En el 25º aniversario del accidente de Chernobyl, la energía nuclear vuelve a estar en el ojo del huracán. ¿Por cuánto tiempo? Pasados los efectos informativos del desastre de Fukushima, que no los reales, probablemente volverán las aguas a su cauce, esto es: quienes controlan el cotarro político-económico utilizarán todas las artimañas posibles para continuar con los programas de energía nuclear como si no hubiera pasado nada. La casualidad ha querido que me encuentre estos día ojeando uno de esos opúsculos que Bertrand Russell dedicó a cuestiones políticas y sociales: “La guerra nuclear ante el sentido común” (Aguilar 1963), adquirido hace poco en una librería de segunda mano. Un libro escrito en plena Guerra Fría pero con un trasfondo aún aprovechable. Desde el comienzo de la era nuclear, inaugurada con el terrible episodio de Hiroshima y Nagasaki, ha existido la conciencia, al menos en algunas mentes pensantes, de que esto constituía una frontera peligrosa, cuyo traspaso tendría consecuencias devastadoras e irreversibles.
Al mismo tiempo otras mentes menos pensantes pero mucho más peligrosas idearon situaciones disparatadas, dentro de la lógica infernal de la llamada disuasión nuclear. Un general norteamericano, por ejemplo, planeó en los años cincuenta la instalación ¡en la Luna! de una base de misiles nucleares que apuntaran hacia la URSS -eso cuando todavía ni se tenía una idea muy clara de cómo llegar hasta ella. Ya se sabe además que detrás de la carrera espacial había una clara intencionalidad militar y que los usos “pacíficos” y militares de la energía nuclear son muchas veces difusos. De igual modo que siempre se dijo que una guerra nuclear sería la última de las guerras, una catástrofe nuclear puede ser también la última de las catástrofes (al menos para las amplias zonas contaminadas por la radiación que pueden llegar a tener escala planetaria).
En su día algunos técnicos militares dedicaban una enorme cantidad de tiempo a calcular el número de muertos (en decenas o cientos de millones o incluso en términos de aniquilación completa de la especie) que supondría una guerra nuclear y la capacidad de los supervivientes para “derrotar” al adversario y “reconstruir” lo que quedara. En este sentido sigue resultando asombroso comprobar cómo todavía hay a quiénes les salen los cálculos del coste / beneficio de la energía nuclear, como si pudiera ser asumible un Chernobyl cada dos décadas, año arriba, año abajo. Suelen ser los mismos que tienen una fe ciega en los progresos de la tecnología del ramo y quienes dan por ineficiente otro tipo de energías alternativas. Es la misma lógica fría del beneficio inmediato y de la incapacidad para pensar en términos del interés de la humanidad y a largo plazo. Lo que asombra de todo esto, y es en lo que Russell siempre ponía el acento, es la ilimitada estupidez del ser humano. Bastaría con un poco de sentido común para poner fin a este completo desaguisado.
Al mismo tiempo otras mentes menos pensantes pero mucho más peligrosas idearon situaciones disparatadas, dentro de la lógica infernal de la llamada disuasión nuclear. Un general norteamericano, por ejemplo, planeó en los años cincuenta la instalación ¡en la Luna! de una base de misiles nucleares que apuntaran hacia la URSS -eso cuando todavía ni se tenía una idea muy clara de cómo llegar hasta ella. Ya se sabe además que detrás de la carrera espacial había una clara intencionalidad militar y que los usos “pacíficos” y militares de la energía nuclear son muchas veces difusos. De igual modo que siempre se dijo que una guerra nuclear sería la última de las guerras, una catástrofe nuclear puede ser también la última de las catástrofes (al menos para las amplias zonas contaminadas por la radiación que pueden llegar a tener escala planetaria).
En su día algunos técnicos militares dedicaban una enorme cantidad de tiempo a calcular el número de muertos (en decenas o cientos de millones o incluso en términos de aniquilación completa de la especie) que supondría una guerra nuclear y la capacidad de los supervivientes para “derrotar” al adversario y “reconstruir” lo que quedara. En este sentido sigue resultando asombroso comprobar cómo todavía hay a quiénes les salen los cálculos del coste / beneficio de la energía nuclear, como si pudiera ser asumible un Chernobyl cada dos décadas, año arriba, año abajo. Suelen ser los mismos que tienen una fe ciega en los progresos de la tecnología del ramo y quienes dan por ineficiente otro tipo de energías alternativas. Es la misma lógica fría del beneficio inmediato y de la incapacidad para pensar en términos del interés de la humanidad y a largo plazo. Lo que asombra de todo esto, y es en lo que Russell siempre ponía el acento, es la ilimitada estupidez del ser humano. Bastaría con un poco de sentido común para poner fin a este completo desaguisado.
Donde no hay no se puede pedir. Es un craso error social y ya se sabe que para poder subir, primero hay que tocar fondo. ¿Faltará mucho? Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarEspero que una vez tocado el fondo aún tengamos una posibilidad de remontar. Otro fuerte abrazo.
ResponderEliminarLa sociedad civil, por lo general, suele ser opuesta al uso de la energía nuclear. Puesto, que si ocurre algún accidente y se libera material nuclear, las consecuencias para la población, son mortales.
ResponderEliminarA nivel estatal, el enfoque que se le da al uso de la energía nuclear es distinto. Existe una determinada lógica a nivel mundial que incita a los estados-nación a que posean energía nuclear. Cuando un estado-nación tiene material nuclear su relación de poder aumenta (posibilidad de armamento núclear, etc) al mismo tiempo que su seguridad. Puesto que si el enemigo nos va a invadir se lo pensaría más de dos veces(juego de suma cero: yo muero pero tu tambíen).
En esta busqueda no solo de poder sino también de defensa trae consigo una paradoja. Cuanto más seguro intentemos estar más inseguros estamos. El ejemplo es la guerra fría, en donde en una sociedad polarizada. La constante carrera armamentística nuclear atenuaba la tensión entre ambas naciones y bastaba tan solo un pequeño error para crear un caos total.
El simple hecho de predecir la "profecía que se autocumple". LLevo a un desarmamento nuclear entre ambos bloques.
El problema actual, es aun mayor puesto que las relaciones ya no son bipolares sino multipolares. Y teniendo en cuenta que no existe un marco-legislativo a nivel mundial que nos pueda asegurar que todas las potencias inician el desarme nuclear. Un ejemplo, EEUU y Rusia han eliminado parte de su material nuclear. Mientras otros países pasan a poseer material nuclear como puede ser Iran, etc.
Sí bien es verdad que la posesión de energía nuclear ya no otorga objetivamente tanto poder como antes. Puesto que existen otras armas de destrucción masiva como son las biológicas, etc.
Entonces, en mí opinión esto es igual que como el instituto en el que yo estudiaba. Una vez que se tiene una cierta idea de que un alumno pasara a forma parte del desecho escolar. Ya por mucho, que ese alumno intente estudiar. Simplemente no tendrá éxito escolar. Es decir, la primera imagen es la que cuenta, aunque me saques un 10 te pondre un 6, porque fuistes un repetidor,etc.
Algo parecido es la poseión de energía nuclear. Ya no es una energía pionera que objetivamente otorge poder, hegemonía, etc. Pero subjetivamente, es vista como símbolo de poder, hegemonía, etc. La primera imagen es la importante (guerra fría)
Así es más o menos mí perspectiva de analisís entorno a lo que sucede con la energía nuclear(a vista de pájaro). Espero que me puedan llegar a entender. Y que esta información les haya servido de ayuda.
saludos.