Recién llegado de Madrid, aún mantengo en la retina la enorme impresión que me causó la paleta de colores de William Turner. La exposición que el Museo Nacional del Prado mantiene hasta el 12 de septiembre sobre este pintor romántico inglés tiene la peculiaridad de no dejar indiferente a nadie. Además, la muestra viene acompañada de una amplia selección de los maestros coetáneos (o no) de Turner (Rembrandt, Watteau, Canaletto, Constable, Rafael, Claudio de Lorena, etc) con lo que el resultado final es verdaderamente sobresaliente. De todos modos, soy de los que disfruta más con la obra de Turner de sus últimos años, aquella en la que el pintor abandona los últimos restos de academicismo y se adentra en una exploración intensa y desbordante de la luz y el color que para algunos constituye una forma de anticipación del impresionismo y hasta de la abstracción.
En el mes de julio, el escritor Vicente Verdú publicaba en El País un artículo en el que tomaba partido por quienes consideran a Turner, en realidad, como un impostor, un plagiador que vivía a la sombra de los grandes maestros y cuya máxima preocupación era ganar dinero. A Turner le ha arrastrado desde hace tiempo la polémica. Sobre todo porque era un personaje que en su trayectoria y en su obra mantuvo un planteamiento poco convencional. La exposición, como hemos mencionado, ha sabido mostrar una amplia selección de los grandes maestros que influyeron de una manera u otra en la obra de Turner y con los que este mantuvo todo un pulso pictórico. Para unos esto sería un síntoma de la poca originalidad del pintor inglés, de su sumisión artística, pero a la luz de lo visto se percibe en realidad una mezcla de respeto y de un diálogo profundo y a veces no exento de tensión. Sus cuadros más personales, como el que sirve de imagen al cartel de la exposición (“Sepelio en el mar” -1842) fueron considerados durante muchos años como un capricho del autor, como una salida de tono propia de una edad avanzada, y en consecuencia, minusvalorada por la crítica y el público de la época. Fue a partir de los años 50 del pasado siglo XX cuando empezó a revindicarse esta etapa del pintor precisamente como la más interesante, innovadora y precusora. Si dejamos que los cuadros hablen por sí solos, la exposición del MNP tiene mucho que decir.
En el mes de julio, el escritor Vicente Verdú publicaba en El País un artículo en el que tomaba partido por quienes consideran a Turner, en realidad, como un impostor, un plagiador que vivía a la sombra de los grandes maestros y cuya máxima preocupación era ganar dinero. A Turner le ha arrastrado desde hace tiempo la polémica. Sobre todo porque era un personaje que en su trayectoria y en su obra mantuvo un planteamiento poco convencional. La exposición, como hemos mencionado, ha sabido mostrar una amplia selección de los grandes maestros que influyeron de una manera u otra en la obra de Turner y con los que este mantuvo todo un pulso pictórico. Para unos esto sería un síntoma de la poca originalidad del pintor inglés, de su sumisión artística, pero a la luz de lo visto se percibe en realidad una mezcla de respeto y de un diálogo profundo y a veces no exento de tensión. Sus cuadros más personales, como el que sirve de imagen al cartel de la exposición (“Sepelio en el mar” -1842) fueron considerados durante muchos años como un capricho del autor, como una salida de tono propia de una edad avanzada, y en consecuencia, minusvalorada por la crítica y el público de la época. Fue a partir de los años 50 del pasado siglo XX cuando empezó a revindicarse esta etapa del pintor precisamente como la más interesante, innovadora y precusora. Si dejamos que los cuadros hablen por sí solos, la exposición del MNP tiene mucho que decir.
Holaaa papii.
ResponderEliminarYo vi la exposicion de Turner...
El cuadro ese que tienes hai colgado,es uno de mis favoritos.me gusto tambien mucho la exposiion del Thysen que fui con mami.
Adios te quiero muchiiisiiimoooo.
Gracias. Recién llegada a Madrid, ya se donde dirigirme en cuanto encuentre un ratejo. Me gusta Turner, vi parte de su obra en Londres, pero esta vez bien puedo aprovechar el trayecto para redondearlo con un buen piscolabis. Un abrazo.
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