
Ese centro comercial en el que se constituirá la “aldea global” tendrá lógicamente sus clases sociales. De hecho, en este mundo nuestro el valor de cada uno está en relación a su capacidad de compra. Los excluidos seguirán siendo quienes no tengan un céntimo con el que alimentar al monstruo, en eso no habremos cambiado nada. Pero, a diferencia del siglo XIX, hoy se dispone de una enorme maquinaria de distracción y embobecimiento que evitará el riesgo de estallidos sociales y el peligro de que el personal se pare ¡y piense! El fútbol, la televisión, la proliferación de pantallas digitales que perseveran en esa sustitución de lo real por lo virtual, serán el gran colchón que apagará cualquier conato de descontento. China nos abastecerá de baratijas con las que satisfacer la economía doméstica más precaria. Los políticos seguirán prometiéndonos una mayor igualdad en las condiciones de acceso al consumo para acto seguido caer en el inevitable rosario de justificaciones en base a la situación de la economía internacional o la tranquilidad de los mercados. Después de los Reyes Magos vendrán las rebajas de invierno (casi solapándose para que el ánimo no decaiga), luego San Valentín, después la colecciones de temporadas, luego nuevas rebajas, después, casi sin salir del verano a comprar de nuevos los reyes (porque así es más barato). En medio, cumpleaños, santorales, bodas, bautizos, aniversarios... No somos “na”.
Lo que escribes está mas claro que el agua, a lo cual añadiría una mayor separación entre las clases y las mismas convenientes mentiras de siempre disfrazadas con el ropaje de la época. Hace mucho tiempo que observo la "zombización" social y es terrible, porque pensándolo bien, todo aquel que tiene capacidad de pensar, imaginar y poner en práctica sus ideas puede ser un peligro potencial para las estructuras del poder. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarEso mismo creo, otro fuerte abrazo.
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