José María Toro es una persona satisfecha y agradecida. Se le nota a los cinco minutos de entablar una conversación con él. Es una de esos raros individuos que tienen la ¿suerte? de hacer lo que están “llamados” a hacer. En su caso José María hace unos años que decidió embarcarse en un aula más grande: la que constituye el sumatorio de todas aquellas donde habita un alumno y un maestro. Una tarea ingente que solo alguien con el talante y el nivel de compromiso de José María puede llevar a cabo.
Conocí al sevillano José Mª Toro Alé hace unos cinco años, en el marco de la primera Jornadas Maestropasión en La Laguna. Como a tantos compañeros que han tenido la suerte de oírlo quedé prendado de su discurso casi al instante. Había en él un impulso de reconciliación con la misión del docente, de reconstrucción de la figura del maestro como eje cardinal sobre el que pivota todo el maravilloso proceso educativo (cosa que no viene mal que nos la recuerden de vez en cuando). Por aquel entonces trabajaba yo de coordinador en la Consejería de Educación del Gobierno de Canarias, en una etapa en la que creíamos estar aportando algo, y no desaproveché ninguna oportunidad de recomendar a los compañeros de otros programas y centros del profesorado para que contasen con José María a la primera de cambio. Lo cierto es que, por otra parte, el boca a boca hacía lo suyo y José María se fue convirtiendo en un habitual en Tenerife por méritos propios. La semana pasada, en el marco de las XIV Jornadas del CEP Valle de la Orotava (jornadas extraordinarias, por cierto) tuve otra sesión de reconstrucción en la que siempre es grato comprobar cómo compañeros recién incorporados a este discurso entran en general en un estado de perturbación que anuncia la necesidad de seguir profundizando en su propio hacer y sentir como maestros.
José Mª se ha ocupado de sistematizar su filosofía educativa y de publicarla. Quizás la obra clave de su planteamiento educativo sea “Educar con Co-razón” (Desclée de Brouwer 2005). Aquí teoriza sobre lo emocional desde lo emocional. Aunque José Mª no es muy dado a la intelectualización de las emociones en “Educar con Co-razón” encontramos la hoja de ruta del viaje personal del autor hacia el mundo de la educación re-humanizada. Un mundo que se ha propuesto compartir con quienes viven la docencia como algo más que la triste ocupación que le permite ganarse el sustento. Para empatizar con los planteamientos de José María Toro basta con tener un mínimo de apertura hacia la escuela como lugar de vida, por muy oculto que aparentemente se encuentre tras años de (inevitable) desgaste en el aula. Con todo, si algo destaca en José María son sus extraordinarias dotes comunicativas, su capacidad para encontrar la palabra justa con la intensidad adecuada en el momento oportuno. Es también un gramático del cuerpo y un artista del lenguaje, las dos herramientas del docente por excelencia, por encima de las Tecnologías de la Información y la Comunicación y del libro de texto (refugio muchas veces del que tiene poco o nada que contar). Pareciera un discípulo de Wittgenstein dada su insistencia de fondo en que el lenguaje crea realidades. No puedo estar más de acuerdo. Por eso José María es un maestro de maestros, una voz necesaria, una presencia vivificadora... si José Mª Toro no existiera habría que inventarlo.
Conocí al sevillano José Mª Toro Alé hace unos cinco años, en el marco de la primera Jornadas Maestropasión en La Laguna. Como a tantos compañeros que han tenido la suerte de oírlo quedé prendado de su discurso casi al instante. Había en él un impulso de reconciliación con la misión del docente, de reconstrucción de la figura del maestro como eje cardinal sobre el que pivota todo el maravilloso proceso educativo (cosa que no viene mal que nos la recuerden de vez en cuando). Por aquel entonces trabajaba yo de coordinador en la Consejería de Educación del Gobierno de Canarias, en una etapa en la que creíamos estar aportando algo, y no desaproveché ninguna oportunidad de recomendar a los compañeros de otros programas y centros del profesorado para que contasen con José María a la primera de cambio. Lo cierto es que, por otra parte, el boca a boca hacía lo suyo y José María se fue convirtiendo en un habitual en Tenerife por méritos propios. La semana pasada, en el marco de las XIV Jornadas del CEP Valle de la Orotava (jornadas extraordinarias, por cierto) tuve otra sesión de reconstrucción en la que siempre es grato comprobar cómo compañeros recién incorporados a este discurso entran en general en un estado de perturbación que anuncia la necesidad de seguir profundizando en su propio hacer y sentir como maestros.
José Mª se ha ocupado de sistematizar su filosofía educativa y de publicarla. Quizás la obra clave de su planteamiento educativo sea “Educar con Co-razón” (Desclée de Brouwer 2005). Aquí teoriza sobre lo emocional desde lo emocional. Aunque José Mª no es muy dado a la intelectualización de las emociones en “Educar con Co-razón” encontramos la hoja de ruta del viaje personal del autor hacia el mundo de la educación re-humanizada. Un mundo que se ha propuesto compartir con quienes viven la docencia como algo más que la triste ocupación que le permite ganarse el sustento. Para empatizar con los planteamientos de José María Toro basta con tener un mínimo de apertura hacia la escuela como lugar de vida, por muy oculto que aparentemente se encuentre tras años de (inevitable) desgaste en el aula. Con todo, si algo destaca en José María son sus extraordinarias dotes comunicativas, su capacidad para encontrar la palabra justa con la intensidad adecuada en el momento oportuno. Es también un gramático del cuerpo y un artista del lenguaje, las dos herramientas del docente por excelencia, por encima de las Tecnologías de la Información y la Comunicación y del libro de texto (refugio muchas veces del que tiene poco o nada que contar). Pareciera un discípulo de Wittgenstein dada su insistencia de fondo en que el lenguaje crea realidades. No puedo estar más de acuerdo. Por eso José María es un maestro de maestros, una voz necesaria, una presencia vivificadora... si José Mª Toro no existiera habría que inventarlo.
Precioso homenaje. ¿Tu crees que se contagiará lo suficiente? Espero que si. Beso.
ResponderEliminarGracias Damián por estas palabras que recibo como un homenaje ofrecido desde el cariño y la amistad. Tus palabras son abono para seguir alimentando mi entrega, aire fresco que revitaliza mis movimientos y, sobre todo, caricia de una mano amiga. Siento que es tu corazón el que se derrama en cada palabra. Me has oído decir que la "inspiración del maestro" siempre procede de la escucha que previamente los alumnos exhalan ante él. Es vuestra apertura y escucha la que sostiene y alimenta cuando digo. Gracias. ¡Sigamos resistiendo "pujando", con la fuerza de la entrega amorosa.
ResponderEliminarHola Damián, me ha gustado mucho esta entrada!. También yo admiro el talante y el trabajo de José María, y como bien dices, ha sido un privilegio poder escucharle y conocerle...es cierto que su discurso hace que te quedes prendado...
ResponderEliminarTu Blog es muy interesante. Gracias por compartir tantas reflexiones!!!.
Un saludo...