Modestamente, me congratula que un personaje como Iñaki Gabilondo tenga también la sensación de vivir en un fin de época, en la medida en que me ha dado por aquello del “apocalipticismo glam”. Y es que Iñaki Gabilondo acaba de publicar una suerte de testamento profesional: “El fin de una época” Barril y Barral 2011) que lleva por subtítulo: “Sobre el oficio de contar las cosas”. Podríamos calificar a Gabilondo como el último, probablemente, de una estirpe de periodistas (con permiso de Pepa Bueno, Almudena Ariza, Rosa Molló o de Ana Pastor, que después de su entrevista al tenebroso primer ministro de Irán ha subido muchos enteros). La lectura de estas páginas dejan entrever esta sensación. Es algo así como el legado de un periodista, una reflexión sobre el mundo del periodismo y la comunicación. Pero, como no podía ser de otra forma, esta reflexión termina siendo también un discurso sobre el tiempo que nos ha tocado vivir, muy del estilo del autor. En estos tiempos los medios de comunicación han terminado por convertirse en meros apéndices de las grandes corporaciones industriales y de los piratas de la especulación. En este contexto, “el problema es que, en poco tiempo, el periodista ha pasado de creerse un liberado de la sociedad para vigilar al poder a creerse un liberado del poder para vigilar la sociedad” (pag 27). No es de extrañar por tanto que el periodismo actualmente dé miedo y termine convirtiéndose en una amenaza al servicio de oscuros intereses (no sé porqué tengo en mente una televisión local de estos lares).
El periodista, según Gabilondo, debe comprometerse con la realidad, entenderla y dotarse de un armazón ético y para ello debe formarse de una manera integral. Debe dar el paso de la información al conocimiento (que no es lo mismo). Quizás este sea el signo más claro de este cambio de época: los cambios tecnológicos vertiginosos y los dictados del cálculo empresarial imponen un nuevo modelo, una especie de periodismo light y expres, centrado en la frivolidad y la levedad. No dejó de ser sintomático, como comentamos en su momento, que el espacio de periodismo de lujo que Gabilondo llevaba a cabo en el extinto canal CCN+ fuera sustituido por un Gran Hermano 24 horas (aunque finalmente el hastío y la saturación terminara también cerrando aquel bodrio).
De todos modos, Gabilondo nos pone los pies en el suelo a quienes estamos convencidos del fin de los tiempos: “(...) todas las personas mayores, y yo lo soy, siempre han creído que el mundo se moría al ver que el suyo se estaba extinguiendo, y lo cierto es que el mundo no se muere; solo se muere tu mundo.” (pag 52). ¡Vaya, por Dios! Quizás no era necesario que Gabilondo afinara tanto y nos dejara el consuelo a los agoreros como yo de seguir pensando que después del libro de papel solo puede venir el caos. En cualquier caso “estamos en pleno proceso de despedida del mundo que habíamos conocido para dirigirnos, aún de manera imprecisa, hacia ese universo complejísimo de lo digital y las nuevas conectividades” (pag 150). Algo es algo.
El periodista, según Gabilondo, debe comprometerse con la realidad, entenderla y dotarse de un armazón ético y para ello debe formarse de una manera integral. Debe dar el paso de la información al conocimiento (que no es lo mismo). Quizás este sea el signo más claro de este cambio de época: los cambios tecnológicos vertiginosos y los dictados del cálculo empresarial imponen un nuevo modelo, una especie de periodismo light y expres, centrado en la frivolidad y la levedad. No dejó de ser sintomático, como comentamos en su momento, que el espacio de periodismo de lujo que Gabilondo llevaba a cabo en el extinto canal CCN+ fuera sustituido por un Gran Hermano 24 horas (aunque finalmente el hastío y la saturación terminara también cerrando aquel bodrio).
De todos modos, Gabilondo nos pone los pies en el suelo a quienes estamos convencidos del fin de los tiempos: “(...) todas las personas mayores, y yo lo soy, siempre han creído que el mundo se moría al ver que el suyo se estaba extinguiendo, y lo cierto es que el mundo no se muere; solo se muere tu mundo.” (pag 52). ¡Vaya, por Dios! Quizás no era necesario que Gabilondo afinara tanto y nos dejara el consuelo a los agoreros como yo de seguir pensando que después del libro de papel solo puede venir el caos. En cualquier caso “estamos en pleno proceso de despedida del mundo que habíamos conocido para dirigirnos, aún de manera imprecisa, hacia ese universo complejísimo de lo digital y las nuevas conectividades” (pag 150). Algo es algo.
Creo que el exilio en Saturno va a ser insuficiente. Mejor metemos la cabeza en el horno ya mismo.En un momento ideal para liarse la manta a la cabeza y hacer lo más disparatado, me pregunto qué hago tomando las decisiones al revés! jaja
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