sábado, 26 de diciembre de 2009

Pasión por la música (6) De Adorno y Mahler

Dedicado a Joaquín Lázaro Cebrián.

Todos sabemos que cuando dos aficionados a la música clásica se encuentran la experiencia suele terminar como la sección de percusión en la obertura '1812' de Tchaikovski. Pero si, además, ambos comparten pasión por Mahler la cosa adquiere tintes sectarios. Tal cosa me acaba de pasar con un valenciano afincado en Barcelona, Joaquín Lázaro. Por esas casualidades de la vida, una conversación de circunstancias derivó hacia la cuestión musical y ahí encontramos ese suelo común que pisamos muchos. Joaquín es un abonado desde hace años a la Orquesta Sinfónica de Barcelona y me comentaba que desde su asiento privilegiado podía observar algo que para él era esencial: el rostro del director mientras conduce la orquesta. Le gustan, con todo, los directores sobrios, los que dan indicaciones apenas con un leve gesto o una mirada. Nos reímos al pensar, como contraste, en el director de moda, el venezolano Gustavo Dudamel, tan dado a los aspavientos. Sin embargo, la feliz coincidencia llegó a su extremo no sólo con nuestra pasión mahleriana sino, encima, por nuestra devoción por su 2ª sinfonía. Después de hacer un intenso repaso por los momentos más significativos de esta sinfonía le comenté que estaba interesado en adquirir un libro que el gran filósofo y musicólogo francfurtiano Theodor Adorno había escrito sobre Mahler. Nada más de vuelta a Barcelona, ni corto ni perezoso, me envió un tomo (el número 13) de las obras completas de Adorno que Akal publicó el pasado año (además incluye un ensayo sobre Wagner y otro sobre Berg). El gran filósofo alemán (fotografía de arriba), que desde su puesto en el “Instituto para la Investigación Social”, adscrito a la Universidad de Francfort, desarrollara en compañía de Max Horkheirmer la famosa e imprescindible 'Teoría Crítica' de inspiración marxista, valoró de joven dedicarse a la música como compositor. Siempre se sintió cercano a las vanguardias y llegó a componer música atonal. Combinó posteriormente su decisiva faceta como filósofo con la de musicólogo y, de hecho, al final de su vida se encontraba desarrollando una teoría estética en la que la música, como no podía ser menos, desempeñaba un papel fundamental. He correspondido a esta atención por parte de Joaquín con el envío del volumen “Recuerdos de Gustav Mahler” (El Acantilado, 2007), escrito por su esposa, Alma. Un volumen que contrasta con los sesudos análisis de Adorno pero que constituye el primer testimonio escrito sobre el compositor. Alma María Schinler es una de las grandes testigos del ambiente intelectual europeo del final del siglo XIX y principios del XX, sobre todo a través de sus sucesivas relaciones con el arquitecto Gropius, el pintor Kokoschka y el novelista Werfel (casi nada). Me acordaré de Joaquín la próxima vez que pinche la 2ª de Mahler.

2 comentarios:

  1. Es que la sintonía melódica o musical, indica muchísimo más que miles de palabras escritas. Lo llevo comprobando desde hace más de 40 años. Felices dias.

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  2. En efecto, precisamente en este ensayo Adorno se mostraba refractario a intentar reducir la música a palabras o etiquetas, tan propia, por ejemplo, de la 'música programática'. Igualmente te deseo lo mejor para el 2010.

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