lunes, 27 de diciembre de 2010

Acción Solidaria (8) Infancia desprotegida de Tenerife

Hace unos años tuve la oportunidad de conocer el funcionamiento de una parte de la Unidad de Infancia del Cabildo de Tenerife. Coordinaba en Tenerife un proyecto que llevábamos conjuntamente la Consejería de Educación y la Consejería de Bienestar Social del Gobierno de Canarias, el Foro Canario de la Infancia. Un proyecto de educación en ciudadanía de los niños, inspirado en cierto sentido en las experiencias que Tonucci llevaba a cabo en Italia. Cuando empezamos a intentar implicar a los cabildos insulares en el proyecto entramos en contacto con esta área del Cabildo de Tenerife. Allí pude conocer a un grupo de gente joven entusiasta que llevaba a cabo su trabajo en un ámbito muy delicado, sensible y estratégico, la intervención y prevención en materia de menores en situación de desamparo. Gente muy profesional y comprometida con su trabajo.
Durante los últimos años se fueron desarrollando en Canarias recursos y estructuras que trataban de dar una respuesta a la creciente problemática social, sobre todo en el ámbito de los menores, propia de una sociedad fuertemente desequilibrada y desestructurada como la nuestra. Este personal, que ahora se ve avocado al despido masivo, representa una inversión estratégica en un medio donde se requiere profesionales formados y, especialmente, comprometidos. Los recortes que el Cabildo va a llevar a cabo en esta área supone un desmantelamiento más de recursos esenciales, otro que sumar a la larga lista que llevamos en estas ínsulas a la deriva.
Como profesor he podido observar el mismo fenómeno en nuestro sistema educativo (por no hablar del sanitario, que clama al cielo). Estoy convencido de que más allá de la falta de recursos económicos, mantra que hoy en día lo justifica todo y que parece contar con numerosos palmeros, se esconde un objetivo de mucho mayor alcance: el desmantelamiento del Estado del Bienestar, del que empezamos a dotarnos en Canarias antes de ayer. El entramado político-empresarial que dirige estas islas hace tiempo que decidió, en consonancia con los nuevos vientos ultraliberales que recorren el orbe, que lo público es oneroso y prescindible. En realidad no es una cosa nueva. La diferencia es que ahora quienes tienen la sartén por el mango cuentan con una gran coartada: la crisis -palabra mágica que sirve para que los de siempre se queden en el paro y otros (también los de siempre) sigan ganando dinero a espuertas. Oímos, sin embargo, a nuestros afamados políticos asegurarnos que en la actual situación las políticas sociales son las prioritarias. Hay que preguntarse qué entienden, entonces, por políticas sociales. Me temo que la cosa no va más allá de derivar dinero a los comedores sociales o subvencionar a entidades benéficas para que repartan bolsas de ropas y alimentos entre la legión de necesitados que empieza a desbordar todas las previsiones (cosas que son muy fotografiables, rápidas y mediáticas). Y esto hay que hacerlo, desde luego, pero no únicamente. Me recuerda a aquella propuesta del nefasto Bush hijo quien hablaba del Estado Compasivo (en vez del Estado del Bienestar) que no era otra cosa que promover la organización de tómbolas entre los ricos para repartir algunas migajas entre los pobres.
Si hablamos de verdad de la prioridad de las políticas sociales en la actual coyuntura debe quedar claro que en el pack van recursos como éste y otros. Que son esos recursos los que también mitigan las dramáticas consecuencias de esta crisis y del enorme desfase económico, social y educativo acumulado históricamente en nuestras islas, que son recursos dispensadores de igualdad de oportunidades y que palían, con la que está cayendo, un más que previsible estallido social. Las cabezas pensantes de las distintas administraciones que ocupan hoy todo su tiempo en ver por dónde pueden seguir metiendo tijera, sin preocuparse si quiera por desarrollar proyectos y estrategias alternativas, deberían aplicarse un poquito en “repensar” este sistema y estas prácticas que son, precisamente, las que nos han metido en el atolladero.
Como docente, repito, he podido ver las consecuencias de estas políticas. Y ya no sólo porque nos hayamos quedados reducidos a mantener los centros con las puertas abiertas y poco más (mientras a la enseñanzas concertada se les subvenciona incluso proyectos de carácter meramente administrativo) sino porque las posibilidades de trabajo que tenemos con muchos de esos niños en situación de riesgo o con problemáticas socio-familiares de la más diversa índole y que están escolarizados se están viendo muy mermadas. Es habitual escuchar cómo desde los servicios sociales municipales se quejan de la falta de recursos y de personal para atender los casos que lejos de decrecer aumentan (paradójicamente al calor de la crisis). Si a esto le añadimos los recortes que el Cabildo quiere introducir en este ámbito la cosa es para echarse a temblar. En las escuelas también carecemos de los recursos y de la formación necesaria para atenderlos y nuestras limitaciones son aún mayores puesto que no solemos tener acceso a las familias ni intervenir en su entorno. ¿Qué panorama tenemos por delante? Un panorama desolador. Claro que eso no lo va a reconocer ningún político a escasos meses vista de las elecciones. Es más, cuentan con un poderoso aliado (y ellos lo saben): el adocenamiento e indolencia propia de nuestra sociedad y particularmente la canaria. Del mismo modo que a pocas personas en nuestras islas les importa de verdad la educación menos aún les importan los niños en situación de desamparo (que cada uno cargue con su vela y a mi que no me molesten). ¿Qué es eso de las políticas preventivas o compensatorias? Demasiado abstracto todo. Nada que pueda comprarse en un hipermercado. Y si hay un amago de conflicto que aparezca en los medios de comunicación ya quedará eclipsado con la próxima victoria del C.D. Tenerife (y si eso no ocurre que tal y como están las cosas es previsible, ya se inventarán otra cosa).

2 comentarios:

  1. ¡Qué ganas tengo de que no te den argumentos para escribir artículos como éste y de que nos deleites con lecturas que profundicen en saberes y no en desigualdades e injusticias!
    Con este panorama, cualquier deseo de que tengas una buena entrada de año queda insolentemente fuera de lugar (y eso que te lo deseo de todo corazón). Un abrazo, compañero

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  2. ¡Qué le vamos a hacer, querida Carmen! Me temo que esto no ha hecho sino empezar. De todos modos, una cosa no quita la otra: ¡Feliz 2011!

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