Una asamblea de alumnos después del recreo en el hall de mi
centro… pensaba que estas cosas ya no las volvería a ver y ¡me alegro! El
ministro Wert, verdadero ariete de la derechona más rampante, ha tenido la
virtud de empezar a movilizar aquellas energías que permanecían en modo eco
desde tiempos casi inmemoriales. Que una confederación de padres y madres de
alumnos convoque una huelga, secundada por varios sindicatos de estudiantes, ha
sido toda una (grata) novedad. La reacción de Wert, secundada a su vez por las
asociaciones católicas (para quienes debemos vivir en el mejor de los mundos
posibles), no se ha hecho esperar: aquí todo el que se mueve es un peligroso
ultraizquierdista. Así que estos alumnos de mi centro son peligrosos
ultraizquierdistas. ¡Y yo sin caer en la cuenta!, ¡jugándomela todos los días
rodeado de jóvenes incendiarios, antisistemas, vagos y maleantes! ¡Gracias,
señor ministro, por abrirme los ojos! El ejercicio de educación para la
ciudadanía que ayer creí ver en mi centro, de puesta en práctica de un sinfín
de competencias básicas, no era sino una algarada de una pandilla de
potenciales unabombers.
Afortunadamente, la paz de los cementerios que la
ultraderecha (esos sí que son ultras de verdad) quiere imponernos empieza a
resquebrajarse. A pesar de la llamada pretendidamente ejemplarizante de quienes
sostienen que con el ora et labora se
arreglan los problemas del mundo, la perroflautería internacional, los
estudiantes sin papás con chequera interminable, los parados (que no quietos), los
transeúntes que apenas llegan a final de mes y las depauperadas clases medias
empiezan a no estar por seguir manteniendo la boca calladita. La masa
estudiantil, que antaño hiciera temblar a los prebostes que ocupaban el poder
como se ocupa un sillón catedralicio, vuelve por sus fueros. Dicho de otra
forma: ¡no está todo perdido! A pesar de la evidente bisoñez en estas
cuestiones de nuestros alumnos, reconfortaba “Wert” cómo, micrófono en mano, se
hacían preguntas que a nuestro poder pepero le debe hacer maldita la gracia: “¿podremos
pagarnos la universidad?”, “¿podremos acceder a una beca?”, “¿tendremos que emigrar de nuestras
islas?”… resumidas en un estremecedor “¿qué será de nosotros?”. Claro que a
estos chicos les ha dado por pensar, por hacer un alto en las cuitas de la liga
de fútbol, e, inevitablemente, ¡la hemos liado! Pues ¡a seguir liándola,
querido alumnado!, ¡que nadie les arrebate la voz ni la esperanza!
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