sábado, 13 de febrero de 2016

La motivación política de la derecha.


Al calor de la que está cayendo uno se pregunta cuál puede ser la motivación que anida en cualquier militante de base de un partido de derechas, al menos del hasta ahora hegemónico en este país. ¿Un ideal basado en las supuestas virtudes de la economía liberal?, ¿una visión tradicional y conservadora del mundo?, ¿un “arriba España”?, ¿un nacionalcatolicismo de graduación variable? Cualquiera de estas posibles motivaciones, o una combinación de ellas, ha quedado empañada por una constatación que parece inapelable: la derecha se ha revelado como una máquina de saqueo y latrocinio sistemática. Hoy por hoy, resulta difícil entender a un militante o aspirante a serlo que sea capaz de obviar el pozo de corrupción sin límites en la que se ha metido desde hace tiempo la derechona nacional, a no ser que sufra de un bloqueo cognitivo generalizado. La cuestión de fondo es que, por si no quedaba todavía claro, el objetivo de esta opción política no es otro que los negocios (los suyos). Y los negocios solo entienden de cuenta de resultados. Por muchas milongas que nos cuenten aquí no se trata de palabras grandilocuentes como “Libertad”, “Religión” o “España”. Se trata de asaltar los recursos públicos, legislar para los amiguetes, plegarse a las grandes corporaciones para hacerse luego con el terrón de azúcar, sacrificar a las personas en el altar de la bolsa, tergiversar la memoria colectiva, negarles un futuro digno a las  generaciones venideras... La consecuencia de todo esto es la corrupción, que nos acerca cada día más a Zimbaue y menos a una democracia madura y consolidada, y la precariedad de grandes sectores de la sociedad. Como dijo un preboste de la derecha hace muy poco, en un arranque de cinismo propio de esta gente: “la desigualdad crea riqueza” (la suya, le faltó decir). Visto el panorama, resulta incomprensible que personas de buena voluntad (que las hay) todavía piensen que la derechona patria es una opción política válida o que militantes honrados no rompan su carné del partido en las narices del secretario general de turno. Al final, no puedo dejar de pensar que los aspirantes y los que permanecen en las entrañas de este monstruo desbocado no son sino más de lo mismo, postulantes a ocupar un puesto en la máquina de robar o a recibir alguna de las migajas que pueda caer desde arriba. Cómplices de lo que está pasando, lisa y llanamente.

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