De vez en cuando el irracionalismo más burdo parece apoderarse del personal como si fuera una suerte de virus (y que conste que de ninguna manera estoy pensando en mi admirado Nietzsche o en los sublimes escritores del absurdo). El tipo de irracionalismo alelado del que hablo es el que tiene que ver con esta escenificación mediática del Vaticano en la Jornada Mundial de la Juventud, atemorizada frente al avance de otras opciones religiosas en el mundo y el creciente laicismo. Una puesta en escena que no es sino la jugada segura de quienes manejan las claves de esta sociedad del espectáculo. El Vaticano lleva abonado desde los tiempos de Juan Pablo II a la cultura mainstream. Después de agitar la banderita amarilla y blanca y gritar aquello de “la juventud del Papa” las estadísticas volverán a mostrar el desafecto mayoritario frente a esta gerontocracia teocrática. La moral católica no es la alternativa a la tan cacareada “crisis de valores”. Al contrario, es, en todo caso, la expresión más palmaria de esta supuesta crisis. Es el refugio de quienes tienen miedo, parafraseado a Erich Fromm, a la Libertad y se entregan gustosos y confiados al redil de aquellos que luego los utilizan para sus fines espurios.
De todos modos, la irritación que me produce esta exhibición de irracionalismo vacuo es comparable a la indignación que uno siente cuando lee en el periódico cómo en EE.UU. el partido republicano, entregado cada vez más al hornillo del Tea Party, lanza candidatos a la presidencia con discursos cada vez más disparatados e incendiarios. Por si no tuviéramos poco con la inefable Sarah Palin ahora aparece una Michelle Bachmann diciendo cosas como que las mujeres deben mostrarse sumisas con sus maridos (además de proclamarse creacionista y anti todo). Acto seguido entra en acción el gobernador de Texas, Rick Perry, proclamando que la oración es la receta contra todos los problemas (para que luego digan que aquella definición de Marx de la religión como el opio del pueblo está pasada de moda). Además presenta el descenso del paro en su Estado como aval, sin reconocer que tal descenso se ha producido gracias a los sueldos bajísimos y al hecho de que las empresas no están obligadas a proporcionar un seguro médico a los trabajadores. Estos chollos ha provocado que muchas empresas hayan cerrado sus fábricas y oficinas en otros Estados y se hayan recolocado en este paraíso ultraliberal. Lo triste de todo esto es que mucha gente valorará este hecho como un mérito, sin pararse a sopesar los pro y los contras. Igualito que en este país cuando, casi con toda seguridad, la derecha arrase en las próximas elecciones. El ejemplo más claro de este irracionalismo del que hablamos es que la gente entienda que las recetas y actitudes que nos han llevado al desastre económico, político y social son la única vía para salir de la crisis. O que esta Iglesia que hoy se celebra a sí misma y que históricamente ha estado de lado mayoritariamente de los poderosos y del pensamiento más retrógrado, conservador e inmovilista es lo más cool. ¿Irracionalismo u otra cosa?
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