Algún día nos encontraremos un titular como éste, "¡resignaos!", en la apertura de algún telediario o en la rueda de prensa posterior a un consejo de ministros (en su versión canaria: “¡resígnense!”). Uno se “resigna”, puesto que no queda más remedio, cuando los acontecimientos propios del hecho de estar vivos se manifiestan con toda su crudeza. Sobre todo cuando sobreviene una muerte por causas naturales o un accidente del todo imprevisto. En estos casos aceptar los hechos por muy dolorosos que sean se convierte en una cuestión de supervivencia. Pero en otro orden de cosas la resignación puede ser la vía más directa al suicidio. Comento esto porque cada día parece imponerse en sectores cada vez más amplios de la ciudadanía comentarios tales como “no se puede hacer nada” o “todos harían lo mismo”, refiriéndose a la cada vez más terminal situación social y económica que nos atenaza. Y esto es, justamente, lo que los responsables de la crisis quieren y necesitan que piense la gente.
Resignarse es abandonarse a la suerte de cada uno, aceptar sin más lo que ocurre, dimitir de la propia capacidad de influir en los acontecimientos. Está claro que no tenemos todas las riendas de nuestra vida en nuestras manos. Uno no decide que te bajen el sueldo o que te suban el IRPF mientras compruebas escandalizado cómo a muchos ricos les sale la declaración incluso a devolver. Pero en la medida en que aún tenemos derecho al pataleo podemos hacer un exhaustivo uso del mismo. Podemos también organizarnos y patalear juntos (toda estrategia multiplicadora produce efectos imprevisibles), revisar nuestro sentido del voto cuando toque, enfundarnos alguna camiseta con algún mensaje capcioso o, simplemente, apagar la TV -justamente ahora que se avecina una nueva concentración de medios con la consiguiente merma en la calidad e independencia informativa. Hay una lista infinita de cosas que se pueden hacer. Pero, por encima de todo, no podemos tirar la toalla. No antes, como hacen muchos, de que suene siquiera el 'gong'. Si en la historia de la humanidad hubiera dominado el género resignado seguramente hoy estaríamos anclados en la Edad Media. La resignación sobreviene cuando perdemos la memoria histórica, cuando nos arrebatan los objetivos y los medios. Es el caldo de cultivo ideal de los totalitarismos y la gloria de los poderosos.
Prima hermana de la resignación es la indiferencia. Al indiferente la da igual una cosa que otra. Vive ajeno a lo que acontece a su alrededor. Tiene sus intereses, faltaría más, pero normalmente solo le atañen a él. Suele abonarse al “sálvese quién pueda” (pero solo cuando su propia “salvación” está asegurada) y pretende justificarlo argumentando que en el fondo es lo que hace todo el mundo. Es difícil hacerle ver al indiferente que en este barco estamos todos juntos y todos vamos a correr la misma suerte, por mucho que algunos logren subirse en el último momento al palo mayor de este Titanic que hace aguas por todos lados. Como tituló el ensayista Howard Zinn a sus memorias, “Nadie es neutral en un tren en marcha”. Afinando el argumento podríamos concluir que incluso el resignado y el indiferente han tomado partido. Han elegido la complicidad con quienes están acabando con las posibilidades de supervivencia de este mundo. Su pasividad les hace cómplices, tal y como manifestaba Antonio Gramsci en su opúsculo recientemente reeditado, “Odio a los indiferentes”. Decía este pensador italiano que “vivir es tomar partido”. Así que quienes aparentan una exquisita neutralidad, quienes miran para otra parte, quienes pasan por la vida de puntillas, quienes pretenden que sean otros los que le solucionen sus asuntos, los que esperan sentados, los que creen que con rogativas y plegarias se solucionan los problemas, los abúlicos y los imitadores de avestruces, también han tomado partido. [El Impertinente 1]
No he podido seguir tu blog muy de cerca últimamente, así que es un placer regresar a él con una entrada como ésta.
ResponderEliminarSe te echaba en falta. ¡Feliz regreso!
ResponderEliminarY cuando se rebelen no olviden pedir que las cosas sean como en los tiempos de antaño.
EliminarNo estoy segura de que cualquier tiempo pasado fuera mejor pero es cierto que en lo que se refiere a luchar y defender derechos deberpamos aprender de nuestros predecesores. Un abrazo y enhorabuena por tu blog, nos vemos por aquì.
ResponderEliminarSara M.