudadanía de acrecentar su escaso patrimonio cultural. Al mismo tiempo, en la pasada época de bonanza económica no hubo una voluntad política real para afrontar este problema y ahora... ya se sabe... la crisis hace el resto. La misma excusa que ha limitado ahora el programa de actividades de la Casa Museo Tomás Morales o que ha liminado tantos proyectos e iniciativas culturales. Supongo que en un contexto donde tanta gente está en una situación límite revindicar más recursos para la cultura sonará a blasfemia a más de uno. Pero la indignación empezará a contenerse si partimos de la base de que invertir en cultura puede convertirse en un motor económico, sobre todo en estas islas que (siento decirlo) tienen tan poco que ofrecer a un visitante que no tenga como principal objetivo atiborrarse de alcohol y ponerse como un pimiento rojo.
Lo que me viene a la mente de manera más urgente es la casa de Agustín Espinosa en Los Realejos y la de José de Viera y Clavijo, también en el mismo pueblo (la lista es mucho más amplia). Agustín Espinosa es uno de los escritores, en la órbita surrealista, más relevantes. Su novela “Crimen” (1934) ha sido considerada como única en su género y trasciende los límites de nuestras islas. Su casa podría estar dedicada a divulgar no solo su vida y su obra sino, además, la vertiente literaria de este movimiento que fue tan relevante en nuestras islas en los años veinte y treinta del pasado siglo. La casa donde pasó sus últimos años amenaza ruina ante la desidia general. Otro tanto pasa con la casa de Viera y Clavijo, quizás el más importante representante de la Ilustración Canaria. Al parecer, tanto en un caso como en el otro, los inmuebles están sujetos a esos típicos líos de herederos. Mientras tanto, los inmuebles se deterioran y se priva a la ciudadanía de acrecentar su escaso patrimonio cultural. Al mismo tiempo, en la pasada época de bonanza económica no hubo una voluntad política real para afrontar este problema y ahora... ya se sabe... la crisis hace el resto. La misma excusa que ha limitado ahora el programa de actividades de la Casa Museo Tomás Morales o que ha liminado tantos proyectos e iniciativas culturales. Supongo que en un contexto donde tanta gente está en una situación límite revindicar más recursos para la cultura sonará a blasfemia a más de uno. Pero la indignación empezará a contenerse si partimos de la base de que invertir en cultura puede convertirse en un motor económico, sobre todo en estas islas que (siento decirlo) tienen tan poco que ofrecer a un visitante que no tenga como principal objetivo atiborrarse de alcohol y ponerse como un pimiento rojo.
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