miércoles, 16 de marzo de 2011

El Catalejo (7) El Titanic japonés

El próximo año se cumplirá el centenario del hundimiento del Titanic. No puedo a la vista de los terribles y dramáticos acontecimientos ocurridos en Japón dejar de establecer un paralelismo con la tragedia naval que sacudió al mundo en aquella época. El Titanic fue presentado en su día como una clara muestra del triunfo de la tecnología, de la definitiva supremacía del ser humano sobre la Naturaleza. Era, según la propaganda de la época, el primer barco insumergible, a prueba de cualquier contingencia. El caso es que no pasó del viaje inaugural. Una roca de hielo flotante se llevó a las profundidades aquel prodigio naval y con él a 1.517 vidas. La consternación posterior a la tragedia supuso un serio golpe a la autoconfianza humana (bueno, después se repetiría con la tragedia del dirigible alemán Hindeburg en 1937 o la del transbordador espacial Challenger en 1986).
De alguna manera Japón fue el Titanic de la posguerra. La recuperación del país después de la II Guerra Mundial fue asombrosa. Su capacidad tecnológica e investigadora, su desarrollo industrial y social, la auparon, hasta hace poco, al segundo puesto de las economías mundiales. Su talón de aquiles secular siempre fue su carencia de materias primas y recursos energéticos propios. Al igual que el resto de potencias económicas, pero en el caso de Japón especialmente, el desarrollo de la energía nuclear le proporcionó una importante autonomía energética. Pero Japón también tenía su propio iceberg mortal. Esta era su peligrosa situación geográfica al borde mismo del llamado “Cinturón de Fuego”, una de las fallas más activas del planeta.
La idea de que la tecnología nos salvará, de que al final es posible burlar los condicionantes naturales, siempre termina por imponerse en la mentalidad del hombre moderno. Es cierto que Japón se había dotado de una tecnología antisísmica impresionante, que un terremoto de escala 9 en cualquier otra parte del planeta habría sido por sí misma cataclísmica, pero quizás la suma de elementos: terremoto + tsunami + centrales nucleares haya sido demasiado, incluso para este Japón triunfante. Al final, el país tampoco resultó ser insumergible. El caso es que el riesgo de apocalipsis nuclear (terminó ya utilizado por algún experto en la materia) es verdaderamente serio. Y, como no aprendimos de la experiencia de Chernobil, como la soberbia y la proverbial inconsciencia humana es un hecho constatable, ahora nos volvemos a enfrentar a una crisis planetaria de órdago (como si ya no tuviéramos bastantes).
Este paralelismo no es un sarcasmo, no es un planteamiento irrespetuoso con la memoria de las víctimas; es una reflexión con vocación trágica a la vista del difícil transcurrir de la humanidad en este pequeño lapsus de tiempo.

2 comentarios:

  1. El término apocalipsis en todo caso debe referirse al terremoto. Las centrales nucleares han causado o pueden causar como máximo un daño en muertos miles de veces inferior al seísmo.
    Te recomiendo eches un vistazo por aquí, están muy bien documentados.
    En cuanto a Japón, el mayor peligro a mi juicio es que China quiera devolver la jugada nipona de la WWII, si no 'manu militari', de forma económica.Para la salud del mundo estaría bien un equilibrio entre las dos potencias ( y el resto, de paso)
    Saludos

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  2. No cabe duda de que existe una relación entre naturaleza y cultura. Lo que si es más dudoso es que la naturaleza domine la cultura o viceversa. La idea central aquí expuesta es que "la naturaleza es sabia". Por ello, no podemos luchar contra ella. Intimamente relacionado con el laisser-faire dejar hacer dejar pasar. De esta manera, muchos pensadores económico justificaban la probeza.
    Me llama la atención como cuando se trata de un país como Japón que posee recursos suficientes para hacer frente a esta catasfrofe. Se pone en marcha todo tipo de mecanismos por parte de las naciones para iniciar lo más rapido posible una recuperación economica. Pero cuando se trata de estados subdesarrollados. Los problemas que allí suceden apenas nos interesan.

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