
Pero he aquí que los funcionarios y trabajadores públicos se han echado a la calle y han tomado el Capitolio de Madison, la capital del Estado. Hay un clima de auténtica revuelta que el gobernador no ha tardado en utilizar como excusa para reforzar sus argumentos: detrás de cada trabajador público, o al menos de quien no agache la cerviz, hay un peligroso izquierdista en potencia que amenaza el American Way of Life. No ha dudado también en amenazar con despedir a todo el mundo -y ya se sabe que en el Far West se las gastan así. Como es habitual en estos casos, este corpúsculo ultraliberal utiliza la excusa de la crisis y el déficit presupuestario (argumentos que no son tales cuando se trata, por ejemplo, de acudir prestos en el rescate de algún banco en problemas por sus propias prácticas especulativas o de alguna corporación financiera). Pero está claro que detrás de todo esto hay algo más. Hay una lucha titánica por imponer un modelo económico y social a medida de estas élites depredadoras. No son pocos los estados en manos de los republicanos más extremistas que están a la espera de ver cómo se desarrollan estos acontecimientos para sumarse a esta fiesta con toneladas de teína. En el resto del mundo no tenemos muchos motivos para sentirnos tranquilos, al menos los que pensamos que el único horizonte viable es el del reparto de la riqueza, la universalización de los derechos humanos y civiles y un nuevo pacto con el medioambiente que garantice la supervivencia de nuestra especie a largo plazo. En Wisconsin se juega mucho en estos momentos -nuestros propios cachorros ultraliberales lo saben.
Parece que esa corriente también se extiende a Europa y tiene sus adeptos y sin llegar a los extremos del otro lado del charco también se ponen en marcha medidas en la misma dirección
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