La Casa Amarilla en el Puerto de la Cruz podría ser hoy una Casa Museo dedicada al estudio de la obra del primatólogo y psicólogo alemán Wolfgang Köhler, entre otras cosas. Sin embargo se ha convertido en un monumento a la ignorancia de nuestros paisanos (por decirlo suavemente) y la estulticia de nuestras administraciones. En esta casona canaria se desarrolló entre 1913 y 1918 una serie de investigaciones pioneras sobre inteligencia animal gracias a la decisión de la Real Academia Prusiana de las Ciencias de establecer en la isla de Tenerife el primer laboratorio de Antropoides del mundo. Al frente del mismo se situó al citado Köhler, co-fundador de la Psicología de la Gestalt, que adquirió con los años una gran relevancia. Tal y como pudimos comprobar en la charla que impartió en mi centro el secretario de la Fundación Wolfgang Köhler, con estos avales esta casona canaria reúne méritos suficientes para convertirse en un centro de referencia mundial en el género. O al menos para que pueda ser restaurada como merece dado su lamentable estado ruinoso. Claro que para eso tendrían que darse otras circunstancias: una cierta combinación de cultura ciudadana y un mínimo nivel de sensibilidad e inteligencia de nuestra “clase política”. Toda una misión imposible. Si esta casa hubiera estado ubicada en casi cualquier otra parte del mundo no habría pasado lo que aquí, estoy seguro. Cuando no hace mucho el Gobierno de Canarias declaró la casa como Bien de Interés Cultural esta fue, al parecer, prácticamente derruida por sus dueños con la, también al parecer, cierta complicidad por omisión de alguna administración. Hay que tener en cuenta que la casa tiene la mala suerte de estar situada en medio de unos terrenos muy apetecibles desde el el punto de vista urbanístico. Suena esta historia ¿verdad? Ahora que se habla de la diversificación económica o de buscar nuevas formas de atraer turismo a estas islas maltrechas parece pedir demasiado el que algunos entiendan que aquí tenemos un filón ligado a la astrofísica, la vulcanología y en este caso a la primatología que podría explotarse sin complejos de ningún tipo. Y esto lo digo por la sacrosanta rentabilidad económica. Lo que está claro es que, tal y como ha puesto de manifiesto la célebre primatóloga Jane Goodall, la Casa Amarilla podría convertirse en un centro polivalente como refugio de chimpancés huérfanos y un lugar donde se “retomasen” las investigaciones en inteligencia animal casi un siglo después. Es de suponer que una nueva estación de primates atraería a un buen número de especialistas y, por qué no, de público en general. Al mismo tiempo, es un deber ciudadano, aunque esto parezca un exceso de utopismo cívico, conservar nuestro escasísimo patrimonio histórico, artístico y cultural. Algo de lo que no andamos sobrados en estos pagos y que aún es considerado por muchos más como un problema que como una oportunidad.
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