Esto es lo que tenemos, en este país desolado por la mediocridad, una continua alternancia sin alternativa. Si analizamos los distintos gobiernos desde la Transición encontramos muchas más concomitancias que diferencias. Sobre todo una que resulta muy preocupante: un proceso de liberalización económica y de, en consecuencias, pérdida de derechos y protección laboral. Dicho esto, cualquiera podría objetar que viniendo de una larga dictadura el escenario posterior necesariamente tuvo que suponer un salto cualitativo, al menos en cuanto al ejercicio de la democracia se refiere. Habría que admitir la objeción. Pero haciendo una lectura más quisquillosa también podría añadirse que aquella transición de guante blanco, que evitó una ruptura radical con semejante anomalía histórica, tuvo como consecuencia que las estructuras liberalizadoras que tuvieron su origen en el franquismo tardío se afianzaran en una transición que trató de darle carta de naturaleza a un sistema donde lo esencial estaba atado y bien atado. Por otra parte, esta versión española del “no hay nada que hacer” tuvo su origen en el conocido “turno de partidos” de Cánovas y Sagasta. Una cínica forma de democracia que escondía una completa componenda política. Cabe preguntarse si no estamos viviendo una versión más elaborada, por mor de los tiempos, de esta misma fórmula decimonónica. Al menos es legítimo preguntárselo cuando vemos cómo la maquinaria mediática se esfuerza por convencer al personal de que no hay alternativas, de que, por un motivo u otro (motivos siempre inapelables, abstrusos y apocalípticos) no hay más terreno de juego que el que nos marcan aquellos que de verdad saben de estas cosas. No importa que estos sesudos anónimos (y no tan anónimos) sean los responsables de esta catástrofe económica (pero sobre todo social y moral) a la que han puesto el nombre de “crisis”. El peor de los escenarios es aquel en el que hasta el más escéptico de los mortales termina por admitir que, al final, se trata de elegir entre distintos tipos de maquillajes pero sin que toquemos al muerto. Vemos, entonces, cómo los grandes partidos que se reparten los despojos carecen de ninguna idea económica que se diferencie un ápice entre ellas y por supuesto de las directrices que ya les vienen dadas por el Sistema Financiero Internacional. Aquí podemos pelearnos por elegir el color de la corbata pero fuera de ahí, ¡nathing! A ver si ahora que el sol ha entrado en un ciclo expansivo se produce una reorganización neuronal y alguno termina pensando que quizás haya alternancia, ¡pero también alternativas! [El Catalejo (3)]
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