lunes, 2 de mayo de 2011

El Catalejo (13) Adormecidos

El periódico de mayor tirada en España (con permiso de los deportivos, claro) publicaba el pasado sábado en su portada una noticia devastadora: “El paro se asoma a los cinco millones”. Debajo, la fotografía a cuatro columnas no era la de alguna de las muchas familias en los que ya no entra ni un euro sino la del paseo en un descapotable de sus altezas los príncipes Guillermo y Catalina después de su real boda. Muchos se preguntan cómo con la que está cayendo no se ha producido aún alguna forma de estallido social. Se suele aducir que en España hay una importante economía sumergida que hace de colchón o que, a pesar de todo, los restos del Estado del Bienestar todavía desempeñan una cierta función (no sé si esto valdría para el Reino Unido). Sin embargo, considerando incluso que estos y otros factores explicarían en gran parte esta adormidera colectiva hay otro que curiosamente se cita poco y me parece no menos importante: los efectos de la sociedad del entretenimiento de masas. Desde hace ya unas cuantas décadas funciona en los países desarrollados una poderosa industria del ocio y del espectáculo que tiene como finalidad esencial, a parte de la de hacer caja, claro está, mantener al personal en un estado de catalepsia colectiva. En las tierras de Su Graciosa Majestad, después de que Cameron anunciara una draconiana política de recortes que empobrecerá más aún a muchísimos ciudadanos (que no a las élites de siempre), el locutor del bodorrio celebraba que un acontecimiento así sirviera para distraer al menos durante un rato a la gente entre tanta mala noticia. Más claro no podía haberlo dicho y además habría que darles las gracias a los duques de Cambridge por haber tenido la gentileza de casarse. Seguramente en un gesto de cara a la galería los Windsor se habrán hecho cargo de parte de los gastos (como si eso no saliera del erario público) o se habrán visto en la triste tesitura de poner caviar de menor calidad en el cóctel de turno (para que no se diga que la realeza tampoco pasa estrecheces). El sin fin de torneos de fútbol y eventos deportivos, galas de diverso signo, cuitas del famoseo, etc, aderezadas con el telón de fondo del hiper consumo como plan de vida, son el verdadero opio del pueblo. Y cuando la gente malvive entre la indigencia económica y la intelectual es capaz de cualquier cosa, incluso de pensar que la derecha tiene la solución para sus males. Un estallido social lo provocaría, antes que los cinco o seis millones de parados, una semana sin televisión o tres días sin ordenador.

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