miércoles, 7 de abril de 2010

El Impertinente (6) De Gutenberg al libro electrónico

Con la invención de la imprenta por parte de Gütenberg, hacia 1450, se produjo una auténtica revolución del saber. El libro como vehículo del conocimiento pasó de ser el artículo rarísimo y único, que suponía en ocasiones años de trabajo de un monje copista medieval, a convertirse paulatinamente en un producto que empezaba a multiplicarse y circular por toda Europa. Algunos de esos monjes ni siquiera sabían leer y escribir. Se limitaban a reproducir lenta y fielmente el manuscrito que tenían delante. Así no se corría el peligro de que pudieran “contaminarse” con el contenido del libro.
En su momento la imprenta, con sus posteriores desarrollos, supuso una revolución cultural. Hoy el libro electrónico nos abre las puertas de otra revolución pero, a mi juicio, mucho más imprevisible. En realidad (sé que es una actitud un tanto apocalíptica) no puedo dejar de ver signos de una auténtica debacle cultural. El libro electrónico no es sino el corolario de un proceso que se inició hace años en el que lo virtual está sustituyendo a lo material. La vieja cultura está siendo desplazada por una nebulosa digital difusa e inaprensible. Ya en los años 60 del pasado siglo XX, el teórico de la comunicación, Marsall MacLuhan, advirtió sobre los poderosos cambios que se avecinaban en la “era de la información”. Era la época del boom de la televisión. Se hablaba entonces del “fin de la era del libro”, arrollada por la nueva era audiovisual. Si entonces fue un anuncio precipitado, hoy, 40 años después, el homicidio se ha consumado.
Acordémonos también de aquella famosa frase de MacLuhan, “el medio es el mensaje”. El medio no es neutral, incide directamente en el contenido. En este caso, el medio (el soporte electrónico) acabará con el mensaje (el producto cultural). Algo parecido ha pasado ya con otros productos culturales como el disco o las películas de vídeo. ¿Se acuerdan de aquellos vinilos? El producto era mucho más que la música que tenía grabada. La confección del álbum era el resultado de todo un proceso creativo. El diseño de la portada, el material del que podía venir acompañado, redondeaban el producto. ¿Hoy qué consumimos? Realmente bit de información. Hoy se “baja” de internet una pieza musical concreta que añadir a series ya almacenadas e inconexas. Una de las cosas que se ha puesto en entredicho de esta manera es la misma noción de autor, de creador, que estaba detrás de la obra en cuestión. Con el libro pasa lo mismo. El libro era el máximo exponente de la idea de saber y de cultura (escribo ya en pasado). A pesar de la hiperinflacción bibliográfica de los últimos años un autor aspiraba a ver su obra impresa como producto final de un proceso creativo o investigador. El resultado era un producto material y tangible (se podía ver, tocar y oler, vaya). El lector aspiraba a hacerse con un ejemplar como medio de participar también de ese proceso y almacenarlo al menos como testimonio visible de su logro. El libro tenía “corporeidad”, era el resultado de una edición concreta, envejecía noblemente en el estante, podía estar firmado por el autor, contener anotaciones del lector, convertirse en un ejemplar único en la medida en el que el resto de ejemplares fueran desapareciendo, etc. Con el “e-book” estas ideas saltan por los aires.
Los actuales libros electrónicos probablemente queden obsoletos en poco tiempo. Tal y como va esto es muy posible que las futuras terminales sean totalmente multifuncionales, es decir que sirvan para todo (ya se sabe: internet, vídeo, música, telefonía, redes sociales, etc) siendo la descarga de libros una opción más. Así que la función estrictamente lectora quedará reducida a una cuestión residual. La novela será sustituida por el microrelato y el ensayo por una serie de titulares a modo de conclusión (para que el “e-lector” no pierda el tiempo). Este proceso ya lo estamos viendo en la prensa digital: lo importante es el flash informativo, la imagen impactante, la renovación constante de contenidos. La idea de que la prensa escrita es el medio idóneo para el comentario y la reflexión pasará a mejor vida. Sencillamente ¡no hay tiempo!
Si alguien piensa que el formato digital multiplicará el número de lectores y promoverá una sociedad más ilustrada entonces, en el mejor de los casos, habrá que redefinir ambos conceptos: ¿qué se entiende por 'lector' y qué se entiende por 'sociedad ilustrada'? Desde luego, los conceptos actuales ya no sirven. El lector quedará diluido en una ciberesfera donde se impondrá lo efímero y lo banal, donde la rápida e infinita sucesión de acontecimientos impedirá cualquier tipo de reflexión mínimamente rigurosa. El libro de papel es incompatible con la nueva era hiperacelerada.
Sé que este proceso es imparable. Lo es porque está inserto en todo un sistema tecno-económico que se reproduce a un ritmo vertiginoso. Son las nuevas formas de hacer negocio. Quizás, como afirman algunos, pueda coexistir durante un tiempo la vieja cultura del libro con el aparatito de marras, al menos mientras resistamos los últimos mohicanos.

4 comentarios:

  1. Benditos libros aromaticos, que se leen y se huelen. Placer para los sentidos y para la inteligencia. Cabria la posibilidad que ocurriera como con la radio con respecto a la TV, que resurgieran? Un abrazo.

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  2. Ciertamente es una visión un tanto apocaliptica, pero si no.. que se lo pregunten a los vinilos! jeje. Yo espero que la edición en papel no desaparezca... no tiene sentido que desaparezca. En lo que trabajo, por ejemplo, la mayor parte de artículos los busco online y cada vez más se potencia la "electronic version" en las revistas. Pero, las mismas revista no han dejado de sacar las publicaciones en papel... qué pasaría si los servidores donde están alojados los artículos se caen? si hay un apagón? La cultura, y la transmisión de la misma, no puede depender de nuestro más preciado tesoro, la energía, del que ya somos total y estúpidamente dependientes. Y esto lo escribo desde mi ordenador... jejeje

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  3. Efectivamente, al menos habrá que aspirar a una "coexistencia pacífica".

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  4. Quiero resaltar: "Sencillamente ¡no hay tiempo!", y yo te digo: ¡el tiempo no existe! Asumir esta gran verdad es empezar a caminar hacia la desaparición, no sólo de los medios de comunicación sean los que fueren,sino también del vehículo (EL LENGUAJE)que ha impedido el avance real de nuestra civilización.

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