domingo, 7 de noviembre de 2010

Filosofía de la Mañana (7) La Filosofía frente a la pantalla

Ya habíamos situado, en un post anterior, a la Filosofía en el kiosko. Ahora hay que situarla también frente a la pantalla. No cabe duda de que el cine y la televisión son productoras de Cultura, al menos en su cara no estrictamente dedicada a la estupidización colectiva. Es lógico por tanto que la Filosofía haya prestado atención a estos fenómenos. El análisis filosófico de clásicos del cine es ya algo habitual y de mucho predicamento en las academias. Sin embargo, la atención a productos televisivos es algo relativamente reciente. Hace casi un año que cayó en mis manos el volumen “Los Simpson y la filosofía” editado por W. Irving, M. Conard y A. Skoble (Blackie.Books 2009). Este último, por cierto, es profesor lector de Filosofía en la Academia Militar de West Point. Me deja perplejo que los futuros oficiales del ejército más poderoso del mundo le dediquen unos minutos a esta cosa de la Filosofía. Incluso para aprender a matar hay que saber hacerlo con sentido (es una broma). También el creador de Los Simpson, Mark Gröening, estudió Filosofía (debe ser algún tipo de enfermedad). Lo cierto es que este libro, aunque teñido del espíritu simpsoniano, es un trabajo muy sesudo. Títulos como “Lisa y el antiintelectualismo estadounidense” o “Holita, vecinos, tralarí, tralará: Ned Flanders y el amor al prójimo” no deben despistarnos. Esto no deja de ser un pretexto para hacer un repaso al estado de la cuestión ética, social e intelectual en el país del Tea Party. Muchos han calificado a Los Simpson como uno de los pocos productos norteamericanos interesantes, o al menos crítico y progresista, poseedor de una visión corrosiva del mundo. Bueno, reconociendo que desde sus orígenes resultó ser un material innovador e interesante tampoco hay que tirar las campanas al vuelo. No olvidemos que, como todo lo que se convierte en un fenómeno de masas, no deja de ser otra forma más de hacer dinero. Creo que, además, se ha destapado últimamente un cierto escándalo con la procedencia y condiciones de fabricación de su numeroso merchandising. Si algo caracteriza a nuestro tiempo es el cinismo. La capacidad infinita para asimilarlo todo y regurgitarlo convenientemente domesticado, a lo que tampoco es ajeno Burt y compañía.
Más recientemente adquirí “Harry Potter, La Filosofía” de Simone Regazzoni (Duomo 2010). No he leído ninguno de los libros de Rowling pero su adaptación al cine siempre me pareció muy lograda y cautivadora. No ajeno a esto, y con cierta curiosidad, compré este ejemplar. Lo sorprendente de Regazzoni es que no se corta en hacer una defensa de la magia como forma de conocimiento y de la existencia de distintos mundos (al menos, desde un punto de vista literario). Tantos años hablando de aquello del paso del mito al logo para llegar a esto (es otra broma).
La cosa está cogiendo tintes de moda. Puede verse ahora en las librerías “análisis filosóficos” de Los Soprano, Doctor House o Lost. No he visto ni un solo capítulo de estas series pero supongo que habrán sido productos de éxito. Y quizás por esto mismo lo que podrían ser aportaciones interesantes terminen por convertirse en bodrios insufribles. Con todo, mis blogeros habituales saben de mi querencia por estos productos divulgativos. En estos tiempos la Filosofía se hace de muy distintas formas y no necesariamente el camino más corto es el mejor.

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