Hacía años que no visitaba el paraninfo de nuestra vieja y
querida Universidad de La Laguna. Me alegró verlo en su magnífica restauración.
Y, pese a que la ocasión, el acto de apertura del curso, era un motivo un tanto
extemporáneo para quien suscribe no quería perderme, de ninguna manera, la
lección impartida por el catedrático de periodismo, José Manuel de Pablos. El
amigo Josema nos ha regalado a algunos compañeros la oportunidad de asistir a
los últimos retoques de su discurso. ¿Y por qué no quería perdérmelo? Entre
otras cosas porque lo que Josema había escrito era un acto de valentía y de
compromiso social del que la Universidad está tan huérfana. En medio de las
fuerzas vivas (y no tan vivas) de la sociedad canaria, en medio de esa especie
de vuelta a la sociedad estamental que representa un acto de este tipo, con sus
prima donnas militares, políticas,
eclesiásticas y empresariales, con sus toques de campanillas para que el
auditorio se pusiera en pie (efectuada por una azafata a falta de monaguillo),
con sus Te Deum y sus Gadeamus Igitur, José Manuel de Pablos dio un puñetazo
dialéctico sobre el atril y le expetó al auditorio algo tan provocador y
revolucionario como la simple realidad social y política a la que esta grey
vive ajena. Josema habló de la extensión de la ignorancia como estrategia del
poder, del ataque frontal a la Universidad Pública que supone la subida de
tasas, de la manipulación informativa por parte de las oligarquías dominantes,
de la mediocridad de la clase política profesional, en fin…
Fue una lección
inaugural en tres actos donde no faltaron menciones a Gutenberg, Tim
Berners Lee (creador de la web), Julian Assange (perseguido
por airear a través de Wikeleads las miserias del Imperio intergaláctico) y
hasta el infaustamente nobelizado Obama.
Josema podía haber optado, como tantos otros catedráticos anteriores, por
cumplir con el trámite con una lección estrictamente académica o, como mucho,
con alguna mención de soslayo a este ataque frontal a los derechos civiles y
laborales de la ciudadanía como no se conocían desde el final de la II Guerra
Mundial. Y es que en José Manuel de Pablos habita un profundo sentido de una
ética de la justicia social, una clara convicción del papel de la Universidad
comprometida con la causa del progreso
colectivo. Pero el acto de nuestro profesor es también un acto de valentía, una virtud
moral claramente en retroceso en estos tiempos miserables que nos ha tocado
vivir, donde parece haberse impuesto el toque de queda para aquellos valores
que vayan más allá del sálvese quien pueda. La figura de Josema se agrandó no
solo por su texto perfectamente hilvanado, sino por el contexto, no en vano era
el escenario menos propicio para decir lo que se dijo, lo que había que decir,
lo que no se puede seguir ocultando. Muchas gracias, José Manuel. Al menos que
no nos arrebaten la voz ni la palabra.
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