Cuando me dirigía a la biblioteca de mi pueblo me encontré un amplio y lujoso stand publicitario del Tren del Norte de Tenerife, atendido por una azafata y un técnico, promovido por el Cabildo de la isla. Delante del mismo, en una modesta mesa, dos jóvenes miembros de la Plataforma ciudadana contra esta megainfraestructura ofrecían información alternativa. Tenía interés por clarificar una pequeña duda. Le pregunté a la azafata el coste total del proyecto y de la campaña publicitaria (o informativa, da igual) que tienen en marcha. Como era de esperar no disponía de esa información. Dada la magnitud del asunto no se entiende que no esté disponible un dato tan importante. En el folleto que te entregan y en los vídeos y paneles disponibles nos cuentan las bondades de una vía ferroviaria que a juzgar por la gran cantidad de kilómetros soterrados y las dificultades del terreno tiene que suponer una inversión astronómica. Ya le dediqué en el mes de mayo una entrada a este tema en el que hacía algunas reflexiones de carácter político, medioambiental y de movilidad en las que me sigo reafirmando y que no es cuestión de volver a repetir. Viendo el despliegue publicitario no he podido por menos que venirme a la mente las declaraciones del recientemente dimitido vicepresidente del gobierno de Canarias donde calificaba de “presupuestos de guerra” las cuentas públicas para el próximo año. Nos vamos a encontrar con casi un 10% en educación y una cifra superior en sanidad, amén de severos recortes en otros servicios públicos esenciales. No nos consta, por otra parte que estas y otras tremendas infraestructuras (léase también “Puerto de Granadilla”) hayan sufrido un recorte similar o cuando menos algún aplazamiento para cuando mejore la situación económica. Seguramente, los prebostes de la cosa económica dirán que estas son inversiones que crean empleo, que son partidas exclusivas y finalistas que no pueden ser desviadas a otras cuestiones, etc.
Como modesto, cabreado y sufrido ciudadano se me hace, con todo, difícil admitir que en nuestra comunidad autónoma la educación para el próximo curso vaya a consistir en poco más que mantener los colegios abiertos, que la sanidad va a vivir episodios propios de un país subdesarrollado o que los policías tengan que cubrir un servicio en taxi. Eso sí, estaremos embarcados en la construcción de infraestructuras que son, por decirlo suavemente, todo un lujo asiático y que parecen no tener límites en la absorción de recursos económicos. Además, son proyectos para los que existen alternativas muchos más económicas, sostenibles y respetuosas con el medioambiente. El problema de fondo es que en este modelo económico las personas están subordinadas a la circulación de capitales (y no al revés). Que se le niegue una formación de calidad a un niño matriculado en una escuela pública o que un paciente con una enfermedad grave no tenga garantizada una atención rápida y eficaz no cuenta frente al abrumador movimiento de capitales que engrosará innumerables bolsillos ya atiborrados y alimentará la cuenta de resultados de determinadas empresas del sector. Todo esto, para, en palabras del consejero correspondiente del Cabildo, retirar ¡un 4% de coches! de la colapsada autopista del norte. Lo que demuestra este estado de cosas es que el dinero se comporta como la materia, ni se crea ni se destruye, simplemente cambia de manos continuamente. No hay voluntad política alguna para repensar el modelo de isla con el fin de que tenga algún futuro y para hacer que la distribución y circulación de capitales adopte, de una vez, un perfil social. Y, para más inri, tenemos una ciudadanía que mira para otro lado o que piensa que quienes nos han sumergido en este desastre nos van a sacar del mismo.
Como modesto, cabreado y sufrido ciudadano se me hace, con todo, difícil admitir que en nuestra comunidad autónoma la educación para el próximo curso vaya a consistir en poco más que mantener los colegios abiertos, que la sanidad va a vivir episodios propios de un país subdesarrollado o que los policías tengan que cubrir un servicio en taxi. Eso sí, estaremos embarcados en la construcción de infraestructuras que son, por decirlo suavemente, todo un lujo asiático y que parecen no tener límites en la absorción de recursos económicos. Además, son proyectos para los que existen alternativas muchos más económicas, sostenibles y respetuosas con el medioambiente. El problema de fondo es que en este modelo económico las personas están subordinadas a la circulación de capitales (y no al revés). Que se le niegue una formación de calidad a un niño matriculado en una escuela pública o que un paciente con una enfermedad grave no tenga garantizada una atención rápida y eficaz no cuenta frente al abrumador movimiento de capitales que engrosará innumerables bolsillos ya atiborrados y alimentará la cuenta de resultados de determinadas empresas del sector. Todo esto, para, en palabras del consejero correspondiente del Cabildo, retirar ¡un 4% de coches! de la colapsada autopista del norte. Lo que demuestra este estado de cosas es que el dinero se comporta como la materia, ni se crea ni se destruye, simplemente cambia de manos continuamente. No hay voluntad política alguna para repensar el modelo de isla con el fin de que tenga algún futuro y para hacer que la distribución y circulación de capitales adopte, de una vez, un perfil social. Y, para más inri, tenemos una ciudadanía que mira para otro lado o que piensa que quienes nos han sumergido en este desastre nos van a sacar del mismo.
Una característica de las masas es la comodidad. Eso lo saben algunos. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminar... podríamos ser menos cómodos, pero nos han puesto unos cojines que mas que ser eso "cojines" parecen compresas gigantes ultra-absorbentes... ¡¡¡¡ya está bien Canarios!!!!!! que se nos jode la islaaaaaaa!!!!!!!! convirtamos esos cojines-compresa en cojones y ovarios!!!!!!!!!..... ÑOH!!!!!!!
ResponderEliminar