“¡Indignaos!” es el llamamiento a la resistencia de un nonagenario, Stéphane Hessel, publicado en forma de opúsculo (Destino 2011) que está dando mucho que hablar. La simple idea de que un hombre de noventa y tres años, con un impresionante bagaje vital detrás, escriba un “alegato contra la indiferencia y a favor de la insurrección pacífica” es todo un hecho encomiable y singular. Más en estos tiempos en los que se celebra la juventud como un valor superior, en el que asistimos a una progresiva desmemoria y a la entronización de la estupidez más galopante.
Hessel fue un miembro activo de la resistencia francesa contra los nazis. Terminó atrapado por la Gestapo en 1944 y consiguió escapar de una muerte segura del campo de concentración de Buchenwald. Tras la guerra ejerció de diplomático y participó nada más y nada menos que en el equipo redactor de la Declaración de los Derechos Humanos. Fue embajador de Francia ante la ONU, cosa que tampoco fue óbice para que ejerciera siempre una sana disidencia, como demuestra su apoyo a la independencia de Argelia o a la causa palestina. Hessel se ha propuesto sacudir por los hombros a los jóvenes, a quienes debieran empuñar el relevo de la resistencia y sin embargo parecen aquejados (perdón por la generalización) por el mal de la indiferencia. El libro está prologado por José Luis Sampedro, nuestro Hessel particular. Otro nonagenario investido de una enorme autoridad moral. Sus líneas son otra pequeña muestra, como nos tiene acostumbrados, de sabiduría y humanismo, dos cualidades en vías de extinción en nuestra sociedad digital.
Admito, sin embargo, que no deja de ser una de esas paradojas sangrantes de nuestro capitalismo triunfante que comprara este librito en un centro comercial y me lo leyera en un banco del mismo (no son sino sesenta páginas de nada, pero sabrosas como pocas). Ya sabemos que esta forma actual del capitalismo es particularmente glotón y deglute incluso aquello que se presenta como una crítica del mismo. Lo mejor es terminar con el requerimiento final de Hessel: “(...) Apelemos todavía a una verdadera insurrección pacífica contra los medios de comunicación de masas que no proponen otro horizonte para nuestra juventud que el del consumo de masas, el desprecio hacia los más débiles y hacia la cultura, la amnesia generalizada y la competición a ultranza de todos contra todos. A aquellos que harán el siglo XXI, les decimos, con todo nuestro afecto: CREAR ES RESISTIR, RESISTIR ES CREAR”.
Dicho queda.
Hessel fue un miembro activo de la resistencia francesa contra los nazis. Terminó atrapado por la Gestapo en 1944 y consiguió escapar de una muerte segura del campo de concentración de Buchenwald. Tras la guerra ejerció de diplomático y participó nada más y nada menos que en el equipo redactor de la Declaración de los Derechos Humanos. Fue embajador de Francia ante la ONU, cosa que tampoco fue óbice para que ejerciera siempre una sana disidencia, como demuestra su apoyo a la independencia de Argelia o a la causa palestina. Hessel se ha propuesto sacudir por los hombros a los jóvenes, a quienes debieran empuñar el relevo de la resistencia y sin embargo parecen aquejados (perdón por la generalización) por el mal de la indiferencia. El libro está prologado por José Luis Sampedro, nuestro Hessel particular. Otro nonagenario investido de una enorme autoridad moral. Sus líneas son otra pequeña muestra, como nos tiene acostumbrados, de sabiduría y humanismo, dos cualidades en vías de extinción en nuestra sociedad digital.
Admito, sin embargo, que no deja de ser una de esas paradojas sangrantes de nuestro capitalismo triunfante que comprara este librito en un centro comercial y me lo leyera en un banco del mismo (no son sino sesenta páginas de nada, pero sabrosas como pocas). Ya sabemos que esta forma actual del capitalismo es particularmente glotón y deglute incluso aquello que se presenta como una crítica del mismo. Lo mejor es terminar con el requerimiento final de Hessel: “(...) Apelemos todavía a una verdadera insurrección pacífica contra los medios de comunicación de masas que no proponen otro horizonte para nuestra juventud que el del consumo de masas, el desprecio hacia los más débiles y hacia la cultura, la amnesia generalizada y la competición a ultranza de todos contra todos. A aquellos que harán el siglo XXI, les decimos, con todo nuestro afecto: CREAR ES RESISTIR, RESISTIR ES CREAR”.
Dicho queda.
Y muy bien dicho. Un fuerte abrazo.
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