miércoles, 26 de mayo de 2010

Filosofía de la Mañana (4) Tirando piedras sobre el propio tejado

Sigo con la cosa insistente de que el profesorado rara vez nos planteamos el trasfondo y la finalidad de nuestro trabajo. La cosa tiene su punto sangrante cuando es el profesorado de Filosofía, ese especialmente 'preocupado' en la 'formación crítica del alumnado', el primero que es ajeno a cualquier atisbo de autocrítica. ¿Es posible que sólo me ocurra a mí que mi capacidad de seguir corrigiendo refritos sacados de alguna página de internet esté ya sobrepasada? Como no puedo abrir un interrogatorio ni un proceso judicial (no tengo tiempo ni ganas) para determinar la autoría de cada uno de los trabajos o respuestas a preguntas de los exámenes de PAU me veo en la penosa obligación de calificar y corregir escritos ajenos. ¿He de valorar mejor escritos más endebles pero auténticos (en el sentido de pertenencia) que aquello formalmente mejor elaborados pero completamente plagiados? ¿Esto lo puede determinar un corrector de la PAU? Desde luego mis admoniciones sobre el valor de la propia reflexión y del trabajo de cada uno no faltan ¿pero? Al final la cosa pragmática de la nota se impone y aquí paz y después gloria. Las preguntas del actual modelo de examen de la PAU de Historia de la Filosofía corresponden a otra época. Fueron seguramente diseñadas en un momento en el que el alumnado no tenía acceso a las fuentes de información actuales y en las que se pensaba que ese proceso de elaboración de una relación entre autores y de una reflexión personal suficientemente argumentada suponía un ejercicio intelectual de primer orden. Fue, seguramente, una buena idea, respondió a la mejor de las intenciones, pero la realidad en estos momentos es otra.
Este año apenas le he podido dedicar al menos ¡una clase! a la Filosofía del siglo XX, sobre todo porque el pasado curso me abochornó que una alumna escribiera en un examen de Nietzsche que con él se había acabado la Filosofía. No era una afirmación retórica ni un apasionado escrito de admiración incondicional. Sencillamente pensaba que después de un curso de comenzar con los presocráticos y terminar con el autor de 'Así habló Zaratustra' la cosa ya no daba más de sí (hay quien piensa lo mismo pero eso ya es otra historia). En realidad esto parece un mal endémico de cualquier planteamiento historicista. Cuando llegaba el turno de la historia posterior a la Segunda Guerra Mundial, o de la Literatura o del Arte del siglo XX ¡zas! ¡se acabó el tiempo! Al final nos quedamos sin las claves para poder entender nuestro contexto más próximo. ¡Bonita manera de trabajar las competencias! Y en esas, pasó otro curso.

3 comentarios:

  1. Me imagino que tendrás que atenerte a programas muy rígidos. En mis tiempos, aunque no existía el estilo internet, para asegurarme que aprendieran lo que yo quería les ponía un examen escrito con preguntas compuestas y que les obligaban a relacionar ideas, (indicación), lo repetía igualito para subir nota,(repaso), y quien deseara el "sobre" o la "matricula" se sometían a un examen oral, así como impenitentes adictos al suspenso, a ver si a la tercera..... pero con esfuerzo.
    Animo, a estas alturas del curso uno está rendido. Un abrazo.

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  2. ¿Cuáles son las diferencias entre el hombre y el mono? Haberlas las hay, aunque yo destacaría la capacidad de engañar que tienen los hombres frente a los monos, y los niños más aún. Sin embargo, el hombre lo utiliza para manipular a otros, aunque no siempre lo consigue y el niño lo intenta hacer y, lo suele conseguir siempre.
    Un abrazo.

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  3. La verdad es que 'la sociedad de la información' nos obliga a cambiar el chip pero eso no nos hace más listos, sólo más 'espabilados'. Respecto a los monos creo que nos superan en muchas facetas.

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