Se ha calificado a la reunión de la jerarquía nazi en la villa berlinesa de Wansee en la que se tramó la llamada “solución final al problema judío” como la expresión del “mal absoluto”. Curiosamente, fue lo más parecido a una reunión de un consejo de administración que trama alguna operación financiera (burocracia y asesinato iban de la mano en el universo nazi). Dentro de la difícil jerarquización del horror y la abyección la utilización de grupos de hombres para encargarse de los trabajos más duros dentro de los campos de exterminio constituiría otra expresión insuperable de la capacidad humana para la barbarie. Estos eran los llamados “Sonderkommando”. Aquellos que durante un periodo de tres meses se encargaban de vaciar las cámaras de gas de cadáveres, limpiarlas y llevar los cuerpos a los hornos crematorios, entre otras misiones indescriptibles. A cambio de esta tarea obtenían algo más de comida y vivían al margen de los demás internos. Al cabo de ese periodo de tiempo eran a su vez asesinados. La habilidad de los nazis para tramar una forma industrial de asesinato en la que, al margen de los sádicos de turno, no tuvieran que mancharse las manos era proverbial. Todo esto lo relata muy bien el libro “Sonderkommando” de Shlomo Venezia (RBA, 2010). Este libro apocalíptico resulta ser una de los escasos testimonios de un superviviente de uno de estos grupos. Venezia sólo se atrevió a hablar de su experiencia al final de su vida. Como contraste tenemos “En el corazón del infierno” de Zalmen Gradowski (Anthropos 2008). En este caso no se trata de un superviviente sino de otro de los millones de judíos asesinados. Gradowski escribió lo que vio y lo enterró cerca de un crematorio poco antes de ser asesinado. Aspiraba a ser escritor y su relato está lleno de imágenes de gran fuerza. Aunque el manuscrito se descubrió poco después de la guerra no fue publicado hasta 1977.
Suelo abordar este tema en 4º ESO, como preámbulo al tema de los Derechos Humanos. No en vano, el descubrimiento de estas atrocidades impulsó al final de la II Guerra Mundial una toma de conciencia universal de que estos acontecimientos no debían volver a repetirse. Para los docentes sensibilizados con este tema una lectura imprescindible es “Educar contra Auschwitz” de Jean-François Forges (Anthropos 2006). Un libro del que he aprendido mucho y que reafirma la idea de que la memoria del Holocausto sigue siendo una obligación moral. Como decía Theodor Adorno “la exigencia de que Auschwitz no se repita es la primera de todas en la educación. Hasta tal punto precede a cualquier otra que no creo deber ni poder fundamentarla”. Sobra decir que Auschwitz es hoy en día un símbolo que trasciende el acontecimiento concreto y que habla a la condición humana sobre la que debemos estar siempre vigilantes. De otra forma la barbarie, que nos acompaña como una siniestra sombra, amenaza con manifestarse a cada vuelta de la historia.
Suelo abordar este tema en 4º ESO, como preámbulo al tema de los Derechos Humanos. No en vano, el descubrimiento de estas atrocidades impulsó al final de la II Guerra Mundial una toma de conciencia universal de que estos acontecimientos no debían volver a repetirse. Para los docentes sensibilizados con este tema una lectura imprescindible es “Educar contra Auschwitz” de Jean-François Forges (Anthropos 2006). Un libro del que he aprendido mucho y que reafirma la idea de que la memoria del Holocausto sigue siendo una obligación moral. Como decía Theodor Adorno “la exigencia de que Auschwitz no se repita es la primera de todas en la educación. Hasta tal punto precede a cualquier otra que no creo deber ni poder fundamentarla”. Sobra decir que Auschwitz es hoy en día un símbolo que trasciende el acontecimiento concreto y que habla a la condición humana sobre la que debemos estar siempre vigilantes. De otra forma la barbarie, que nos acompaña como una siniestra sombra, amenaza con manifestarse a cada vuelta de la historia.
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