Hace tiempo que el psicoanálisis parece haber pasado de moda. En los años sesenta y setenta del pasado siglo XX vivió, quizás, su última etapa de gloria. Sin embargo, pienso que es necesario seguir manteniendo un hueco en las programaciones de Filosofía para una disciplina que supuso en su momento toda una revolución. Atrás quedó aquella intensa y necesaria polémica sobre la cientificidad o no del psicoanálisis. A nadie hoy, en su sano juicio, se le ocurriría plantear que el psicoanálisis opera desde postulados científicos. El desarrollo de la moderna psicología ya ha ocupado ese hueco. De todos modos, un cierto acercamiento a la disciplina de Sigmund Freud proporciona una base fundamental para entender muchas cosas. Sin miedo a meter la pata, pienso que todo el actual interés por la psicología (o la educación) de las emociones tiene su raíz en el psicoanálisis (y con ello temas tan en boga como la “inteligencia emocional”, popularizada por Daniel Goleman). Hoy en día se ha vuelto a descubrir el papel fundamental de lo que Freud llamara ambiguamente “el inconsciente”. El descubrimiento de esa “región de la mente” (en palabras de Freud) supuso un golpe más a una tradición filosófico-cristiana dominadora. Después de que Darwin situara al ser humano en una cadena evolutiva, destronándolo de su lugar de privilegio en la Creación, y de que Nietzsche arramblara con toda una corriente cultural alienante, Freud da la puntilla a la vieja idea del ser humano como un ser fundamentalmente racional y equilibrado.
La insistencia del psicoanálisis en bucear en los contenidos del inconsciente dio lugar a toda una suerte de terapias y, con el tiempo, de escuelas que afirmaron, en mayor o menor medida, su autonomía con el tronco principal. Además, la idea de que la mayor parte de las experiencias que pueblan nuestra mente en la vida adulta se han forjado en la infancia y suelen tener una raíz afectivo-sexual, llevó al primer plano del debate intelectual algo que hasta entonces era todo un tabú. Hoy en día podemos entender el psicoanálisis más desde una perspectiva filosófica que desde una perspectiva, curiosamente, psicológica. Sigue teniendo, desde mi punto de vista, un cierto potencial terapéutico, al menos desde el ejercicio de la autointrospección (que nunca viene mal, se los aseguro). Quizás sea cierto, como dicen algunos escépticos, que la terapia psicoanalista resulta inútil por interminable (y por tanto, cara, entre otras cosas). Que la mera técnica asociativa del psicoanalista no resuelve gran cosa, quizás porque, al contrario de lo que decía Freud, hacer consciente lo inconsciente no es suficiente. Pero en cualquier caso, un acercamiento a los postulados del psicoanálisis nos proporciona un material fundamental para reflexionar sobre la cuestión fundamental de la Filosofía: ¿qué somos? Y en eso estamos.
La insistencia del psicoanálisis en bucear en los contenidos del inconsciente dio lugar a toda una suerte de terapias y, con el tiempo, de escuelas que afirmaron, en mayor o menor medida, su autonomía con el tronco principal. Además, la idea de que la mayor parte de las experiencias que pueblan nuestra mente en la vida adulta se han forjado en la infancia y suelen tener una raíz afectivo-sexual, llevó al primer plano del debate intelectual algo que hasta entonces era todo un tabú. Hoy en día podemos entender el psicoanálisis más desde una perspectiva filosófica que desde una perspectiva, curiosamente, psicológica. Sigue teniendo, desde mi punto de vista, un cierto potencial terapéutico, al menos desde el ejercicio de la autointrospección (que nunca viene mal, se los aseguro). Quizás sea cierto, como dicen algunos escépticos, que la terapia psicoanalista resulta inútil por interminable (y por tanto, cara, entre otras cosas). Que la mera técnica asociativa del psicoanalista no resuelve gran cosa, quizás porque, al contrario de lo que decía Freud, hacer consciente lo inconsciente no es suficiente. Pero en cualquier caso, un acercamiento a los postulados del psicoanálisis nos proporciona un material fundamental para reflexionar sobre la cuestión fundamental de la Filosofía: ¿qué somos? Y en eso estamos.
Dices bien, en eso estamos. Ya ves que darle la vuelta al guante o al calcetín no solo me sirve como método de supervivencia, sino que llegado a un punto se convierte en hobby y divierte.
ResponderEliminarMe gusta mucho tu exposición. Un abrazo.