
Aunque el comité sueco para los premios nobel ha metido la pata en más de una ocasión (ahí tienen los galardones concedidos a Kissinger, Al-Sadat o Begin, por citar solo unos ejemplos de personajes poco dados a la cosa ética) se hace duro mantener en la nómina a Obama junto a un Mandela, Suu Kyi o el Dalai Lama, verdaderos referentes mundiales. Ya hace dos años se vio que concederle el premio a Obama, a pocos días de su nombramiento como presidente, por “brindarle a su pueblo la esperanza de un futuro mejor” [sic] era, cuando menos, motivo para la carcajada.
En realidad Obama no ha hecho otra cosa que comportarse como lo que es: el presidente de una superpotencia que aspira a seguir siéndolo frente a tanto aspirante a arrebatarle la primacía. Los que debieran entonar un mea culpa universal fueron los que tan alegre y despreocupadamente le otorgaron el galardón apenas se estrenó en el cargo (como si no hubiera una larga nómina de candidatos sobradamente acreditados). No hemos visto por parte de Obama ningún comentario sobre la utilización de la tortura o la violación de la soberanía territorial de un país (Pakistán). Asistimos, además, a una taimada marcha atrás con el asunto Guantánamo. Vamos, como para proclamarlo “Príncipe de la Paz” (con permiso de Manuel Godoy).
Damián: Comparto 100% contigo tu visión. Hace unos días escribí el mal sabor de boca que me producía todo este asunto. Haces bien en escribirlo, porque eso que nos quieren vender los mass media es, desde todo punto de vista, inmoral. Un saludo
ResponderEliminarNaturaleza humana, vanidad de vanidades, precipitación, error, dependencia. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarBienvenido a La Inocencia del Devenir, Marcelo. Otro fuerte abrazo, MJ, a pesar de este mundo convulso.
ResponderEliminar