martes, 4 de enero de 2011

El Catalejo (1) Nacidos para consumir

En los años veinte el filósofo Walter Benjamin paseaba con una mezcla de asombro y preocupación por las recién inauguradas galerías comerciales Vittorio Emmanuele de Milán. Lo que más le llamó la atención era la sustitución o reproducción que la galería hacía de lo que se suponía que era una calle. Benjamin temía que el mundo del futuro no fuera sino un simulacro organizado en función de los intereses comerciales de las empresas dominantes. Y no le faltó razón. Hoy vemos en todo su esplendor cómo los grandes centros comerciales imitan sin rubor lo que antes podía ser una calle o una plaza mayor. La vida social transcurre ya en un centro comercial. El comercio local no tiene nada que hacer (pobrecillos, con lo que se desvelan por ellos), todo lo más orientarse hacia la venta de algunos productos de primera necesidad. Es muy posible que la batalla esté perdida y que, por mucha crisis de las narices, el mundo de pasado mañana sea un gran centro comercial en el que terminaremos por dormir en cápsulas, como hacen algunos japoneses que no quieren demorarse a la hora de llegar al trabajo.
Ese centro comercial en el que se constituirá la “aldea global” tendrá lógicamente sus clases sociales. De hecho, en este mundo nuestro el valor de cada uno está en relación a su capacidad de compra. Los excluidos seguirán siendo quienes no tengan un céntimo con el que alimentar al monstruo, en eso no habremos cambiado nada. Pero, a diferencia del siglo XIX, hoy se dispone de una enorme maquinaria de distracción y embobecimiento que evitará el riesgo de estallidos sociales y el peligro de que el personal se pare ¡y piense! El fútbol, la televisión, la proliferación de pantallas digitales que perseveran en esa sustitución de lo real por lo virtual, serán el gran colchón que apagará cualquier conato de descontento. China nos abastecerá de baratijas con las que satisfacer la economía doméstica más precaria. Los políticos seguirán prometiéndonos una mayor igualdad en las condiciones de acceso al consumo para acto seguido caer en el inevitable rosario de justificaciones en base a la situación de la economía internacional o la tranquilidad de los mercados. Después de los Reyes Magos vendrán las rebajas de invierno (casi solapándose para que el ánimo no decaiga), luego San Valentín, después la colecciones de temporadas, luego nuevas rebajas, después, casi sin salir del verano a comprar de nuevos los reyes (porque así es más barato). En medio, cumpleaños, santorales, bodas, bautizos, aniversarios... No somos “na”.

2 comentarios:

  1. Lo que escribes está mas claro que el agua, a lo cual añadiría una mayor separación entre las clases y las mismas convenientes mentiras de siempre disfrazadas con el ropaje de la época. Hace mucho tiempo que observo la "zombización" social y es terrible, porque pensándolo bien, todo aquel que tiene capacidad de pensar, imaginar y poner en práctica sus ideas puede ser un peligro potencial para las estructuras del poder. Un fuerte abrazo.

    ResponderEliminar