sábado, 3 de diciembre de 2011

El Aula (19) La Navidad en el aula.

La sana curiosidad del alumnado, víctima entre otras cosas de mi ateísmo militante, le lleva a hacerme preguntas como estas: ¿y tú celebras la Navidad? Les suelo contestar que ¡por supuesto! Este es el pretexto para poner sobre la mesa algunas cuestiones que a mi juicio son muy interesantes. En primer lugar la dimensión simbólica del ser humano y a continuación la vertiente antropológica y cultural de esta y otras festividades. Ya se ha puesto sobradamente de manifiesto que la Navidad cristiana fue una sustitución de las antiguas fiestas romanas de las Saturnales “(...) en las que se celebraba la finalización de los trabajos del campo, celebrada tras la conclusión de la siembra de invierno” (Schultz, 1988) y de la Fiesta del Nacimiento del Sol Invicto, fijada por Aureliano el 25 de diciembre (Domené, 2010). Precisamente, la identificación de Jesús como “Sol invicto” produjo una asimilación de antiguas tradiciones. De hecho, la Natividad de Jesús es una de las festividades cristianas de raíces más claramente paganas. Tiene que ver, incluso, con rituales mucho más antiguos, de origen egipcio y mesopotámico, relacionados con el ciclo solar.
Hecho este preámbulo, hay que dejar claro que la imprescindible crítica de nuestra cultura no significa necesariamente que uno reniegue de ella. Cierta concepción de la Navidad relacionada con valores fraternales es perfectamente asumible y reivindicable. Y más ahora que ha terminado degradándose en una orgía consumista y mercantil, desprovista de toda simbolización y significado. Por estas mismas circunstancias se me ocurrió inaugurar en mi aula este antiguo ciclo festivo con una pequeña ceremonia centrada en el “Árbol de las Utopías”: un cono de papel que expresa algunas aspiraciones que mejorarían nuestra maltrecha convivencia. El encendido de unas velas, como símbolo solar, expresa esa idea antigua del fuego como elemento que reúne en sí mismo lo permanente y lo cambiante, lo catártico y lo mistérico. Algún que otro aditamento como la música de Gabriel Fauré o la lectura de un poema del siempre maravilloso Walt Whitman añaden un pequeño toque estético. De lo que se trata, en definitiva, es de ir más allá de lo dado, de forzar las tradiciones para acercarnos al trasfondo que encierran, de huir de los recursos trillados y de plantear  alternativas. ¡Ah, y que tengan unas Felices Fiestas!

4 comentarios:

  1. Lo mismo para ti, Damián. Otra cosita buena de la navidad son ciertos dulces ricos, ricos, que solo se elaboran por estas fechas.
    Si casualmente te pasaras por Madrid del 22 Dic. al 8 Ene. te podría saludar personalmente y departir una birra o un café o un menta poleo ;). Beso.

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  2. Tienes razón, Emejota, pero desgraciadamente lo de los dulces hay que tomárselo con moderación so pena de tener que renovar el fondo de armario. Creo que voy a tener unas navidades enteramente subtropicales este año pero si en algún momento del próximo año recalara por Madrid te avisaría por si se diera el casual de coincidir. (Lo mismo si te vinieras por Tenerife). Lo tenemos pendiente. Otro beso.

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  3. Uno de tus mejores comentarios, enhorabuena. No voy a desear a nadie feliz navidad porque ya lo harán los ladrones del erario público de la casa real, la tribu de la conferencia episcopal que a su vez es íntima y protectora de la cara real. Lo hará también Marianín y su séquito franquista, que les den a todos ellos sin vaselina y con mucho turrón del duro.

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  4. Toda práctica social tiene que tener un significado y una símbología. Ya decía los clásicos de la sociología que toda acción social está dotada de significado (otra cosa es que con el tiempo estos significados cambien). De hecho incluso el ocio ostentoso fue una práctica social por la que las clases altas se ganaban el respeto de los pobres. Por otro lado, yo veo a muchas chicas de 14 años con habilidades sociales más desarrolladas que la de los mayores. Algunas de estas niñas/os representan una actuación tan perfecta con los valores oficialmente acreditados de la sociedad en donde desarrollan su representación, que lo único que les impide apoderarse del poder de dicho espacio social es la separación entre lo joven y lo adolescente. Las personas desean pertenecer y formar parte de la sociedad. Existe una idealización de los estratos superiores y cierta aspiración a ascender hasta ellos por parte de los que se encuentran en situación inferior (esto se expresa también en el deseo de ocupar un lugar próximo al sagrado centro de los valores corrientes de la sociedad). Por ello, el acceso y la movilidad dentro de una sociedad implica por parte del sujeto la presentación de actuaciones correctas y este esfuerzo por dicha representación se expresa en términos de sacrificios por mantener una fachada. Cuando una persona no está de acuerdo con los valores y objetivos establecidos y propone un modelo alternativo recibirá sanciones sociales. Así como también un llamamiento al orden: ¿Y tú celebras la navidad?. Y de hecho la respuesta "¡Por supuesto!" implica la legítimidad de dicho orden, es decir, a dicha pregunta sola cabe dicha respuesta (el protocolo social). Sin embargo, la navidad responde a los intereses del mercado y es efectivamente un consumo ostentoso. Aunque este comumismo responda a un uso social, también, es una forma de separar al hombre de su verdadero ser social. Por ello, creo que es importante luchar contra la navidad a pesar de que suponga una ruptura con la actual sdad.
    saludos

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