Un vistazo a la prensa en los últimos días no hace sino confirmar lo inconsistente de aquella idea ilustrada de progreso. En las primarias republicanas en EE.UU los candidatos elefantinos emplean la mayor parte del tiempo en intentar demostrar quién es más beato que el contrario, quién tiene una relación privilegiada con Dios y quién tiene mayor arrojo que el contrario a la hora de declarar la próxima guerra santa contra el infiel. Curiosamente los norteamericanos parecen más dispuestos a aceptar un presidente negro o mujer (de lo cual nos congratulamos) que ateo o, como mínimo, agnóstico. Obama tiene que lidiar con el sambenito de ser un musulmán encubierto por mucho que acuda a las fórmulas habituales del “God bless América” o ponga un rictus de constricción en esos desayunos de la oración (o como quieran que les llame). En el otro extremo (unido eso sí por las supercuerdas del fanatismo) los talibanes insisten en dejar un reguero de sangre como holocausto a su Dios por la enésima quema de coranes de algún biblioclasta imaginario o real. En Alemania el nuevo presidente de la República Federal lleva a gala el ser un pastor luterano (y a fe que cara de eso tiene). En España la Conferencia Episcopal le pasa factura al gobierno del PP y se cobra sus muchos años de abnegados servicios en forma de derogación de la Ley de Interrupción del Embarazo, con la eliminación de la Educación para la Ciudadanía y con, a modo de avanzadilla, la obligación del profesorado madrileño de solicitar la autorización previa de los padres si tienen la intención de hablar de métodos anticonceptivos en clase (ya se sabe que en cada condón anida el diablo).
Y esto solo como resultado de un vistazo superficial a la prensa -ya digo. ¿Hay o no hay razones para pensar que vivimos en la Edad Media por mucho iphone que le echemos a la cosa? Hoy más que nunca las religiones institucionalizadas son uno de los grandes peligros de la humanidad. Para los que, como Feuerbach, pensamos que son los humanos los que crean a sus dioses de cabecera y no al revés, creemos que ha llegado el momento de una “cruzada” laica. Pero no contra la libertad de cada uno de encomendar su “alma” a Jesucristo, Alá o la Mama Pacha, sino contra las instituciones religiosas como formas de dominación y alienación colectiva. Parece mentira que sigamos utilizando esta terminología pero es otra evidencia de que las cosas no han cambiado demasiado, al menos, desde el siglo XIX. Ahí queda eso.
No me extraña que te hagas cruces, los más viejos que vivieron tiempos y circunstancias raros ya no les pilla nada de sorpresa. La cosa está clara, somos muchos, hay que vender armas, estamos en una etapa de transición energética que en la que cada cual le conviene aprovechar para establecer sus estrategias de futuro y la lucha por el poder es la de siempre, al tiempo que las emociones humanas, teñidas de civilización y cultura, ay pena penita pena, se encuentran en proceso de marcha atrás.
ResponderEliminar¿Siguiente paso? Vamos.... no tenga miedo..... está cantado.
Bss.