miércoles, 19 de enero de 2011

El Catalejo (3) Tindaya o la vuelta del faraonismo disparatado

Después de un extraño letargo y en plena crisis económica el Gobierno de Canarias acaba de resucitar el proyecto de Tindaya. Un supuesto proyecto artístico consistente en horadar un cubo de 50 metros de lado en esta emblemática montaña de la isla de Fuerteventura. Esto sería un revulsivo económico y turístico para la isla que quedaría ligado al sueño irrealizado del artista vasco Eduardo Chillida -alegan sus promotores.
Hace unos años tuve el placer de visitar el Chillida-Leku en Hernani, tal y como relaté en un post anterior a propósito del lamentable cierre de este museo. La obra de Chillida no es fácil de digerir pero en su contexto se puede comprobar la envergadura de este artista. Pude apreciar en este recinto el contexto en el que se inserta el proyecto de Tindaya y ciertamente tiene toda una teorización y conceptuación bastante interesante, eso del vacío dentro de la montaña adquiere su significado en el conjunto de la obra del artista vasco.
Ahora bien, una cosa es el planteamiento artístico y otra muy distinta su ejecución. Desde el punto de vista estético el proyecto de Tindaya puede resultar sublime si se quiere. Desde el punto de vista práctico es un grandísimo disparate. Quiero creer, sobre todo porque la figura de Chillida me cae simpática, que el artista vasco y su familia resulta ajena al entramado que ha rodeado Tindaya desde el principio y que seguramente han estados informados solo desde una de las perspectivas.
¿Por qué la ejecución de Tindaya es un disparate? En primer lugar porque nadie le ha preguntado a los majoreros y a los canarios por extensión sobre el hecho, más allá de las consideraciones artísticas, de qué le parece que se agujeree una de las montañas emblemáticas de las islas, en las cuales se encuentran estaciones de petroglifos aborígenes. En segundo lugar porque los presupuestos que se están manejando son desorbitados. Se estima en unos 41 millones de euros lo que se lleva consumido hasta el momento sin que se haya movido una sola piedra y en otros 75 millones lo que supondría su realización. Por no hablar de los oscuros manejos de las concesiones mineras y el baile de millones en indemnizaciones, los típicos e interesados cambios legislativos de última hora (propios de nuestro Parlamento) y los altercados judiciales. Suficiente para que el más despistado de los ciudadanos termine pensando que “algo huele a podrido al sur de Copenhage”. Se alega que gran parte de este dinero vendría de la inversión privada y de la consiguiente concesión para su explotación. A muchos nos resulta poco creíble que alguna empresa en su sano juicio pretenda recuperar esa inversión a base de vender entradas para 'ver el vacío' en el interior de una montaña. En tercer lugar, resulta un disparate porque se contradice con los tiempos de “economía de guerra” con los que el Gobierno de Canarias nos ha vendido los presupuestos generales para este año. No hay manera de conciliar el afán desmantelador de lo público en base a estas supuestas políticas de austeridad con la pasión coalicionera por lo faraónico. El empeño por meter trenes en espacios insulares o vaciar montañas a precios desorbitados resulta de difícil digestión en los tiempos que corren. Espero que se imponga la sensatez y se logre parar el despropósito de Tindaya.

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