Con la cifra de parados cada vez más tenebrosamente cerca de
la barrera de los seis millones empieza a resultar casi una cosa paranormal que
el entramado social aguante este órdago. Aquellas explicaciones que se daban
hasta hace poco basadas en una apabullante y supuesta economía sumergida y las
redes de solidaridad familiar, me parece que empiezan a no ser suficientes.
Quizás esto haya que sazonarlo con dos elementos más nada despreciables: la
larga sombra de los años de dictadura, que dejaron en varias generaciones un poso
de adversión a la protesta y a la reivindicación, un legado clerical y
fatalista y, por otro lado, las pasadas décadas del pelotazo, de la estética de
nuevos ricos y del sálvese quien pueda (mientras yo tenga pasta para ir al mega
centro comercial). Paralelamente, el
Gran Hermano político-financiero que nos gobierna tiene sus propios y poderosos
mecanismos de control social, sobre todo una inefable industria de ocio y de
distracción masiva, la exclusividad de los medios de difusión de masas y la
nueva religión del fútbol (¡qué mono Casillas de playa con la Carbonero!).
Y en todas estas nos acercamos a lo más profundo del
abismo. Cuando a uno le da por pasear
por cualquiera de los pueblos de nuestra pequeña y maltratada geografía insular
y se encuentra los restos de lo que queda del pequeño comercio te dan ganas de
llamar a Iker Jiménez, a ver qué explicación le encuentra a esto. No creo que
en algo más de un año quede otra cosa que algún supermercado de 24 horas,
alguna boutique del pan y un par de
cafeterías. La cosa no da para más. La escasas posibilidades de consumo del personal se
concentrará en los Centros Comerciales. Lamentablemente, antes que un cambio
radical en el voto a los partidos/empresa responsables de esta situación o una proyección de ese descontento y desesperación
social en acciones de movilización ciudadana, asistiremos a una degradación de
la convivencia y a episodios cada vez más terribles que abonarán el
pseudoargumento de que al final esto no es sino una cuestión policial. Aquí se
trata de que estemos todos no solo parados sino, además, ¡quietos! Lo
verdaderamente enervante es que esta situación es una gran coartada para
desmantelar el modelo social que nació después de la II Guerra Mundial y que a
España llegó, como no podía ser de otra manera, tarde y malamente. Aquí hay
otra guerra desatada pero no es con un kalasnikov en la mano, es la guerra del
Gran Capital contra los ciudadanos. Un Gran Capital que en su circulación y
acumulación en manos de las élites de los personajes de portada del Forbes no
sabe de trabas, costes ni cortapisas. Y para ello qué mejor excusa que los
millones de parados que justifiquen las medidas que falazmente se toman
pensando en ellos pero que jamás crearán ni un solo empleo. Pero, tranquilos,
que ya llega la pretemporada de fútbol.
Claro, ¡Tenemos que apoyar a nuestros pequeñitos empresarios con sus deseos de ganar + y expandir su pequeñito comercio!
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