Wisconsin no es precisamente un Estado de la Norteamérica profunda. Es un Estado del norte en la franja media alta dentro del conjunto del país. Pues bien, en Wisconsin se está jugando en estos momentos el futuro de los derechos sindicales y muchas cosas más. El Tea Party parece haber iniciado su ofensiva en este Estado a la orilla del Lago Michigan. El gobernador del Estado, Scott Walker, se ha convertido en uno de los más destacados líderes del movimiento ultraconservador. Como es bien sabido, esta gente tiene verdadera alergia a todo lo que huela a público. Este señor acaba de sacarse de la manga una ley que recorta de un hachazo el sueldo de los funcionarios, les hará pagar el 12% de su seguro médico y, lo que es más grave, les niega el derecho a cualquier negociación colectiva que no sea estrictamente salarial (los chupóteros de los empleados públicos no son nada y bastante agradecidos deberían estar con tener la oportunidad de vivir de los impuestos de los demás). En el sector de la educación pública, al parecer, estas medidas están acompañadas de otras que tienen como objetivo reducir la inversión al mínimo. Como es bien sabido, el horizonte ultraliberal consiste en una arcadia poblada por una élite ricachona, dueña de las principales empresas, donde se han abolidos los impuestos y la clase trabajadora vive de la compasión, del amor a la bandera y el temor de Dios. Todo lo demás es puro “comunismo”, palabra que desde los tiempos del senador MacCarthy es el principal anatema para un buen americano.
Pero he aquí que los funcionarios y trabajadores públicos se han echado a la calle y han tomado el Capitolio de Madison, la capital del Estado. Hay un clima de auténtica revuelta que el gobernador no ha tardado en utilizar como excusa para reforzar sus argumentos: detrás de cada trabajador público, o al menos de quien no agache la cerviz, hay un peligroso izquierdista en potencia que amenaza el American Way of Life. No ha dudado también en amenazar con despedir a todo el mundo -y ya se sabe que en el Far West se las gastan así. Como es habitual en estos casos, este corpúsculo ultraliberal utiliza la excusa de la crisis y el déficit presupuestario (argumentos que no son tales cuando se trata, por ejemplo, de acudir prestos en el rescate de algún banco en problemas por sus propias prácticas especulativas o de alguna corporación financiera). Pero está claro que detrás de todo esto hay algo más. Hay una lucha titánica por imponer un modelo económico y social a medida de estas élites depredadoras. No son pocos los estados en manos de los republicanos más extremistas que están a la espera de ver cómo se desarrollan estos acontecimientos para sumarse a esta fiesta con toneladas de teína. En el resto del mundo no tenemos muchos motivos para sentirnos tranquilos, al menos los que pensamos que el único horizonte viable es el del reparto de la riqueza, la universalización de los derechos humanos y civiles y un nuevo pacto con el medioambiente que garantice la supervivencia de nuestra especie a largo plazo. En Wisconsin se juega mucho en estos momentos -nuestros propios cachorros ultraliberales lo saben.
Pero he aquí que los funcionarios y trabajadores públicos se han echado a la calle y han tomado el Capitolio de Madison, la capital del Estado. Hay un clima de auténtica revuelta que el gobernador no ha tardado en utilizar como excusa para reforzar sus argumentos: detrás de cada trabajador público, o al menos de quien no agache la cerviz, hay un peligroso izquierdista en potencia que amenaza el American Way of Life. No ha dudado también en amenazar con despedir a todo el mundo -y ya se sabe que en el Far West se las gastan así. Como es habitual en estos casos, este corpúsculo ultraliberal utiliza la excusa de la crisis y el déficit presupuestario (argumentos que no son tales cuando se trata, por ejemplo, de acudir prestos en el rescate de algún banco en problemas por sus propias prácticas especulativas o de alguna corporación financiera). Pero está claro que detrás de todo esto hay algo más. Hay una lucha titánica por imponer un modelo económico y social a medida de estas élites depredadoras. No son pocos los estados en manos de los republicanos más extremistas que están a la espera de ver cómo se desarrollan estos acontecimientos para sumarse a esta fiesta con toneladas de teína. En el resto del mundo no tenemos muchos motivos para sentirnos tranquilos, al menos los que pensamos que el único horizonte viable es el del reparto de la riqueza, la universalización de los derechos humanos y civiles y un nuevo pacto con el medioambiente que garantice la supervivencia de nuestra especie a largo plazo. En Wisconsin se juega mucho en estos momentos -nuestros propios cachorros ultraliberales lo saben.
Parece que esa corriente también se extiende a Europa y tiene sus adeptos y sin llegar a los extremos del otro lado del charco también se ponen en marcha medidas en la misma dirección
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