No va a quedar nada. Tantos años viviendo de los excedentes del ladrillo para regresar al final a la época del botijo. Ya lo decía algún economista avispado en aquellos tiempos en los que el PIB español le hacía la gracieta a las locomotoras europeas: “esto es un bluf... pan para hoy y hambre para mañana”. Pero, ¿quién se iba a detener en eso de la burbuja inmobiliaria cuando aquí ganaba dinero hasta el Kiko? Si el homo sapiens se caracterizara por una pizca de previsión, si fuésemos capaces de pensar en línea, si miráramos más allá de la satisfacción inmediata (un rasgo -dicen algunos- de total ausencia de inteligencia emocional) posiblemente no nos hubiéramos dado semejante batacazo. Si a esto le añadimos nuestra proverbial carencia de memoria histórica, esta fatal inclinación por incurrir mil y una veces en las mismas meteduras de pata, entonces ya cerramos el círculo infernal de la estupidez.
Todas las manías de nuevos ricos, auspiciadas por esta caterva política entregada a los negocios, se revelan ahora como monumentos a la vacuidad. De entrada pienso en auditorios de autor, con adornos arquitectónicos carísimos y perfectamente inútiles, tranvías urbanos con alfombras de cesped que ahora no se pueden ni regar, macropuertos injustificados y que atentan contra el sentido común y contra el medio ambiente. En fin... Mientras, lo que creímos como conquistas sociales van cayendo una detrás de otra. La educación y la sanidad pública están siendo llevadas hasta la más pura indigencia, la cultura en Canarias ha recibido un hachazo de muerte, la protección del patrimonio histórico y natural empiezan a verse seriamente comprometidos, etc. Tenemos, encima, que soportar que la plutocracia que nos gobierna (Soraya Sáenz de Santamaría dixit) afirme muy ufana ella que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades y que quienes mantienen un nivel de vida del copón nos sermoneen con que tenemos que ajustarnos el cinturón.
Escribo estas líneas en el momento en que me entero que han suspendido el Festival MiradasDoc. Esta decisión llega cuando muchos tenemos aún en la retina la magistral intervención en este festival isorano de Eduardo Galeano en medio de un llenazo tremendo. Esta suspensión se añade a la defunción del Festival Mueca y a los recortes brutales en las programaciones culturales de las distintas administraciones. Lo peor de esta historia es que esta ciudadanía tan despierta y reivindicativa que tenemos admite que en este estado de excepción encubierto todo es posible y justificable. Todo, menos poner en cuestión la mayor: ¿y si lo que falla es este modelo económico y social que nos sacrifica a todos en el altar de los mercados? [El Catalejo 2]
Así es amigo, el primer recorte siempre se lo lleva la cultura, ¿por qué será? lo mejor que se me ocurre pensar es que siempre habrá disidentes, en mayor o menor medida, pero siempre los hubo, los hay y los habrá, como la excepción que confirma la regla. Bs.
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