miércoles, 6 de junio de 2012

La educación de las ovejas.

Tengo un buen ramillete de antiguos alumnos treintañeros con una formación más que notable a los que alguien debería facilitarles el libro de reclamaciones. Fui de aquellos que en su día les animó a emprender el camino de la formación y el esfuerzo como la mejor vía para un futuro provechoso. Y ahora ¿qué? Resulta que esta gente suele tener en su haber una carrera universitaria, unos estudios de postgrado y unos idiomas como poco. Todo de manera muy canóniga. Los que no se encuentran en paro realizan trabajillos en precario muy alejados de su cualificación. Hay quienes han tenido que emigrar para trabajar de cuidadores de niños en Londres o en alguna cadena de pizzerías mohosas. En otras circunstancias, esta gente estaría ahora poniendo en valor, socializando incluso, todos su años de formación. Un modelo social y económico que se permite tal desperdicio de capital humano (perdonen esta expresión tan poco afortunada) no está en sus cabales.
Cuando nuestro polémico Ministro de Educación insiste en la cantinela del esfuerzo y la excelencia ¿se está acordando de esta generación de jóvenes?, ¿está realizando un ejercicio de puro cinismo?, ¿o quizás nos está pidiendo al profesorado que sigamos manteniendo el bulo de que si eres un muchacho aplicado y estudioso vas a tener todas las oportunidades a tu alcance? Mucho me temo que la cosa ya no pasa por ahí sino por ser un hijo de papá y tener el puestito de trabajo asegurado antes de empezar a estudiar. Está claro que parte del rol del profesorado consiste precisamente en ese: en insistir en el mantra de relacionar el esfuerzo con el éxito. Lo que pasa es que este estado de cosas no nos lo pone fácil precisamente. Afortunadamente, tenemos a unos jóvenes más preocupados con los avatares de la liga de fútbol y del peinado que toca lucir cada semana que con la situación económica mundial (¡qué cosa tan aburrida!). Aquellos tiempos de rebeldía juvenil parecen haber quedado bien encerrados en el baúl de los recuerdos. Este estado de indolencia colectiva es la consecuencia de años de entrega al consumismo y la estupidez. El personal no piensa en otra cosa que volver a las andadas.
Hay que reconocer que en el orden de prioridades que nos han dibujado no está la de ofrecer un futuro digno a nuestro jóvenes. Antes hay que aplicarse en rescatar a los Bankia de turno y tener contento a los mandamases alemanes. En altar de los sacrificios una generación entera tendrá que maltrabajar hasta los ochenta años para poder asegurarse un plato de lentejas. Mientras, la venta de artículos de lujo no deja de crecer y la de entradas a los estadios de fútbol no se ha visto mermada. Algo no cuadra. Algo huele mal al sur de Copenhague. Y en tanto nos tapamos las narices para no apreciar el hedor hay que seguir manteniendo la ficción de que aún existe una cosa llamada “igualdad de oportunidades”. Para que tal igualdad de partida fuera posible deberíamos tener una educación pública de calidad. Pero este es, precisamente, el último de los bastiones que a los del Consejo de Ministros de los viernes le faltaba por asaltar. Una vez desmentelado el sistema público de educación, endurecidas las condiciones para disfrutar de una beca, acceder o permanecer en la Universidad, se habrá llegado a la estación terminal de todo este recorrido: nos habrán convertido en el rebaño de ovejas que nunca dejamos de ser pero esta vez, eso sí, convenientemente trasquilados.
No me extraña, sin embargo, que algunos de estos jóvenes sobradamente preparados hayan optado por apuntarse a una incipiente marea ciudadana. Que hayan decidido emplear parte de su tiempo y capacidad en acampar en una plaza pública o exigir una democracia real. Que hayan empezado a llenar las redes sociales de mensajes reivindicativos y que apliquen sus destrezas en sacarles las vergüenzas al sistema que les dejó en la estacada. Mejor emplear el tiempo en el que a uno le imponen el dique seco en intentar cambiar las cosas antes que seguir el manual de instrucciones que nos deslizan a todos debajo del brazo y que ordena en su capítulo primero que la fuente principal de los desvelos de un joven de hoy en día es jalear al equipo de sus amores. Menos mal que en todos los rebaños siempre hay una oveja negra.

1 comentario:

  1. Menos mal, si señor, si amigo. Esto me parece que ha sido así.... de siempre, pero ahora tanta mentira resulta absolutamente indigesta. Bs.

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