(Dedicado a wraitlito, Gran Maestre de la Orden del Libro).
Lo más parecido al Nirvana que existe para mí es perderme durante unas horas, y con suficiente saldo en la tarjeta de débito, en una librería de viejo. El principal inconveniente para alcanzar tal grado de plenitud es que esta isla de Tenerife, tan “paradisiaca” para algunas cosas, está desprovista de este recurso fundamental. Existe una librería de segunda mano en La Laguna ¡pero no es exactamente lo mismo, oiga! Y si en algún lugar de la geografía insular hay alguna por favor no tarden en colgar un comentario.
Mi primer contacto con estas cuevas de Aladino fue hace unos 20 años con la Librería Vetusta de Santiago de Compostela. Me saqué una fotografía mientras adquiría ¡un libro de Filosofía Portuguesa! –tal era el grado de emoción. El libro, “O problema da Filosofía portuguesa” de 1942, por supuesto, nunca me lo leí; nunca llegué a saber cuál sería el problema que la Filosofía Portuguesa podría tener en aquella época tan convulsa pero lo conservo con un enorme cariño. A partir de ese momento siempre he procurado incluir en mis viajes a la Península dos ingredientes imprescindibles: una catedral gótica y una (o dos) librerías de viejo. Dos cosas de las que carecemos por aquí.
Guardo un grato recuerdo también de la librería de viejo que se encuentra en el primer piso de la pensión en la que vivió Antonio Machado en su época segoviana. En ella adquirí una pequeña crónica de 1954 de las andanzas del Padre Anchieta por el Brasil durante el siglo XVI. Es una librería de viejo genuina: llena de pilas de libros amontonados, sin orden ni concierto, entre nubes de ácaros. La gloria. La posterior visita a la actual casa-museo del escritor en pleno casco histórico de Segovia pone la guinda del pastel. En una librería del casco antiguo de Girona, cuyo nombre no recuerdo, compré el que hasta ahora es el libro más antiguo de mi biblioteca. Se trata de una crónica del Sitio de Zaragoza de 1898. Ya sé que es una fecha modesta en realidad pero quien suscribe nunca heredó una biblioteca familiar con regios y añejos volúmenes ni tuvo la posibilidad de conseguir solera documental a golpe de talonario. En París algunos de mis mejores momentos los he pasado sin lugar a dudas en los “bouquinistes” del Sena, aunque dicen los veteranos que ya no son ni sombra de lo que eran. En ellos siempre terminé comprando algunos ejemplares de “Les Temps Modernes”, aunque tampoco sé francés. Reconozco que esto es auténtico fetichismo libresco. En mi última estancia en la península, en la señorial Toledo, hice varias visitas a la que creo que es la única librería de viejo que queda en el casco: la Librería Anticuaria Balaguer, situada frente a la Puerta del Llano de la Catedral. Se trata de una librería sorprendentemente organizada para lo que suele ser habitual en el género. Más bien tirando a pequeña, en plan delicatesen. En ella compré un libro de Wherner von Braun, “Primer Viaje a la Luna”, donde el as de la misilística, tan nazi y tan televisivo él, anticipa en una década la llegada a nuestro satélite. También compré una crónica de 1941 del viaje de la fragata Numancia a través del mundo en 1865 (el libro resultó un tostón) y un ejemplar titulado “La epopeya del Alcázar de Toledo” de 1937. Se trata de un clarísimo ejemplo de propaganda política del incipiente régimen franquista en la que aún en plena guerra trata de exprimir el éxito del episodio del Alcázar (en alguna entrega posterior explicaré mi interés por las técnicas de propaganda política y el enmascaramiento ideológico). Sin que sea propiamente una librería de viejo no me resisto a comentar mi maravillosa visita a la Librería Judaica “Casa de Jacob” también en Toledo. Uno se sumerge en este local en un ambiente auténticamente judío, a un paso de las antiguas sinagogas toledanas. Tienen una pequeña sección dedicada a la Shoa y en ella compré “En el corazón del infierno” (Anthropos, 2008), el estremecedor relato escrito por Zalmen Gradowski, miembro de un “Sonderkommando” (prisioneros encargados de transportar a los cadáveres a las cámaras de gas, entre otras atroces tareas) quien ocultó sus escritos cerca de un crematorio antes de ser asesinado.
En estos tiempos en los que asistimos (algunos con pavor) a lo que parece el incipiente despegue del libro electrónico, en los que encontrar ya una librería tradicional se ha convertido en algo parecido a “encontrar a Wally”, las librerías de viejo son las primeras en desaparecer, un moderno dodó a punto de dejarnos para siempre. Así que no estaría mal elaborar algún Atlas de las Librería de Viejo en España, declararlas BIC, introducirlas en los museos y ponerles una escolta de alabarderos.
Lo más parecido al Nirvana que existe para mí es perderme durante unas horas, y con suficiente saldo en la tarjeta de débito, en una librería de viejo. El principal inconveniente para alcanzar tal grado de plenitud es que esta isla de Tenerife, tan “paradisiaca” para algunas cosas, está desprovista de este recurso fundamental. Existe una librería de segunda mano en La Laguna ¡pero no es exactamente lo mismo, oiga! Y si en algún lugar de la geografía insular hay alguna por favor no tarden en colgar un comentario.
Mi primer contacto con estas cuevas de Aladino fue hace unos 20 años con la Librería Vetusta de Santiago de Compostela. Me saqué una fotografía mientras adquiría ¡un libro de Filosofía Portuguesa! –tal era el grado de emoción. El libro, “O problema da Filosofía portuguesa” de 1942, por supuesto, nunca me lo leí; nunca llegué a saber cuál sería el problema que la Filosofía Portuguesa podría tener en aquella época tan convulsa pero lo conservo con un enorme cariño. A partir de ese momento siempre he procurado incluir en mis viajes a la Península dos ingredientes imprescindibles: una catedral gótica y una (o dos) librerías de viejo. Dos cosas de las que carecemos por aquí.
Guardo un grato recuerdo también de la librería de viejo que se encuentra en el primer piso de la pensión en la que vivió Antonio Machado en su época segoviana. En ella adquirí una pequeña crónica de 1954 de las andanzas del Padre Anchieta por el Brasil durante el siglo XVI. Es una librería de viejo genuina: llena de pilas de libros amontonados, sin orden ni concierto, entre nubes de ácaros. La gloria. La posterior visita a la actual casa-museo del escritor en pleno casco histórico de Segovia pone la guinda del pastel. En una librería del casco antiguo de Girona, cuyo nombre no recuerdo, compré el que hasta ahora es el libro más antiguo de mi biblioteca. Se trata de una crónica del Sitio de Zaragoza de 1898. Ya sé que es una fecha modesta en realidad pero quien suscribe nunca heredó una biblioteca familiar con regios y añejos volúmenes ni tuvo la posibilidad de conseguir solera documental a golpe de talonario. En París algunos de mis mejores momentos los he pasado sin lugar a dudas en los “bouquinistes” del Sena, aunque dicen los veteranos que ya no son ni sombra de lo que eran. En ellos siempre terminé comprando algunos ejemplares de “Les Temps Modernes”, aunque tampoco sé francés. Reconozco que esto es auténtico fetichismo libresco. En mi última estancia en la península, en la señorial Toledo, hice varias visitas a la que creo que es la única librería de viejo que queda en el casco: la Librería Anticuaria Balaguer, situada frente a la Puerta del Llano de la Catedral. Se trata de una librería sorprendentemente organizada para lo que suele ser habitual en el género. Más bien tirando a pequeña, en plan delicatesen. En ella compré un libro de Wherner von Braun, “Primer Viaje a la Luna”, donde el as de la misilística, tan nazi y tan televisivo él, anticipa en una década la llegada a nuestro satélite. También compré una crónica de 1941 del viaje de la fragata Numancia a través del mundo en 1865 (el libro resultó un tostón) y un ejemplar titulado “La epopeya del Alcázar de Toledo” de 1937. Se trata de un clarísimo ejemplo de propaganda política del incipiente régimen franquista en la que aún en plena guerra trata de exprimir el éxito del episodio del Alcázar (en alguna entrega posterior explicaré mi interés por las técnicas de propaganda política y el enmascaramiento ideológico). Sin que sea propiamente una librería de viejo no me resisto a comentar mi maravillosa visita a la Librería Judaica “Casa de Jacob” también en Toledo. Uno se sumerge en este local en un ambiente auténticamente judío, a un paso de las antiguas sinagogas toledanas. Tienen una pequeña sección dedicada a la Shoa y en ella compré “En el corazón del infierno” (Anthropos, 2008), el estremecedor relato escrito por Zalmen Gradowski, miembro de un “Sonderkommando” (prisioneros encargados de transportar a los cadáveres a las cámaras de gas, entre otras atroces tareas) quien ocultó sus escritos cerca de un crematorio antes de ser asesinado.
En estos tiempos en los que asistimos (algunos con pavor) a lo que parece el incipiente despegue del libro electrónico, en los que encontrar ya una librería tradicional se ha convertido en algo parecido a “encontrar a Wally”, las librerías de viejo son las primeras en desaparecer, un moderno dodó a punto de dejarnos para siempre. Así que no estaría mal elaborar algún Atlas de las Librería de Viejo en España, declararlas BIC, introducirlas en los museos y ponerles una escolta de alabarderos.
Caballero :Gracias por la dedicatoria, me ha emocionado.
ResponderEliminarEfectivamente, nada como una buenas escuadras de la guardia suiza a las puertas de esos tesoros para disuadir al 'futuro' de intentar forzar la marcha del libro de viejo.
Saludos
P.D.: un día hablamos de libros antiguos, yo sí he tenido la suerte de heredar algunos ;)
No olvidar los mercadillos dominicales. A veces se encuentran verdaderas joyas que hacen saltar las lágrimas de emoción. Sin ir más lejos: hace un par de meses adquirí en un tenderete de estos los cuatro tomos de José Luis Estrada Segalerva de sus "Efemérides malagueñas" de 1971, por tan solo 15€ los cuatro tomos. Hace un par de domingos "Una teoría bíblica de la Cosmogonía y de la Geología" de Debreyne, de 1874 en perfecto estado por 20€. Este si que fue un verdadero hayazgo. Lo dicho: el cazador de libros debe explorar todos los terrenos... y a mi me encanta ser explorador.
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