Muchos nos acordamos de la época de la televisión única. Aquella Radio Televisión Española, voz del Régimen y testigo de la Transición. A principios de los noventa, del pasado siglo, aparecieron las primeras televisiones privadas. Parecía que con ellas había llegado la auténtica modernidad a España y tendríamos que vivir la aventura de la más radical pluralidad. Pronto se vio que unas eran clones de las otras y que la auténtica competencia era en cuanto a los niveles de chabacanería y sandez. En los últimos diez años hemos asistido al boom de las televisiones locales. Con ellas llegó la esperanza de unos medios cercanos, verdaderamente conectados con los intereses y preocupaciones de la ciudadanía. ¡Otro espejismo! Un medio tan poderoso como el televisivo tiene, no nos engañemos, una finalidad fundamental: la propaganda, tanto comercial como política. Lo demás es como el conducto. Una película, un partido de fútbol, un programa de cotilleo ayuda a hacer más digerible el plato principal.
Esta función se multiplica en el caso de las televisiones locales. El control del votante, de la opinión pública, del consumidor es el objetivo. Cuando uno conecta una televisión local convendría medir, al igual que se hace con el aceite de un coche, los siguientes niveles:
Nivel de pluralidad
Estamos en la era de las tertulias, de los programas de opinión y de la participación de los espectadores (a través de sms o llamadas telefónicas). Ahora bien, esta aparente pluralidad suele ser una hábil coartada, una pantalla para disimular los verdaderos objetivos. Usted tiene que hacerse las siguientes preguntas: ¿expresan los intervinientes opiniones y posturas diferentes? ¿abordan los temas desde distintos puntos de vista? ¿se oculta rápidamente la más mínima discrepancia?
Nivel de independencia
Un medio de comunicación, sobre todo televisivo, es verdaderamente costoso. Aparte de aquellos de titularidad pública, con la servidumbre que esto supone, el resto suele estar financiado por entramados políticos y/o empresariales. Esto no sería del todo inconveniente si lo reconocieran abiertamente. Esta es la televisión del partido tal o del grupo empresarial cual. ¡Pero no! Todos afirman ser independientes, ninguna es la voz de su amo.
Nivel de afinidad con el poder
Una cosa realmente sorprendente es comprobar cómo algunos periodistas, presentadores de televisión o tertulianos presumen de su amistad con este o aquel político, el constructor de turno o ese conocido empresario. A éstos se les defiende a capa y espada, a los otros, a los “malos”, ni agua. Aquella vieja idea de unos medios de comunicación que ejercen como contrapoder desde su objetividad e independencia ha quedado enterrada. Es la hora del compadreo político.
Nivel de populismo
Como consecuencia de la pretendida cercanía con la ciudadanía de las televisiones locales, éstas compiten por presentarse como la “voz del pueblo”. Se esfuerzan, en sus gestos, sus modos y sus palabras, por reproducir lo que entienden como afinidad con los vecinos, con el sencillo hombre o mujer de a pie. Yo soy tu voz, sé lo que tú quieres, lo que necesitas, hablo como tú, soy como tú, confía en mí… Estos son los mensajes dirigidos al inconsciente colectivo.
Nivel de agresividad
Dentro de esta batalla por el control social, la técnica más habitual de algunos de estos medios suele ser destrozar al contrario, al rival, al discrepante. No se trata discutir con argumentos, se trata de cuestionar el honor, la honestidad y la integridad moral del oponente. Incluso ridiculizar al otro por su aspecto, forma de vestir o procedencia. Se trata de convertirlo en un apestado social para neutralizar su capacidad de influencia. Este procedimiento, tan viejo como la humanidad misma, tan propio de los regímenes totalitarios, ha encontrado en algunos medios locales un nuevo renacimiento.
Nivel de egolatría
Muchas veces los medios de comunicación locales suelen ser excelentes plataformas para la promoción personal. No es extraño ver cómo la cara visible del medio habla continuamente de sí mismo, de sus cuitas y de sus andanzas. De sus alegrías y de sus tristezas, de sus filias y de sus fobias. Se confunde intencionadamente la marca televisiva con un personaje o dos hasta convertirse en la tele de fulanito o de menganito.
Nivel de manía persecutoria
Por último, también es curioso observar la tendencia de estos medios a sentirse perseguidos, amenazados y cuestionados por una oscura nebulosa. Esto genera una cierta afinidad en muchas personas. Proporciona una aureola de independencia, de medio crítico e incómodo con el poder, necesario para poder mantener la gran operación de disimulo. Si baja la publicidad ocurre sólo porque los enemigos son muy poderosos, si hay problemas con la concesión de la señal televisiva es porque se quiere silenciar a los díscolos… Y todo esto, claro, hay que airearlo convenientemente.
Una democracia real y madura se asienta en una ciudadanía formada. Haga usted este pequeño ejercicio –aunque seguro que ya lo ha hecho. Contraste los mensajes que emiten las distintas televisiones locales con estos (u otros) criterios que hemos expuesto, con este ranking de manipulación y extraiga sus propias conclusiones.
Esta función se multiplica en el caso de las televisiones locales. El control del votante, de la opinión pública, del consumidor es el objetivo. Cuando uno conecta una televisión local convendría medir, al igual que se hace con el aceite de un coche, los siguientes niveles:
Nivel de pluralidad
Estamos en la era de las tertulias, de los programas de opinión y de la participación de los espectadores (a través de sms o llamadas telefónicas). Ahora bien, esta aparente pluralidad suele ser una hábil coartada, una pantalla para disimular los verdaderos objetivos. Usted tiene que hacerse las siguientes preguntas: ¿expresan los intervinientes opiniones y posturas diferentes? ¿abordan los temas desde distintos puntos de vista? ¿se oculta rápidamente la más mínima discrepancia?
Nivel de independencia
Un medio de comunicación, sobre todo televisivo, es verdaderamente costoso. Aparte de aquellos de titularidad pública, con la servidumbre que esto supone, el resto suele estar financiado por entramados políticos y/o empresariales. Esto no sería del todo inconveniente si lo reconocieran abiertamente. Esta es la televisión del partido tal o del grupo empresarial cual. ¡Pero no! Todos afirman ser independientes, ninguna es la voz de su amo.
Nivel de afinidad con el poder
Una cosa realmente sorprendente es comprobar cómo algunos periodistas, presentadores de televisión o tertulianos presumen de su amistad con este o aquel político, el constructor de turno o ese conocido empresario. A éstos se les defiende a capa y espada, a los otros, a los “malos”, ni agua. Aquella vieja idea de unos medios de comunicación que ejercen como contrapoder desde su objetividad e independencia ha quedado enterrada. Es la hora del compadreo político.
Nivel de populismo
Como consecuencia de la pretendida cercanía con la ciudadanía de las televisiones locales, éstas compiten por presentarse como la “voz del pueblo”. Se esfuerzan, en sus gestos, sus modos y sus palabras, por reproducir lo que entienden como afinidad con los vecinos, con el sencillo hombre o mujer de a pie. Yo soy tu voz, sé lo que tú quieres, lo que necesitas, hablo como tú, soy como tú, confía en mí… Estos son los mensajes dirigidos al inconsciente colectivo.
Nivel de agresividad
Dentro de esta batalla por el control social, la técnica más habitual de algunos de estos medios suele ser destrozar al contrario, al rival, al discrepante. No se trata discutir con argumentos, se trata de cuestionar el honor, la honestidad y la integridad moral del oponente. Incluso ridiculizar al otro por su aspecto, forma de vestir o procedencia. Se trata de convertirlo en un apestado social para neutralizar su capacidad de influencia. Este procedimiento, tan viejo como la humanidad misma, tan propio de los regímenes totalitarios, ha encontrado en algunos medios locales un nuevo renacimiento.
Nivel de egolatría
Muchas veces los medios de comunicación locales suelen ser excelentes plataformas para la promoción personal. No es extraño ver cómo la cara visible del medio habla continuamente de sí mismo, de sus cuitas y de sus andanzas. De sus alegrías y de sus tristezas, de sus filias y de sus fobias. Se confunde intencionadamente la marca televisiva con un personaje o dos hasta convertirse en la tele de fulanito o de menganito.
Nivel de manía persecutoria
Por último, también es curioso observar la tendencia de estos medios a sentirse perseguidos, amenazados y cuestionados por una oscura nebulosa. Esto genera una cierta afinidad en muchas personas. Proporciona una aureola de independencia, de medio crítico e incómodo con el poder, necesario para poder mantener la gran operación de disimulo. Si baja la publicidad ocurre sólo porque los enemigos son muy poderosos, si hay problemas con la concesión de la señal televisiva es porque se quiere silenciar a los díscolos… Y todo esto, claro, hay que airearlo convenientemente.
Una democracia real y madura se asienta en una ciudadanía formada. Haga usted este pequeño ejercicio –aunque seguro que ya lo ha hecho. Contraste los mensajes que emiten las distintas televisiones locales con estos (u otros) criterios que hemos expuesto, con este ranking de manipulación y extraiga sus propias conclusiones.
Posdata 1: gracias, de nuevo, a El Roto por sisarle una de sus magistrales viñetas.
Posdata 2: me despido brevemente de mis queridos blogueros hasta después de Semana Santa. Me daré un merecido paseo por el País Vasco, Burgos y Madrid, del que seguramente me traeré algunos materiales para esta humilde página.
No soy de esa época, por tanto, no debería opinar. En esos tiempos era en blanco y negro, más bien gris oscura desde mi perspectiva. Sin embargo, hoy día la MANIPULACIÓN se escribe con mayúsculas, ya que los creadores de opinión manejan una sociedad borreguil.
ResponderEliminar¡Salud!
¿Has visto la película Rebelión en la Granja?. Pues eso mismo, es lo que parece seguir ocurriendo con nuestra diversificada naturaleza humana, lo cual no impide seguir en la brecha a unos cuantos idealistas, es una cuestión digna de Green Peace: mantener la biodiversidad en este caso de criterios. Resulta fácil escribirlo, pero tentaciones y bien grandes si que me entran. Un abrazo y felices fiestas con sus consiguientes periplos. Por desgracia para mi ya estoy en Madrid donde permaneceré durante la Semana Santa por motivos de fallecimiento.
ResponderEliminarAtrifolio: ciertamente el reto hoy en día es aprender a distinguir el grano de la paja, la información de la manipulación, aunque hay que reconocer que cada vez es más difícil. Emejota: la película no la he visto pero el libro de Orwell es uno de mis favoritos. Y desde luego jay que seguir en la brecha y con las botas puestas. Un abrazo y que no sea nada.
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