Hacía muchísimos años que había visto “Doce años sin piedad” (1957). Me acabo de reencontrar con esta película, DVD mediante, y creo haber disfrutado infinitamente más. Esta película, dirigida por Sidney Lumet, es toda una lección de cine. Filmar 95 minutos de metraje donde la trama transcurre en una sala en la que se reúne un jurado de doce hombres que debe deliberar sobre la culpabilidad de un acusado y mantener por completo la atención del espectador es una proeza. De hecho es una prueba incontestable de cómo se puede hacer cine sin grandes medios (me imagino que el presupuesto de esta película debe haber sido irrisorio). Aunque resulte un tópico, esta película hace un retrato psicológico magistral de doce personajes que tienen que tomar una decisión terrible como es la de condenar a muerte o no a un joven acusado de asesinar a su padre.
Los doce individuos representan cada uno de ellos un arquetipo psicológico: el irascible, el frívolo, el prejuicioso, el racional, etc... A pesar de que practicamente no se conocen entre sí el espectador va adentrándose en la mente de cada uno de los personajes gracias a un guión y a una dirección soberbias. El principal protagonista, Henry Fonda, inocula en sus compañeros de jurado el virus de la duda (una duda razonable). Utilizando un razonamiento apabullante va desarmando las actitudes y los prejuicios de los demás hasta el punto de que una decisión casi unánime de culpabilidad se transforma al final de la película en todo lo contrario. La pregunta que siempre me hago es si un fan de, pongamos por caso, "Avatar" es capaz de permanecer sentado frente a una película en blanco y negro y cuya acción no es sino el diálogo de doce hombres en una sala claustrofóbica en un día de intenso calor.
Los doce individuos representan cada uno de ellos un arquetipo psicológico: el irascible, el frívolo, el prejuicioso, el racional, etc... A pesar de que practicamente no se conocen entre sí el espectador va adentrándose en la mente de cada uno de los personajes gracias a un guión y a una dirección soberbias. El principal protagonista, Henry Fonda, inocula en sus compañeros de jurado el virus de la duda (una duda razonable). Utilizando un razonamiento apabullante va desarmando las actitudes y los prejuicios de los demás hasta el punto de que una decisión casi unánime de culpabilidad se transforma al final de la película en todo lo contrario. La pregunta que siempre me hago es si un fan de, pongamos por caso, "Avatar" es capaz de permanecer sentado frente a una película en blanco y negro y cuya acción no es sino el diálogo de doce hombres en una sala claustrofóbica en un día de intenso calor.
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